ES este un asunto que apasiona a todo el mundo por razones diversas. Nosotros vivimos en la del Conde de Xiquena. Si se hiciera una encuesta entre los vecinos, seguramente nadie recordara nada de ese político. Ni internet sabe por qué se le dio, quitándole el que llevaba desde el siglo XVIII, de las Salesas. Tampoco sabe uno cuándo empezó la costumbre de traficar con el nombre de las calles, verdadera simonía municipal, política, popular. A mediados del siglo XIX, en pleno romanticismo, empezaron estos cambalaches, gran herramienta para fabricar mitos. Digámoslo sin ambages: el conde de Xiquena es un mito, y a estas alturas no es nadie. Si se le quitara, no lo echaríamos de menos. Algunos incluso agradeceríamos que devolvieran a nuestra calle su nombre primitivo, recuerdo del monasterio de las monjas Salesas, hoy Tribunal Supremo.
El comisionado de la Memoria Histórica, nombrado por un acuerdo del Ayuntamiento de Madrid para aplicar la ley conocida con ese mismo nombre, ha justificado el cambio del que llevan 27 calles de la capital y propuesto los que podrían sustituirles. A los netamente franquistas (Millán Astray o del Caudillo) podría sustituirles Barea, Chaves Nogales o Neville. Lo más llamativo ha sido que las críticas o reservas que ha tenido nuestra propuesta nunca, en ningún caso, las propició el nombre quitado, sino (y sólo en un caso), el que se ha propuesto. Eso hemos avanzado: hay unanimidad en que Millán Astray no merece una calle, cuando hace cuarenta años lo impensable hubiera sido el intentar quitársela a ese energúmeno que gritó “¡Viva la muerte! ¡Muera la inteligencia!” en un conocido altercado con Unamuno, al comienzo de la guerra civil. Por lo demás es razonable que alguno se pregunte: ¿Vale la pena quitar y poner nombres a las calles? ¿Dentro de cien años recordará alguien a Barea o Neville, o serán como Echegaray y Tamayo y Baus?
Uno de los más bonitosy memorables nombres de calles en Madrid es el de la céntrica del Desengaño, en cuyas aceras tiene lugar desde hace años la más sórdida prostitución callejera. Como ese, quedan en España unos miles (altos, sonoros y significativos, que diría don Quijote) en calles que a este paso irán desapareciendo. ¿Hacemos bien? (continuará)
[Publicado en el Magazine de La Vanguardia el 28 de agosto de 2016]
Sí. Porque en el hecho de ponerse de acuerdo para dar el nombre a una calle, quitándosela de paso a quien no consideramos merecedor de ser recordado, están presentes los valores que se quieren honrar y compartir como sociedad, y, aunque nadie recuerde con el tiempo quiénes son esos nombres a que están dedicadas las calles, sobre esos acuerdos terminarán sustentándose otros futuros.
RépondreSupprimerAcabo de leer "Armas y letras". Muy interesante. Gracias.
RépondreSupprimerLas joyas son mucho más que interesantes.
SupprimerEn la calle del Desengaño puso Goya a la venta su primera serie de grabados, los Caprichos, en una tienda de perfumes. Espero que nunca pierda su nombre.
RépondreSupprimer¡ Mucha suerte a la Comisión de Madrid! Victoria.
El tiempo es la mejor medicina para curar las heridas del corazón. El paso del tiempo, argumentaría cualquier ciudadano decente cuando ochenta años después alguien le reclamara un deuda de su abuelo. Las agujas del reloj las movió el irresponsable ZP para granjearse rentas electorales. El tiempo hace que sea inoportuno retirarle la placa a Muñoz Grandes y verdaderamente lamentable sustituirla por un nombre tan absurdo y retador como La Charca Verde. Se conoce que la imaginación de los comisionados no encontró nada que no produjera agravio.
RépondreSupprimerPerdón, actualmente no es la plaza de Muñoz Grandes, sino de Arriba España.
RépondreSupprimerPerdón, actualmente no es la plaza de Muñoz Grandes, sino de Arriba España.
RépondreSupprimerPara 27 nos sobran con los ex presidentes USA, creo que Madrid se merece figuras de relumbrón en su callejero.
RépondreSupprimerTiene gracia la prisa que les ha entrado ahora a algunos con este asunto cuando, gobernando el PSOE (de Felipe González y Alfonso Guerra) durante 14 años (1982-1996), se mantuvieron las monedas con la imagen de Franco y la mención "Caudillo de España por la gracia de Dios".
RépondreSupprimerEstas monedas (de 1 pta, de 5 ptas, de 25 ptas, etc) seguían en circulación abundamentemente.
Mis amigos extranjeros se sorprendían mucho.
Quienes tengan la edad suficiente para recordar podrán confirmarlo.
Tales monedas con la efigie de Franco siguieron circulando, en vigor y curso legal, hasta el año 2002, cuando la peseta fue sustituida por el euro.
Y nadie -ni en el PSOE, ni curiosamente tampoco en el PCE o IU- parecía quejarse por ello.
Sandra Suárez
Me temo que, en este asunto de las calles, cada cual ve sólo lo que quiere ver. No hace mucho, un escritor amigo, de ideas muy conservadoras, se quejaba por ello, y ponía como ejemplo la calle (en Madrid) "Mártires de Paracuellos", que había leído alguien tenía intención de renombrar, lo que le parecía mal. Yo le hice ver que entendía que esas víctimas bien merecían que se las recordase; pero que no lo merecían menos las del bombardeo (contra población civil) de Figueras, donde murió la primera mujer de Ramón Gaya, Fe Sanz; o las de Guernica, o Badajoz, o Málaga, o tantas otras. Y que el problema era ése: no el recordar a unos, sino el olvidar deliberadamente a otros, el nombrar de un modo descaradamente sectario, propagandístico, no para celebrar la paz, sino la Victoria, que es cosa muy diferente. Y eso es lo que habría que corregir. O todos o ninguno; pero no exaltar a "los nuestros" para condenar (aún más) al olvido a "los otros". Que es lo que ha pasado durante tres cuartos de siglo. Ya es hora de que eso cambie; no para exaltar ahora a los ninguneados y ningunear a los exaltados, sino simplemente para hacer justicia: con todos, que bien lo merecen. Y más especialmente los olvidados durante tanto tiempo.
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