Imitando la simpática muletilla con la que nuestra tricampeona badmintoniana Carolina Marín suele empezar sus respuestas en las entrevistas que le hacen en televisión, “te comento”: este ha sido el trigésimo cuarto verano que hemos pasado en Extremadura. En treintaicuatro años los hemos tenido variados, meteorológicamente hablando, benignos y extremos. En todos solemos sufrir entre diez y veinte días infernales en los que las piedras del campo se encienden como ascuas de una fragua, lo cual hace delirar a dos o tres millones de chicharras que llenan de su estridor enloquecido el aire magmático. Este año, sin embargo, los 43º y 44º han durado apenas siete días, o sea, ha sido un verano benigno.
No obstante, los telediarios se pasaron los siete días previos, los siete que duró el tsunami sahariano y los siete siguientes, informando al minuto con patente alarma y desde todos y cada uno de los ocho mil municipios españoles del modo de combatirlo, de los golpes de calor, de las víctimas... ¿Estaba justificado?
“Te comento”. A todos nos ha extrañado, de niños, ver a los viejos tan pendientes del tiempo en la tele, mandando guardar silencio a quienes tienen alrededor para no perder ripio de crónicas y pronósticos. Uno, como tantos, se ha reído hasta ahora de la manía valetudinaria, y si este año no lo ha hecho sólo puede ser por una de estas dos razones, o por ambas: me he hecho viejo o quieren que viva como tal. La primera providencia, desconfianza o insumisión fue buscar un termómetro para testar los partes oficiales. ¿Dónde? “Te comento”: las ópticas del pueblo ya no los expenden, pero gracias a Mao tenemos un bazar chino en todos y cada uno de los ocho mil municipios españoles. Había de tres tipos, con su alcoholito rojo. Si no se demencia uno por el calor, su fealdad se encarga de ello. Por suerte el precio está a la altura de su estética: 1,20€, 2,0€, 3,45€. Y aquí quería llegar. “Te comento”: colgado en un alcornoque, me paso mirándolo todas las horas del día, ¡incluso de noche! (luz de móvil mediante). Ha dejado uno de lado la cadena de explotación que hace posible que un termómetro, fabricado a miles de kilómetros, valga 1,20€, pero no de pensar, aterrado acaso por la premonición, en aquellos para los que el termómetro es un animal de compañía, su única compañía.
[Publicado en el Magazine de La Vanguardia el 9 de septiembre de 2018]
A mí, siendo aún muy niño, me contagió mi abuelo la manía de estar pendiente del tiempo y ahora involuntariamente pretendo contagiarsela a mis hijos, aunque con poco exito. Si acaso me preguntan en los meses invernales si el día siguiente va a llover. Estas nuevas generaciones, sean o no del PP, lo que sí parecen ser es atermicas, máxime si hay un viaje proyectado por medio. Quizás esto explique la escasa venta de paraguas a la gente joven.
RépondreSupprimerHablar del calor puede ocultar otros temas que no conviene airear:
RépondreSupprimerDejando aparte sentimientos e ideas, todavía enfrentadas, no sabemos bien a qué conduce la remoción de cadáveres y los traslados de huesos, como si así se quisiera borrar la historia, reinventarla parcialmente o ganar batallas perdidas hace muchos años. Por supuesto que el franquismo fue una régimen dictatorial que tuvo muchos aspectos negativos y dramáticos, pero ya pasó a la historia como los reinados de Fernando VII, Isabel II o Alfonso XIII, la Dictadura de Primo de Rivera o las fratricidas guerras carlistas del siglo XIX. También pasó a la historia la tan cacareada, y por algunos tan alabada, II República. Podríamos también recordar, como un hecho histórico más, que desde el 14 de abril de 1931 hasta comienzos de julio de 1936, se produjo en España el siguiente balance trágico: 150 iglesias quemadas o destruidas, 269 muertes violentas, 1280 heridos, 113 huelgas generales y 228 parciales. El propio Indalecio Prieto diría: “Los españoles de hoy no hemos sido testigos ¡jamás¡, de un panorama tan trágico, de un desquiciamiento como el que España ofrece en estos instantes”. Miremos el pasado con objetividad, no para manipularlo, sino para extraer las enseñanzas que nos sirvan para no repetir los trágicos errores y nos ayuden a seguir construyendo un futuro de concordia auténtica.
José Fuentes Miranda.
José Fuentes Duracell: Y sigue y sigue y sigue...
SupprimerTe comento: En las bibliotecas públicas de Asturias solo hay un ejemplar de Mundo es y, como me extrañaba, se lo comenté al encargado de Villa Magdalena. Este me dijo que los diarios no gustaban mucho porque son muy personales. Yo insistí que no era así,y que además, los de Andrés Trapiello están muy bien escritos. Así que me pasó un ejemplar, que todavía no tenía registrado, Locura sin fundamento. Una segunda edición de Pre-pretextos (2003). Te comento: yo creo que lo tenia en la nevera para que no se achicharrara. De todas maneras seguiré insistiendo, porque al parecer, tiene bastante autonomía y dinero para comprar. Bueno, me sacó hasta la biblia por la que se guía para comprar: el último ejemplar de Babelia. Te comento: Sus próximas compras van a ser los últimos libros de Eduardo Mendoza y de Henning Mankell.
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RépondreSupprimerAcabo de leer los `Principios de economía política´, de Carl Menger, uno de los tres economistas que, en el último tercio del siglo XIX resolvió el intrincado problema teórico de la verdadera fuente del valor de los bienes económicos y... Y que, consecuentemente, puso para siempre tanto al trabajo como al comunismo en su sitio; aunque algunos tardásemos más de un siglo en admitirlo. “Te comento”, mi parecer: En esa obra se prueba -con la objetividad irrefutable que sabe hacerlo la mejor ciencia- que no hay ninguna cadena de explotación tras esos 1,20€, sino todo lo contrario, la menos mala, la mejor opción para el bienestar general: la de colaborar en la libertad de la división del trabajo y el intercambio.
RépondreSupprimerP.S.: Doy por hecho, claro, que no ha usado el término ‘explotación’ en sentido técnico sino en la acepción de abuso social.
Apreciado Felipe, lamento comunicarle que el problema del precio de los bienes y del valor de los mismos no lo ha resuelto nadie, tampoco Menger cuya teoría fundada en las decisiones personales es ambigua e insatisfactoria... como todas las anteriores. La utilidad marginal, el riesgo empresarial, la plusvalía, el trabajo. Por cierto, es un error adscribir la idea de la plusvalía y del valor/trabajo a los marxistas. Es verdad que Marx la usa, pero ya era una idea capital en Ricardo e incluso en el padre del laissez-faire, o sea, en el padre (quizás abuelo) principal de la Economía: Adam Smith.
RépondreSupprimerPor otra parte, no apreciar NINGUNA cadena de explotación en los termómetros de 1.20 traídos desde China, sorprende en un lector de Menger. ¿Se ha preguntado siquiera cuál es el coste del mero transporte de la unidad, desde China?
Algo falla, algo más primario que la maleable, compleja y poco falsable teoría de Menger.
Brillante matización, Santos. Por favor, que su incursión no sea excepcional, siga con nosotros, acompañenos como hace Duracell.
SupprimerQuerido Santos, desde mi ignorancia, le comento:
RépondreSupprimerDesde luego que la idea capital y errónea del valor/trabajo está ya en Ricardo y en Adam Smith, de quien precisamente la toma explícitamente Marx. ¿Quién ha dicho lo contrario?
Lo que hace Marx es dogmatizar(la) en la fantasía de la plusvalía y la dictadura del proletariado que impide el libre mercado y la libre circulación de las mercancías, su propia existencia.
Con sinceridad y desde mi ignorancia: Menger resolvió el problema de la fuente verdadera del valor, ya para siempre (casi como Pitágoras su teorema) y, con sinceridad, no veo ninguna explotación humana en los 1,20€ y por descontado que en esa neta cantidad “veo”, incluyo, sí, la parte proporcional del transporte desde la lejana China hasta el cercano Trujillo. No veo explotación social pero, sí, claro, infinita capacidad de mejora, tanto instrumental como de la justicia humana. Y, por supuesto -ya al margen de cualquier intercambio económico y de cualquier compromiso social-, postulo el siempre infinito desarrollo individual, moral, de la actividad que refiere la que una vez fue considerada aquí, a mi juicio con acierto universal, como la más bonita de las palabras castellanas: misericordia. Un saludo cordial.