25 juin 2018

Cartas de España

JOSÉ Blanco White,  cura y relapso, fue desde su juventud un hombre con inclinaciones literarias. Su padre, un comerciante inglés afincado en Andalucía, Mr. White, tiñó su apellido para mimetizarse con el color local, y el Blanco lo heredó su hijo. Cuando este ahorcó la sotana y emigró a Inglaterra, donde vivió hasta su muerte, desempolvó el White pero no renunció al Blanco, pues al contrario que su padre, le importaba recordarse y recordar a sus nuevos paisanos quién era y qué hacía tan lejos de casa un antiguo papista como él. A partir de entonces hizo de su lucha contra la iglesia de Roma, sus dogmas, los jesuitas y el oscurantismo religioso español, el centro de su vida, y como los de la iglesia de Inglaterra le parecían mejores y más finos, se hizo ministro anglicano. Escribió mucho. Entre sus obras, unas Cartas de España, que ha leído uno estos días.

Ni que decir tiene que Blanco White, uno de los grandes heterodoxos españoles, ha sido utilizado durante doscientos años por aquellos que buscaban argumentos para demostrar nuestro secular cerrilismo, origen de todos los males de la nación española. Leídas dos siglos después, ¿prueban estas cartas algo al respecto? Sí, lo mismo que probaron, respecto de Inglaterra, los escritos de Swift o los diarios de Pepys: en todas partes cuecen habas.

Las cosas que le escandalizan principalmente, la Inquisición, la reclusión forzada y de por vida de muchachas en conventos o la vida disipada e hipócrita del clero y de las cortes de Carlos IV y Fernando VII, no nos parecen diferentes de las que Stendhal contaba, por los mismos años, a propósito de la depravación que sumía al clero de Italia o del cerrilismo de la nobleza provinciana en Francia. Se ve que todos tendemos a magnificar la época que vivimos, pintándola con trazos dramáticos, aunque sólo sea para asignarnos en el drama un papel a la altura. Oímos de España en estos tiempo cosas que le dejan a uno atónito (“la más devaluada democracia de Europa” sería la más leve), pues le obligan a uno a mirar a sus vecinos y comparar. Estas Cartas de España están muy bien, son entretenidas, hay en ellas impagables detalles exactos, pero tienen ya de España lo que los terroríficos cuentos de las Mil y una noches tienen de reales. Sólo siguen leyéndose porque son literatura. Por suerte.

   [Publicado en el Magazine de La Vanguardia el 24 de junio de 2018]

11 commentaires:

  1. Pedro Álvarez.25 juin 2018 à 13:26

    En cambio los diagnósticos de Ortega continúan hoy vigentes, a pesar de haber transcurrido casi un siglo desde su formulación y hasta una guerra civil.

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    1. Pues si los diagnósticos siguen vigentes para usted, que usted los disfrute. Yo creo que no fueron vigentes NUNCA, ni en vida del "filósofo". Ortega fue siempre un gran escritor, eso no se discute, pero un filósofo mediocre que apenas explicó nada (no alcanza ni la estatura del francés Alain) y más bien se dedicó a intentar "épater", con aquella pseudo-superioridad suya que no era sino pedantería y petulancia (tan frecuentes en el hombre petiso y físicamente desfavorecido). Si sus admiradores se hubiesen limitado a considerarlo gran escritor (a lo que no llegó su epígono Julian Marías -por no hablar de la secuela biológica del epígono) habría general acuerdo. Pero eso de "analista" es que ya da vergüenza ajena.

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    2. Pedro Álvarez.28 juin 2018 à 12:28

      Qué Ortega fue un filósofo mediocre dolo lo puede decir alguien como el tapado Fuentes.

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    3. Dice Borges, acerca de Ortega, que "El buen pensamiento de José Ortega y Gasset queda obstruido por sus laboriosas y adventicias metáforas. Ortega puede razonar, bien o mal, pero no imaginar. Debió contratar como amanuense a un buen hombre de letras, un “negro”, para que escribiera sus libros".
      Como K. pùede ver, si sus prejuicios se lo permiten, NO ES CIERTO que su (supuesta) condición de "gran escritor, pero filósofo mediocre" sea algo que "no se discute", sino al contrario: algo que sí discuten gentes, como Borges, cuyo juicio literario me permitirá que estime algo más que el suyo.
      Quizá lo de la "vergüenza ajena" debiera usted aplicarlo a su visión, tan obstruida por prejuicios que ni siquiera le permite advertir que los supuestos hechos en los que basa sus conclusiones no son tales, sino muy discutibles opiniones personales. Que usted crea, como dice, que debería haber "general acuerdo" en ellas (o, lo que es lo mismo, que todo el mundo, so pena de ser mediocre, está obligado a compartir sus prejuicios), es indicio suficiente, mucho me lo temo, de su ignorante soberbia.

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  2. Del tapado Fuentes no diré nada por ignorancia. Pero de Ortega se sabe mucho, ya que escribió a punta de pala. Ortega confunde analizar y explicar con metaforizar. En Estudios Sobre el Amor se lía (quizás por imitación de Husserl) con que el amor es un fluido continuo que emana del amante al amado y blablá, una chorrada hidráulica que no hace más que metaforizar lo que se sabe del sentimiento. Puro Perogrullo. No explica ni un pimiento. Y todo el libro por ahí. Aquello otro del yo y las circunstancias se venía diciendo por lo menos desde Locke, bajo la especie inglesa de "nature" y "nurture". Un poquito obsoleto. Y qué decir de las masas rebeladas, santo cielo, qué modo más lamentable de perder una ocasión de añadir ALGO a lo descubierto por los sociólogos, los políticos, los historiadores. Pero ¿qué iba añadir el señorito a todo lo dicho y explicado sobre las revoluciones, desde 1789, o desde la Comuna Francesa? Nada.
    Con todo, a mí el que me da más grima es el "análisis" (perdón por el abuso) de Galileo, una sonrojante y presuntuosa vindicación, escasamente camuflada, de la capacidad de asombro y reflexión que posee el autor. El autor, es decir, Ortega. No Galileo.
    Los tratados de historia de la filosofía no hacen hueco a Ortega, o le hacen uno menguadito si son españoles e indulgentes, porque no tratan de buenos escritores. Este es otro concepto.

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    1. Pedro Álvarez.30 juin 2018 à 08:58

      Asombroso diagnóstico.
      No estará hablando usted del Ortega nicaragüense?

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  3. Con permiso. A mí, modestamente, Blanco White me parece un escritor excelente. Es verdad que hoy nos puede parecer poco más que un anticuado polemista de altas y vacuas teologías. Me lo imagino como un cura rijoso y listo que se deja un hijo en Madrid y, harto del olor a cerrado y sacristía (la suya propia), se hace protoexiliado en Inglaterra. Pero en aquellos condados preciosos, con sus cottages, sus rectorías a lo Jane Austen, el ambiente ideológico no debía de ser menos pueblerino que en el mismo Madrid. ¿O acaso allí los ilustrados infestaban la campiña? Sus Cartas rezuman una mala baba muy española, pero transmiten una verdad de la vida llena de detalles valiosísimos, contada con un rencor costumbrista encomiable. Pero no se puede olvidar que en aquella España vivieron además el admirable Jovellanos, promotor de reformas que aún hoy parecen ciencia ficción (basta recordar qué quiso hacer con la labor educativa de la Iglesia y por dónde andamos todavía hoy), o el intrigante y gran escritor Moratín hijo. Los dos, aun teniendo ideas distintas -patriota antifrancés el primero y afrancesado el segundo- buscaban por diferentes vías un fin parecido: la mejora, el progreso del país y sus paisanos, la instrucción general que convirtiera el pueblo en ciudadanía. Da lástima ver que tantos de aquellos hombres de la Ilustracion española estén completamente olvidados. Su influjo se nota en Larra, llega a una parte del 98, pasa a la Institución Libre de Enseñanza y a ciertos republicanos del 31, sección bienintencionados, y, siempre minoritario, sobrevive diluido tras las fantasmagorías románticas de los pueblos de España y las nacionalidades, que aún alientan pletóricas en los telediarios con su señuelo envenenado de la modernidad. Gracias. J. Ángel Gómez

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  4. Un comentario de blog es una mera opinión, no un tratado ni un dogma. No suele hacer falta explicarlo. En aras de la brevedad, no se atosiga con prevenciones "yo considero" o "en mi opinión".
    Anonyme ha preferido achacar a la maldad humana ("ignorante soberbia") lo que podía haber atribuido a la concisión. Mucho más novelesco, no hay color. Anonyme es circunspecto, pero condicional, o por horas.

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    1. Es curioso que la concisión le lleve a usted a afirmar algo que es falso. Dice, le cito, que "Ortega fue siempre un gran escritor, eso no se discute, pero un filósofo mediocre", y que "Si sus admiradores se hubiesen limitado a considerarlo gran escritor... habría general acuerdo". Yo le demuestro que ambas cosas son falsas, y que Borges, por ejemplo, opinaba exactamente lo contrario: lo estimaba como pensador, pero no por su escritura. Y usted me responde que su afirmación no ha de entenderse al pie de la letra, y que sólo dice lo que dice en aras de la concisión. Será así; será que afirmar que dos y dos son cinco (o cuarenta y siete) es aceptable, siempre que el motivo sea la brevedad. Si usted lo asegura...

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    2. No diga usted "a punta de pala" y escriba a partir de ahora "a punta pala". En este espacio hasta la pedantería merece algunos coscorrones.

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  5. Jose Fuentes Miranda1 juillet 2018 à 17:07

    Se repiten los mismos errores en esta sociedad española anestesiada, sin que una gran mayoría de ciudadanos tenga capacidad para detectar el adoctrinamiento, la mentira, la corrupción y la ineficacia como señas de identidad de una cierta clase política, como ya señalaba en su época el gran Unamuno. “Sabido es lo que son y han sido siempre nuestros gobiernos. Cuando no quieren, o no pueden, o no saben cumplir lo que la opinión pública les exige, lo falsean todo. La mayoría de los políticos viven del engaño y en él quiere mantenernos a todos, sin darse cuenta que no es posible idiotizar a los ciudadanos libres que conservan la cabeza en su sitio y un espíritu crítico al cual no van a renunciar”. Ahora, más que nunca, España necesita otros políticos y otras actuaciones basadas en la unión y no en el sectarismo ineficaz. “El político verdadero, el estadista, tiene valor de personalidad; el politiquero, el caudillo de bandería, el organizador de elecciones, no pasa de ser una fulanidad”. Para un politiquero puede ser muy importante un posado de manos o la exhibición de unas gafas de sol; el caudillo de bandería puede estar al borde de hacer concesiones gravísimas, con el dinero de todos los españoles, a los que quieren destruir España; o decidiendo ese caudillo, experto en llegar al Gobierno sin haber ganado unas elecciones, que la aprobación de la eutanasia o el traslado de huesos son dos de las más graves cuestiones que interesan y preocupan a todos los españoles.
    José Fuentes Miranda, Badajoz.

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