Así como los rascacielos modernos están diseñados para neutralizar los efectos de los seísmos, los puentes colgantes lo están para amortiguar las acometidas del viento, pero a veces ni siquiera es preciso que este sople con demasiada fuerza para llevar al puente a lo que los ingenieros llaman “efecto resonancia”. Basta con que el viento sople de una manera especial, constante o a rachas, potenciando y acompasándose con las primeras oscilaciones, para que el puente, mecido al principio como una cuna, olvide las leyes de la física y empiece a descoyuntarse de una forma epiléptica. Hay abundantes ejemplos tan asombrosos como aterradores en Youtube. Escriba “puentes en resonancia” y aparecerá una colección impresionante donde escoger. El final de un puente cuando ha entrado en resonancia, es imprevisible, como un monstruo al que han despertado fuerzas desconocidas: en unos casos se va sosegando poco a poco, pero en la mayoría el puente acaba rompiendo los tirantes de acero que lo sostienen y cayendo al vacío en mil pedazos.
Que España ha entrado en resonancia es cosa evidente. Todo empezó de una manera imperceptible. Las cifras subían y bajaban al principio de una manera acompasada, como una bailarina en punta de pies: un día subía un poco la bolsa, al otro bajaba, al otro subía, al otro bajaba, y así con todo, la prima de riesgo, los parados, los precios, la inflación..., más o menos como El lago de los cines. Hasta el día de hoy en que, fuera ya de control, la realidad se muestra ingobernable, convulsa y aterradora, tal y como imaginamos Una noche en el Monte Pelado. ¿Qué hacer?, nos preguntamos unos a otros por decir algo. Esperar que amaine el viento, y poco más, mascullamos amedrentados. ¿Protestar? ¿A quién, de qué, para qué? ¿A los banqueros, por ladrones? ¿A los políticos, que hemos votado todos? ¿De que pedimos prestado lo que no podríamos devolver, de que nos lo hemos gastado de una manera insensata?
Por otro lado no puede asegurarse que nadie parezca saber lo que está sucediendo ni adivinar lo que ocurrirá. Leemos artículos de gente experta, escuchamos a premios Nobel de economía y otras instancias respetables, y ninguno se pone de acuerdo, como si también ellos hubiesen entrado en su propia resonancia mental, pues parecen decir lo primero que se les ocurre. Por si fuese poco, el efecto resonancia lleva aparejado otro, no menos misterioso: el efecto hipnótico; mientras ese puente da bandazos a uno y otro lado, fuera de control, es imposible apartar la vista de él, si acaso la tempestad no nos sorprendió cruzándolo. Es lo que ocurre a todos esos millones de alemanes, holandeses, franceses y demás, que miran el espectáculo con las manos en los bolsillos, a este gigantesco puente que une el océano Atlántico y el mar del Egeo, atravesando Portugal, España, Italia y Grecia. ¿Qué ocurrirá? ¿Recuperará su estabilidad, se vendrá abajo? Sólo podemos asegurar que las grandes catástrofes de la historia se anunciaron siempre por un pequeño movimiento, casi de ballet, que no supimos reconocer sino cuando ya era tarde.
[Publicado en el Magazine de La Vanguardia el 12 de agosto de 2012]
La solución es un nuevo período constituyente en Europa y una mayor unificación.
RépondreSupprimerTotalmente de acuerdo. No tiene ningún sentido que cada Estado tenga una legislación fiscal distinta, una legislación mercantil diferente, una legislación laboral heterogénea, etc.
RépondreSupprimerHay que ir decididamente a los Estados Unidos de Europa, con las grandes leyes civiles, mercantiles, tributarias y laborales rigiendo en todo el continente europeo.
El poder legislativo debe residenciarse en el Parlamento Europeo, y el poder ejecutivo en la Comisión Europea.
Los actuales Estados deben ser una guisa de subdelegaciones del poder europeo. Y por supuesto, en España las Comunidades Autónomas han de desaparecer.
Por cierto, hoy en ZuMo dE pOeSíA publicamos un poema del Sr. Trapiello.
RépondreSupprimeres un poco, creo, como cuando la caida del Sacro Imperio Romano de Occidente, apocalipsis now. Y sin embargo la vida seguirá. China despertó y quizás nos marque a todos la pauta y la ópera.
RépondreSupprimerApropiada metáfora de la infernal dinámica de un desastre que adquiere creciente virulencia autoaliméntandose de los estragos causados por su propio poder destructivo.
RépondreSupprimerEl enorme poder de persuasión de las metáforas, de hacer que se interiorice una idea simple de forma instintiva y con mayor fuerza y profundidad que la racionalización, las convierte en instrumentos adecuados para “concienciar” a la población.
Así, frente a la imagen de un sólido puente zarandeado y amenazado por el derrumbe ante el diabólico empuje de unos vientos que en principio pudiéramos suponer desdeñables para comprometer su estabilidad, se ha impuesto otra metáfora cuya idea simple y clara interesa que se asuma por la población, especialmente receptiva a los conceptos médicos y de salud.
Todos hemos oído hablar de la metáfora del enfermo gravemente aquejado por una dolencia que debe aceptar resignado la amarga ingesta de brebajes inmundos que le provocarán además una alta y angustiosa fiebre pretendidamente reparadora y saludable.
Esta metáfora del enfermo que debe someterse a drásticos remedios curativos está siendo especialmente divulgada por quienes creen y siguen la política económica de recortes y austeridad pura y dura impulsada, o impuesta, por Alemania.
Lo cierto es que la fiebre reparadora no parece tener fin (y ya llevamos cuatro años de calenturas) y ha llevado al enfermo a tal estado de debilidad que se da por hecho que cuando finalmente (algún día será) se le pueda dar el alta médica, quedará con tales trabas y secuelas originadas por el duro tratamiento al que fue sometido que le impedirán volver a la plenitud y lozanía que tuvo antes de su postración.
Más adecuada me parece la metáfora del puente, pues opino que si en el origen de la crisis, cuando soplaban vientos que empezaba a conformar esa frecuencia diabólica que ha provocado la incontrolable resonancia actual, se hubieran adoptado otras decisiones políticas y económicas no nos veríamos ahora en la vertiginosa tesitura en que nos encontramos zarandeados por fuerzas que escapan a nuestra voluntad y nuestro control y causantes de un sufrimiento injustificado e injustificable.
Por lo que he leído por ahí, al parecer estamos en lo que los expertos económicos llaman un “círculo vicioso” y mi abuela llamaría, utilizando otra metáfora, “desnudar un santo para vestir a otro”. Desnudamos al santo del crecimiento económico para vestir al santo del déficit público del 3%.
Aunque Rajoy diga que lo hace por convencimiento o fe en el santo del déficit público cero, creencia legítima en su credo económico liberal, lo cierto es que pienso que ni a él mismo se le escapa que más nos valdría a los españoles encomendarnos al santo del crecimiento económico que estamos desnudando antes que al patrón del déficit cero venerado en los altares de los neoliberales alemanes.
El Sistema admite correcciones no una solución . El dinero no circula , está en muy pocas manos y el consumo es la gasolina del capitalismo . Urge prohibir el atesoramiento de dinero ( decenio de talego para quien se quede con más de 3 millones de € , una ley que debería ser adoptada en todo el mundo ) .
RépondreSupprimerNingún pais eludirá el cataclismo , Alemania tiene los pies de barro y en la antigua Prusia empezó la crisis que originó la guerra del 14 , el crack de la bolsa de NY y posteriores guerras
El antídoto de Marx no funciona , falló la mano humana . Creo que el desarrollo del cerebro humano va por la senda de la supervivencia y egoísmo y no por el desarrollo de la bondad , compasión y solidaridad . Estamos hechos para destruir más que para crear . Cierto que hay una especie de telepatía y unión ante un negro panorama , por eso el 15 M ha tenido mucho más éxito como abstracción que por sus hechos , concienciar es clave para generar confianza y corregir el rumbo
Chao
Y también asusta escuchar a los comentaristas de las tertulias de radio y televisión, cuando dicen que la actual situación de Europa se debe a una imposición solapada de las doctrinas calvinistas, o a que Alemania trata de ejercer el dominio que no pudo conseguir en la Segunda Guerra Mundial. Quién sabe del subterráneo poder político-financiero de la Unión Europea, que parece estar únicamente en manos de subastadores y mercaderes.
RépondreSupprimer¡Cómo va a dejar uno de lavarse las manos! (Ni hace falta ser Macbeth ni pensar en la muerte).
RépondreSupprimerEstos paises son grandes culpables ya que pusieron los medios y se llevaron su comisión
RépondreSupprimerGroucho en Sopa de ganso : " No permitiré injusticias ni juego sucio, pero, si se pilla a alguien practicando la corrupción sin que yo reciba una comisión , lo pondremos contra la pared y daremos orden de disparar "
saludos
La historia resumida de este temblor perpetuo, tal y como yo la veo, es simple, como simples son, he de reconocerlo, mis conocimientos de economía. Pero algo he leído por ahí y según esto pienso que la avaricia y la irresponsabilidad ocasionaron un enorme endeudamiento privado, es decir, de bancos, empresas y familias, imposible de asumir cuando estalla la burbuja financiera e inmobiliaria que lo posibilitó. Los Estados deben rescatar al sistema financiero, corazón del sistema circulatorio del capital que mantiene saludable nuestra estructura económica. Ello origina que el déficit público se dispare hasta cotas que son duramente penalizadas por los mercados mediante intereses por los créditos que resultan inasumibles a medio plazo. Se impone entonces una reducción del déficit público mediante recortes y austeridad en el gasto y mayor recaudación en impuestos que originan primero una parálisis del crecimiento económico y posteriormente una recesión. Cierran empresas, aumenta hasta niveles intolerables el paro y como consecuencia hay un aumento lógico de la morosidad (mayores problemas para bancos ya endeudados) y también una inevitable caída en la recaudación de impuestos, con lo que los objetivos de déficits no se alcanzan y se vuelven a aplicar más duras medidas de austeridad y recortes cuyos efectos vuelven a ser los mismos. Y así indefinidamente ¿hasta cuándo? Hasta que los bancos españoles paguen el último céntimo de euro que deben a los bancos alemanes y el crédito pueda volver a fluir en el sistema económico español. ¿Los costes? De momento sufrimiento y miseria para los más desprotegidos. Esperemos que los costes políticos no vayan más allá de los previsibles desgastes de los gobiernos de turno.
RépondreSupprimerEn definitiva esta parálisis e impotencia del gobierno español viene como consecuencia de nuestros compromisos con una UE económicamente asimétrica formada por países con intereses económicos divergentes cuando no antagónicos a la hora de implementar medidas para salir de la crisis. De momento estamos haciendo lo que interesa a la economía alemana, pues su paro no supera el 6%, con políticas que en ningún caso generarán empleo y crecimiento económico en España. Esto, pienso, es tan claro como que dos más dos son cuatro.
El suyo es un análisis un tanto ingenuo, y perdone mis palabras. Esta es una recesión clásica, está en todos los manuales de Economía, y su solución es bien conocida desde hace décadas. Otra cosa es que se pretenda solucionar. Ahí entran los intereses mezquinos de algunos países y las mentiras de los medios de comunicación al servicio de quien paga.
RépondreSupprimerEl puente, señor Trapiello, lo están zarandeando para recoger los pocos duros que caigan, no es el viento quien lo zarandea.
Mientras sigamos sin protestar, como usted propone, nos seguirán esquilmando.
Y por cierto, se dice "inflación", no "inflacción".
En la playa de la Malagueta. Hoy mismo. Charlan dos señoras… populares (decíase). De las medusas a la política. La bajita del bañador negro habla bien alto. En absoluto le importa que bastantes frustrados bañantes se enteren de lo arrepentida que está de haber votado al “baboso ese de Rajoy”. Y con uno de los dos siguientes juegos de palabras, u otro parecido, continúa: (Aunque el Delaldaba, o el Queseacaba), “el otro, al que yo le digo Cara de Rata…”
RépondreSupprimerIntrascendente. De escena tan simple alguien menos ayuno de sociología política que yo tal vez podría deducir algo lógico. No sé cómo ni por qué, absurdamente, a mí las primarias palabras de esta señora me llevaron a pensar que siquiera una mijilla algo podría estar empezando a moverse hacia un cambio justamente no sólo de palabra; menos formal, menos falso.