ACABÁBAMOS el artículo anterior diciendo que la esencia de las llamadas redes sociales son la agitprop, agitación y propaganda. Para aquel que necesite una y otra, son inventos impagables. De ahí que los elogien tanto quienes viven de y para ellas, principalmente quienes nos dedicamos al espectáculo, entendido este en su espectro más amplio. No hace mucho oímos cómo alguien, en una película, ironizaba: “Hoy nadie trabaja, todos hacen algo artístico”. Creo que el éxito de las redes sociales reside precisamente en eso: haber convencido a millones de personas que no tienen nada que decir, de que pueden decirlo de una manera artística, salir al escenario y sin haber hecho nada para merecerlos, recibir apretadísimos aplausos del mundo entero.
Hace unos meses unos jóvenes, refiriéndose al éxito de una propuesta suya difundida en internet (trescientas mil “visitas” en dos días), comentaban sardónicos: “Lo hemos petado. Claro que cuando alguien lo petaba hace veinte años, se compraba un chalet; hoy seguimos igual de pobres”. En fin, si a todo lo dicho hasta aquí añadimos que esos millones de seres pueden compartir con los famosos un espacio común, comentarse unos a otros, y sobre todo, repartir sus “megusta”, “teajunto” o laics, despertando en su interior el pequeño sátrapa que al parecer todos llevamos dentro, el éxito está más que asegurado. ¿Y el placer de admitir en nuestra página, como madame Verdurin, a tal o cual persona, o, al contrario, el placer de expulsarla? ¿Y la palabra evento? Produce ternura verla emplear a tantos a los que no habiéndoles sucedido jamás nada digno de tal nombre, se pasan el día convocando eventos irrelevantes, con no se sabe qué esperanza.
Hace dos o tres años una buena samaritana le abrió a uno una página en feisbuc, a la que ni siquiera sé cómo se accede. Admitamos las ventajas, pero pesan en uno más las desventajas. Por lo que he visto, en esas redes sociales los diálogos van tan deprisa y son tan sincopados que no es fácil mantener la atención mucho tiempo en una sola cosa, sobre todo para quienes como yo no podemos hablar por teléfono y mascar chicle al mismo tiempo. Otra característica de esos coloquios, es que, incluso los más inteligentes, acaban abrochándose por lo general en alguna frase chusca o en algún dicharacho. No hablemos de los banales, propios de una gran corrala de vecindad o del teatro chino de Manolita Chen, que ni era china ni era Chen. Ha de contarse, además, con otro aspecto inquietante: los desconocidos. Aunque pueda uno restringir su entrada, resulta imposible evitar que se cuelen en nuestra vida virtual personas analógicamente indeseables con “comentarios” estúpidos, groseros y ofensivos. No sé. Es posible que un día de estos, desesperado de la vida que llevo, se lance uno también a la agitación y propaganda de mí mismo. Porque, se me olvidada decirlo, tal vez la causa principal del éxito de esas redes sociales, tal como lo veo, sea precisamente la desesperación de millones de personas, que ven cómo unos pocos lo han petado sin trabajar en nada especial, sólo haciendo algo artístico, la desesperación de ser pobres y famos*s. Probablemente habrá quien considere estas opiniones infundadas o despectivas. Infundadas, seguro; despectivas no. Se ha limitado uno a subrayar lo fácil que es distraerse cuando se quiere llamar la atención.
[Publicado en el Magazine de La Vanguardia el 22 de septiembre de 2013]
¿Aceptamos blog como animal de compañía?
RépondreSupprimerBueno es una manera de verlo, pero tu no te creas mejor que el resto, podías escribir un diario para ti solito y aquí andas para que te lea alguien.
RépondreSupprimerEs verdad, tiene razón. Internet nos ha dado mucho a todos, sobre todo a algunos. Comparto la opinión de aquellos que usan las redes sociales para lo mejor (reunir amigos, compartir ideas, debatirlas, dar a conocer lo más valioso deeste mundo), pero advierto en mi escrito el peligro de distraerse en banalidades y tener que vérselas con desconocidos que, amparados en el anonimato, pueden ser capaces de lo peor en ese tono ridículo y chulesco bastante frecuente en internet. Y sí, podía uno escribir su diario, para mi solito, pero aquí ando como usted dice para que me lea alguien, incluso usted.
SupprimerGran (e innecesaria, pues en verdad estaba claro en su escrito) aclaración. Habemus consenso: viva el contenido y muera la banalidad, así en la red social como en el bar.
SupprimerLa clave puede estar en escoger lo que realmene a uno le gusta, lo que satisface su curiosidad, las cosas que uno considera interesantes. Estas redes sociales son un reflejo claro de la vida contemporánea, está todo, pero son los usuarios, nosotros, los que escribimos y visitamos las páginas que nos interesan, también morbosamente vemos y leemos los banales y chocarreros comentarios de otras personas, es la vida misma. No cabe queja, porque como en una gran biblioteca están "El Quijote" y las novelas del oeste "de a peseta", y uno lee lo que le apetece.
SupprimerMe preguntaba el otro día el titular de un blog que se publica en El País si yo no estoy en alguna de esas redes sociales (él está en todas las del mundo). Le contesté que no, y que mi impresión personal era que quitaban mucho tiempo, y que generalmente no lo compensaban. Corto y pego su respuesta: "¡No sabes cuánta razón tienes!".
RépondreSupprimerLa Banalidad del mal ha aumentado un 20 % en 30 o 40 años , hoy llega al 80 % , somos más borregos y peor personas . Banalidades como las redes sociales ayudan a que las personas sean adictas a su ego y la Imagen como religión .
RépondreSupprimerYo no pondría comentarios banales , se puede crear un Alien( Sí, se puede tomar como ironía ) ; claro que solo se critica lo bueno sino dejaríamos de ser ...
Internet ha aportado gran pluralismo a la sociedad, de modo que ahora no es fácil manipular (como con Urdaci) y periódicos otrora sectarios y manipuladores se han vuelto plurales y apetece leerlos.
RépondreSupprimerAntes la sociedad estaba bipolarizada entre la Ser y la Cope, entre País y Mundo, entre Cebrianes y Pejotas. Y ahora sin embargo hay multilateralidad, festival de información y debate; de modo que estos medios han tenido que abrirse pues la gente no baila a su soniquete, ya que el pueblo no es mono- ni bimeuronal, sino plural y poliédrico.
También la sociedad es crítica, y ahora Bush no osaría perpetrar el ataque iraquí (como Obama no se ha atrevido a atacar Siria) porque la opinión pública mundial no se lo permitiría.
La cuadrilla Eta ha tenido que jubilarse pues ha desaparecido su terrible "omertá" sobre el pueblo vasco, y en Cataluña el mesianismo iluminado de Mas tiene sus días contados.
Ya no hay sitio para "santones", carismáticos, "salvadores de la patria". Ahora es el pueblo anónimo y anodino, la santa media mediocre, quien manda en el mundo.
Finalmente los secretos de Estado, como se ha visto con Wikileaks o Banco Vaticano, tienen sus días contados.
Lo llaman Internet pero su verdadero nombre es Esperanza.
Sandra Suárez
Pues por no habiendo sitio para santones, salvadores y carismáticos en general, seguimos todo el santo día con los que claman su dolor por la patria que llevan en el corazón y que, claro, les duele.
SupprimerSi La Razón y el ABC, por ejemplo, que llevan a España en sus más íntimas entrañas dándoles severos retortortijones, olvidaran de una vez por todas el concepto de unidad de destino universal (que nadie sabe qué c... significa) quizá sería cierto que podrían hacer apetible su lectura. Pero llevan la patria en el miocardio...
¿ETA se ha amansado gracias a internet? Me deja vd. estupefacto, Sandra.
SupprimerQue los contenidos circulantes por las redes sociales son, en el mejor de los casos, la apoteosis de la mediocridad es un hecho evidente. Otro asunto es que la instauración de esa dictadura del término medio pase por ser la panacea democrática. Y no estamos hablando de Internet como recurso, que es sin duda necesario, sino de su torpe utilización por una parte considerable de esa medianía deificada. Yo no tengo Facebook porque no me sale visceralmente tenerlo, pero no pongo en cuestión que los demás lo tengan. Sin duda es útil en determinados casos, por motivos profesionales o de otro tipo. Aunque la franja “otro tipo” puede ser un cajón de sastre en el que quepan las motivaciones más discutibles. Sí he tenido ocasión de acceder, circunstancialmente, a algún “patio de vecinos” virtual y…, ¡benditas sean las corralas de principios del siglo pasado! Ah, y también, de paso, nuestras loas y recuerdo emocionado al papel de carta, los buzones y el cartero.
RépondreSupprimerLo que es muy malo es hacerse mayor e intentar disimularlo.
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