"EN un catálogo de pueblos que se quiera universal, El Infierno o Los Infiernos son fundamentales", nos dice nuestro amigo Juan Ballester, en el correo que acompaña esa foto. Lo reseñable de esta es el lugar donde parece sugerir que están esos infiernos. Así lo señala también la flecha: en el cielo.
Foto: Juan Ballester |
Deliciosa fotografía donde lo celestial y lo rural contrastan sin estorbarse.
RépondreSupprimerCada uno que siga el camino que desee.
Al final del camino rural aguarda Obama disfrazado de Caronte para llevarnos remando a Guantánamo.
RépondreSupprimerEl cielo
RépondreSupprimerAutopista
“Así en la tierra como en en cielo”.
RépondreSupprimerEstas dos citas a nadie le harán daño:
“(...) Dice el Gran Kan: ―Todo es inútil si el último fondeadero no puede ser sino la ciudad infernal, y allí en el fondo es donde, en una espiral cada vez más estrecha, nos sorbe la corriente.
Y Polo: ―El infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquel que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio.”
“(...) No es feliz la vida en Raissa. Por las calles la gente camina torciéndose [retorciéndose] las manos, impreca a los niños que lloran, se apoya en los parapetos del río con las sienes entre lo puños, por la mañana despierta de un mal sueño y empieza otro. En los talleres donde uno se aplasta en todo momento los dedos con el martillo o se pincha con la aguja, o en las columnas de números torcidas de los negociantes y los banqueros, o delante de las filas de vasos sobre el estaño de las tabernas, menos mal que las cabezas agachadas te ahorran miradas torvas. Dentro de las casas es peor, y no hay que entrar para saberlo: en verano las ventanas aturden con peleas y platos rotos.
Y sin embargo, en Raissa hay a cada momento un niño que desde una ventana ríe a un perro que ha saltado sobre un cobertizo para morder un pedazo de polenta que ha dejado caer un albañil que desde lo alto del andamio exclama: ―¡Prenda mía, déjame probar!― a una joven posadera que levanta un plato de estofado bajo la pérgola, contenta de servir al paragüero que celebra un buen negocio, una sombrilla de encaje blanco comprada por una gran dama para pavonearse en las carreras, enamorada de un oficial que le ha sonreído al saltar el último seto, feliz él pero más feliz todavía su caballo que volaba sobre los obstáculos viendo volar en el cielo a un francolín, pájaro feliz por haber sido liberado de la jaula por un pintor feliz de haberlo pintado pluma por pluma salpicado de rojo y amarillo en la miniatura de aquel libro en que el filósofo dice: «También en Raissa, ciudad triste, corre un hilo invisible que enlaza por un instante un ser viviente a otro y se destruye, luego vuelve a tenderse entre puntos en movimiento dibujando nuevas, rápidas figuras de modo que a cada segundo la ciudad infeliz contiene una ciudad feliz que ni siquiera sabe que existe».”
“Las ciudades invisibles”, ÍTALO CALVINO.
"Para un escritor, la situación de crisis (…) es la única situación que da fruto, que permite el contacto con algo verdadero, que permite escribir justamente aquello que los hombres necesitan leer, aunque no se den cuenta de que lo necesitan”. (También Ítalo Calvino).
SupprimerEl infierno somos nosotros cuando esos hilos invisibles que nos unen a la realidad se cortan o simplemente se ignoran.
SupprimerEn este sentido podría decir Canetti:
"Aprender otra vez a hablar. A los cincuenta y siete años aprender no un idioma nuevo, sino aprender de nuevo a hablar. Tirar por la borda los prejuicios, aunque al final no nos quede nada. Leer otra vez los grandes libros, no importa si los leímos o nunca los leímos. Escuchar a la gente sin dar consejos, sobre todo a la que nada tiene que enseñarnos. No reconocer jamás a la angustia como un medio para la realización. Combatir a la muerte sin proclamar el combate. En una palabra: valor y justicia".
―Y ahora jubilados ¿qué vais a hacer?
Supprimer―Pues... deshacer.
Muy bueno lo de Calvino, la primera vez que lo leo , está claro que tal como vamos hay que ser autodidactas sin fin , aunque siempre se aprende de los demás , sobrevivir requerirá cada vez más esfuerzo y ser más listos .
RépondreSupprimerParece un buen sitio para un campo de trabajo para corruptos , ya tenemos el letrero y el suficiente número de personas para que sea productivo
Es fama entre los lingüistas que los topónimos son fósiles, esto es, reproducciones de un estado por el que la lengua pasó en un momento dado de su evolución: así en el caso aportado, donde "infiernos" retrotrae a su primer significado de lugar bajo, inferior, todavía sin connotación alguna - esas connotaciones que por tora parte y como muestran los comentarios a la fotografía, se hallan en el origen de toda literatura.
RépondreSupprimeratentamente
Lo curioso es que hay carteles que anuncian el desvío hacia esa pedanía cercana a San Javier, en la autovía del Mar Menor, con la flecha en sentido contrario. Aquí la prueba: http://letraclara.blogspot.com.es/2013/08/la-ruta-natural.html.
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