6 août 2018

El sueño de ser nadie

HA llegado uno a la conclusión de que a todos los viajes de más de cuatro horas les sobra la última, que suele transcurrir con una lentitud inversamente proporcional a la velocidad del medio de transporte: por ejemplo, en los aviones. Que estos tengan unas ventanitas angostas sin fallebas es precisamente para que los viajeros  no puedan abrirlas y arrojarse al vacío, desesperados de ver lo lentamente que transcurren los minutos en ese último trecho del trayecto.  Incluso en el siglo del Grand tour, el siglo que idealizó los viajes y a los viajeros, el mal estado del mar o la peligrosidad de los caminos hacían de cada desplazamiento algo sembrado de adversidades y penurias. Esto explica que el hombre haya tratado desde la antigüedad por todos los medios a su alcance y la ayuda de la ciencia y la técnica, exactamente desde la invención de la rueda, de acortar en lo posible el tiempo invertido en los desplazamientos, con portentosos resultados, desde luego, pero insuficientes. Quiero decir, que ese asunto de los viajes no acaba de estar resuelto de modo satisfactorio, ni mucho menos. 

Lo ideal sería, claro, la teletransportación. Recuerdo aún el impacto de los primeros faxes, anunciados en televisión: la foto de un caco, buscado por la interpol, enviada desde Tokio a Londres en apenas segundos. ¿Y para cuándo, nos preguntábamos  los idealistas, podrán hacer con nosotros algo parecido? 

Estamos al parecer más cerca de lo que podríamos pensar los escépticos, antiguos idealistas: unos científicos acaban de volver completamente invisible un objeto. Lee uno esta noticia esperanzado, y aunque los detalles queden lejos de mi comprensión, sé que ese es el camino: si la dificultad está en mover de sitio cuerpos pesados, no queda otra que quitarles, primero, la materia para poder mandarlos lejos a la velocidad de la luz, y  ya en destino restituirles sus tres dimensiones. Pero llegados a este punto, dando por hecho esa conquista, ha de confesar uno que quizá lo mejor fuese no abandonar el estado de invisibilidad y no alejarse mucho. La posibilidad de entrar en los despachos sin ser visto y asistir a los pactos y chanchullos, por ejemplo, entre políticos, justificaría toda una vida consagrada a la ficción.

    [Publicado el Magazine de La Vanguardia el 5 de agosto de 2018]

9 commentaires:

  1. Compré la prensa antes de subir al AVE y aún iba por la sección de Internacional cuando llegó a destino. Si me distraigo leyendo lo de Siria, me paso de estación. Y aún me quedaba medio periódico. Los viajes en tren ya no son lo que eran. Ni leer el periódico entero le dejan a uno.

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    1. Lo que tiene que hacer es leer el New York Times, que hasta a mí me da tiempo a acabarlo (el inglés tiene un no sé qué dinámico).

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  2. “ [...] portentosos resultados, desde luego, pero insuficientes”. Quizá esta fórmula sea el mejor resumen del inapelable éxito, pero, con todo, siempre insatisfactorio (y, por tanto, recibido con la cara en la palma de la mano, los pocos lúcidos, y dándonos la chapa las masas de impotentes quejumbrosos) de la especie ‘Homo sapiens’.
    Este éxito insatisfactorio, nuestra principal característica constitutiva existencial, es, a su vez, la razón de ser de un amplio espectro de partidos políticos, porque ya se sabe que ellos son los encargados, aunque sin plazo temporal, de hacernos hombres nuevos y de instalarnos por fin y para siempre en el Paraíso terrenal.

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  3. Al teletransporte le faltan todavía unos meses y tendrá sus inconvenientes. Se tardará mucho en mover tantos trillones de átomos y los errores de copia serán casi inevitables. Bastará con que unos cuantos átomos del nudo de la corbata vayan a parar a una circunvalación cerebral, para que la copia sea sordomuda, coja, feísima o lela. Se perderán extremidades y apéndices por el camino, aunque no haya camino. También habrá sorpresas agradables.
    -Qué pasa, Juani, que te se ve tan contenta.
    -Nada hija, que me han teletrasportao al marido y me lo han dejao más feo, pero ahora sí que funciona.
    -¿Y vas a reclamar?
    -Quita, quita, menudo papeleo.
    Y luego la picaresca. Máquinaria transportadora trucada que deja diez años más joven, o quita el lobanillo, o las carnales lorzas de debajo del cinto.
    Lo más socorrido serán los sablistas o los polígamos que se esfumen alegando errores de copia, o de destino del envío. Y aparecerá un emergente, o una, en una calle de Java o de Novosibirsk.
    Y la eutanasia, pan comido. Simplemente, se acuerda con el teleoperario, por unos módicos euros, que a mitad de la operación pulse el botón Reinicio o Abortar Proceso.
    Ay, qué adelantos nos vamos a perder los carrozas.

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  4. Sí, de acuerdo, es verdad, Sagitarius, eso es inexorable; pero no sea tan pesimista, alguna vez las mutaciones informáticas serán las responsables de que lo que llegue sea una mujer bandera. De todas formas, sí, yo tampoco quiero llegar hasta ahí, sino que prefiero quedarme un poco antes: con la épica de ver entrar por la ventana antes del partido el flamante dron con la descomunal pizza familiar y con el pack helado de la docena de botes de cervezas.

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  5. La tecnología digital está desmaterializando a pasos agigantados el mundo de ayer y (‘pace’ cerriles Sostenibles) todo para bien:
    “Y pensemos en el plástico, el metal y el papel que ya no se emplean en los cuarenta y tantos productos de consumo que pueden ser reemplazados por un solo ‘smartphone’, entre los que se incluyen en teléfono, el contestador, la guía telefónica, la cámara, la videocámara, la grabadora, la radio, el despertador, la calculadora, el diccionario, la agenda giratoria, el calendario, los mapas de carreteras, la linterna, el fax y la brújula; incluso un metrónomo de exterior y un nivel.” (S.P.)
    El teletransporte y, sobre todo, el amor plenamente satisfactorio (sin sombra de malos rollos) y la respuesta a la pregunta de Leibniz están intentando incorporarlos pero parece que va a tardar aún algunos años.
    Buen día.

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    1. Confirmado en Apple: con total seguridad que en un par de años el iPhone XIII (un congo: unos 2.000 €) traerá incorporada la respuesta veraz a la pregunta del bueno de Leibniz; pero lo de la plenitud amorosa se resiste como gato panza arriba y nadie da al respecto garantías de nada. No cabe duda de que el que dé con esto va a ser el nuevo rey Midas.

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    2. At last!

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    3. Yes.
      -Al final, dicen que se ve una luz.
      Es lo que le oí contar a A.G.C. que, en un velatorio zamorano, una anciana plañidera le comentó a otra; y que ésta le respondió lacónica:
      -Una o ninguna.

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