“EL tiempo también pinta”, decía Goya. Se refería a la pátina que acaba poniéndosele a las pinturas viejas, eso que los gitanos del Rastro llaman “época” de una manera tan mercantil como poética. Las cosas con época tienen en general un valor añadido del que carecen aquellas recién nacidas o acabadas de sacar del molde. Llevando la frase de Goya un poco más lejos, diríamos lo mismo de casas, bronces, estatuas, hierros, monumentos, ciudades.
La Plaza del Grano de León es una de las más bonitas de España. Con su aire provinciano, recoleto, agropecuario, podría ser de cualquier siglo y cualquier parte: en cuadro y con unas casas viejas más o menos artríticas, unos torcidos soportales, una fuente carolina en el centro, a la que sombrean dos altos árboles, una ermita y... poco más. Bueno, sí: un pavimento único, el que precisamente le da a toda ella su carácter excelso. Ese pavimento es ahora causa de enconado litigio. Por un lado, los municipales, tratan de acabar con él levantándolo y corrigiendo sus jorobas para evitar, dicen, resbalones, tropiezos, descalabros; y por otro, miles de vecinos en pie de guerra. Estos, con harta experiencia en alcaldadas y embustes se niegan con ejemplar tesón, defendiendo su derecho a recordar en nombre de las hierbas. ¿Qué hierbas? Las pequeñas, sin nombre, milagrosas, espontáneas que crecen en las llagas de esos cantos rodados, y que proporcionan al conjunto de la plaza un aire secular y ese misterio gótico que tienen los milagros de antaño. En cuanto desaparezcan las hierbas (sustituidas por cemento) acabarán con su misterio, que es como decir que acabarán con su poesía.
Sucedió hace algunos años con aquella maravillosa Alameda de Hércules en Sevilla, que tenía el pavimento de albero. En verano se regaba y subía de la tierra frescor y perfume inigualables. Sucedió también con el viejo Museo romántico de Madrid. Lo primero que se cargaron con su reforma fue la pátina, o sea, el romanticismo. Alguien hizo un gran negocio. En tal lugar talan unos árboles, en aquel otro desvían un río o tiran un viejo caserón, y aquí acabarán con la Plaza del Grano, que nada les ha hecho. Y llegados a este punto, sólo cabe la clásica pregunta de novela detectivesca:¿a quién beneficia el crimen? La respuesta adecuada explicaría grandes cosas.
[Publicado en el Magazine de La Vanguardia el 26 de marzo de 2017]
Además, es importante que en algún lugar la actual generación pueda ver cómo eran los suelos (los empedrados) de las ciudades antes de que generalizadamente se asfaltasen. Ya quedan muy pocos sitios dónde esto pueda contemplarse. Ello nos lleva a creer que en nuestros pueblos y ciudades siempre hubo pavimento asfáltico en las calzadas y aceras, cuando esto es relativamente reciente.
RépondreSupprimerEl pavés antiguo es arte, arte puro y duro; ahora no saben ponerlo y lo tienen que quitar a los pocos meses, en mi pueblo lo pusieron hace dos años y se hundió, la gente se caía y los coches iban a trompicones, fue un escándalo que está en los tribunales, costó un dineral y a los 6 meses se cubrió de asfalto, ni siquiera se recuperó el adoquinado . En Salamanca han talado miles de encinas para que una mina de uranio prospecte, la balsa para residuos ya está hecha, parece que esta zona de España sea la heredera espiritual del caudillismo y se les ha tomado por tontos, son muchos años de peperismo y los corruptos y cacos campean con chulería e impunidad,
RépondreSupprimerSi no he entendido mal (pero puede que sí), ese tipo de suelo de la Plaza del Grano se denomina técnicamente macadán, y tenía la virtud de ser una mixtura de suelo natural y artificial, suelo de antes y de ahora.
RépondreSupprimerDesde que inventaron el asfalto se han cometido todo tipo de atrocidades en aras de ese progreso paleto que oculta los vestigios de la historia. El asfalto es negro todo él, como el mal o el pecado. En cambio, a diferencia de lo que ocurre en León, en Madrid nuestra regidora debe ser como mínimo del opus, a tenor del lamentable estado de nuestras calles, a donde el presupuesto municipal por lo visto no llega para bachear y evitar así que nuestros hijos motoristas se descalabren.
Estos son capaces de asfaltar Pompeya.
RépondreSupprimerHay grandes plazas en el mundo construidas para celebrar el poder de los príncipes o la riqueza de los comerciantes, Campo dei Miracoli, Plaza de San Marcos, Grande Place de Bruselas... Pero no hay tantas para enseñar al mundo, con toda modestia, el modo de vida antiguo de las gentes humildes, su devoción en la diminuta ermita, su contenida alegría en la austera taberna, su paseo bajo los soportales sostenidos por frágiles columnas, sin pretensiones.
RépondreSupprimerEs una desgracia muy grave que se pierda la Plaza del Grano. La descubrí una Semana Santa de hace bastantes años, caminé sobre su pavimento de cantos rodados asentados a mano sobre el suelo, sobre la tierra vegetal, y entre los cantos brotaba un césped de gramíneas y ranúnculos que creaba un precioso manto verde, inolvidable, el suelo de la Plaza. Era todo un placer estético, un gozo para los sentidos caminar por esa alfombra entre campestre y urbana, tanto que la posible incomodidad de los cantos se olvidaba pronto.
Algo va mal si una mayoría de sensibles es derrotada por una minoría de interesados, porque quiero pensar que la mayoría es de sensibles. Si no lo es, entonces estamos democráticamente perdidos. Y si lo es, será difícil que se nos vaya de la cabeza el revoloteo de posibles comisiones, favores o negocios redondos. Vamos teniendo mucha experiencia.
¡Ay, la Alameda de Hércules!
RépondreSupprimerDeduzco que el canto rodado no es mazacan, mi padre hizo un mural de canto rodado y lo tengo por artístico, tiene 2 metros cuadrados y lo restaure por 20 euros , mano de obra incluida. Mazacan debe ser el que ponen ahora color teja, que son todos los adoquines iguales. El canto rodado es artesanía , al igual que los muros de piedra que crea un cantero, son oficios casi extinguidos que requerían creatividad y manualidad.
RépondreSupprimerNi mazacan ni mazapán, sino macadan
SupprimerYa pueden andar con ojo los defensores de la plaza frente a los entusiastas del hormigón. En cuanto se descuiden les acusarán de escraches, de acoso, de calumnias y les caerán disuasorias multas gubernativas. Calificar a los destructores del Patrimonio de desaprensivos está muy mal visto. El gran Manuel Alcántara dejó escrito, en un contexto diferente pero similar:
RépondreSupprimer""
Llamar ladrones a los que roban... ¡A semejantes calumnias podíamos llegar!
""
Un genio, Manuel Alcántara. Y no suficientemente conocido.
Muy cierto. Cuando aquel líder, Gorbachov, metió a Rusia en la perestroika, Alcántara escribió que entrábamos en un periodo de incertidumbre, pues nadie sabía "los planes que Gorbachov tenía en un lugar de la mancha". (Seguramente AT conozca este quijotesca y oportunísima ocurrencia, pero los jóvenes quizás no sepan siquiera que Gorbachov tenía una mancha oscura en la frente y parte de la calva).
SupprimerLa Plaza Mayor de mi pueblo tenía un pavimento a base de guijarros de cuarcita puestos de canto, que conformaban elementales diseños de aros concéntricos, estrellas y espirales. Un mal día, la docta corporación decidió levantarlos y sustituirlos por otros mejor nivelados y de disposición semejante. Empezaron las obras y el contratista, que no debía de tener idea de aquella artesanía del canto rodado ornamental, mandó colocarlos... de panza. Cuando los ediles reaccionaron -en realidad alertados por las protestas de la gente- ya tenían pavimentada casi media plaza. Y llegó el concejal y mando a parar.
RépondreSupprimerCoincidió que de aquella estaba programada las visita del entonces Príncipe de Asturias. Saltaron las alarmas edilicias y se dictó la consigna de que aquello (que llevaba demora porque la chapuza hubo de ser enmendada) tenía que acabarse pitando, que la visita principesca estaba al caer y...
Pues que la brigada de obreros se dedicó apresuradamente a pavimentar los metros lindantes con la Casa Consistorial, que resultaron sin ninguna belleza formal pero con cierto aseo de la técnica. El resto podía esperar a que el rebufo de los coches oficiales que se iban se fuera diluyendo en la brisa marina (fue en un pueblo con mar, que diría Sabina). Y hoy podemos admirar cómo quedó el espacio urbano más noble de la ciudad: una franja de unos pocos metros de guijarrería colocada con cierto decoro y el resto de la plaza un desastre irregular de cantos rodados mal avenidos entre sí, apretados unos y holgados los otros, entre los que la lluvia se acumula y los tacones de las damas sufren lo indecible..
Cosas de la pleitesía.
PS.- Saludos a José Cancio.
Con afecto devuelvo esos saludos. Estamos mejor aquí que allí...Creo yo.
SupprimerLa vía Apia ahí sigue,con muchos tramos intactos.
RépondreSupprimerUno de ellos, visible a través de una cristalera en el suelo de un McDonald's, al sur de Roma. Incluido el molde de tres cadáveres que se encontraron también por azar, al excavar para construir el restaurante.
No haré interpretaciones ni chistes fáciles.
http://www.abc.es/cultura/abci-descubren-tramo-apia-romana-mcdonalds-201702241419_noticia.html