2 septembre 2018

Coches de punto

LOS taxistas están preocupados por su futuro, ven en peligro su trabajo, la manutención de sus familias, su modo de vida. Es natural. No les va a ser posible continuar como hasta ahora. El aluminio y el duralex acabaron con los alfareros. El nylon y el poliester, así como el prêt-à-porter, dieron al traste con miles de costureras y sastres, y algunos adelantos (lavadoras, aspiradoras, planchas eléctricas, frigoríficos, cocinas de gas) licenciaron de las casas burguesas, después de dos siglos, el servicio  doméstico. Implacablemente. Todo eso sucedió como quien dice ayer, en un soplo. Todavía recuerdo los cacharreros extremeños vendiendo en burros enjaezados sus botijos y alcancías por las calles de León, y ver lavar la ropa en el río a las mujeres de los pueblos, y el trajín perpetuo de los carboneros subiendo a los pisos sus grandes y tiznados cuévanos, como hacían cien años antes los aguadores de las grandes ciudades. Y no sólo en asuntos relacionados con la técnica. No poco contentos estarán los curas y monjas con el descenso drástico de sus vivares y caladeros.

En mi infancia no creo que hubiera en todo León más allá de media docena de paradas de taxis. Algunos seguían llamándolos coches de punto para distinguirlos de los coches de línea, por lo mismo que nuestros abuelos se resistían a contar el dinero en otra forma que no fueran reales y duros, y nada les apeaba de sus leguas y arrobas. La gente acudía a las paradas a coger un taxi. La costumbre de dar vueltas recorriendo las calles a la busca y captura de pasajeros fue posterior. 

Internet ha sido letal para algunas profesiones seculares: por ejemplo esta, el periodismo. Una cáfila de periodistas se ha ido al paro en todo el mundo. Internet ha conseguido que los viajes y el hospedaje se hayan abaratado tanto, que los sectores afectados, hoteles y taxistas, ven con alarma su futuro. Sin embargo, nada parece  de momento que vaya a frenar esa tendencia: mientras sigamos pensando que “como fuera de casa, en ningún sitio”, necesitaremos quien nos transporte y aloje. Podremos tratar de hacer  la transición lo menos traumática posible y regularla con leyes razonables, pero la gente, poco romántica, dejará atrás y para siempre viajes y hospedajes tradicionales, si le ofrecen otros que les convengan más.

   [Publicado en el Magazine de La Vanguardia el 2 de septiembre de 2018]

4 commentaires:

  1. Nuestra juventud vive obsesionada con los viajes y no comprenden que sus mayores los necesitaramos con menos desesperación. Parece que sufren un sentimiento apocalíptico que les impulsa a conocer el último rincón del mundo.

    RépondreSupprimer
  2. ¿Apocalíticos o integrados? Ni una cosa ni la otra, sólo mortales mortalmente solos ante la muerte.

    ;-)

    RépondreSupprimer
  3. El extranjero visitante comprende que en un piso va a vivir con más autonomía e independencia que en un hotel, y más barato. El dueño del piso local comprende que va a sacarle al piso un rendimiento entre cinco y diez veces mayor que con un alquiler ordinario. Y naturalmente lo cede. Es su propiedad y puede darle el uso que desee.
    El resultado neto de todo esto, como se está viendo, es la llamada "gentrificación", la subida espectacular de los alquileres en muchas ciudades y la necesidad de los viejos inquilinos de largarse porque no pueden permitirse los nuevos precios. Ahora bien ¿qué solución tiene esto? ¿Prohibiciones y limitaciones en los alquileres? Parecería una intromisión abusiva de la administración en negocios entre particulares. Esperar que los visitantes se informen del problema y vuelvan a elegir hoteles, en vez de pisos, por pura ética y empatía no parece muy realista.
    No le veo una salida fácil. Se prevé una tensión creciente y apuros o ruina para una parte importante de los ciudadanos de las ciudades afectadas.
    (Respecto a los vehículos, muy parecido).

    RépondreSupprimer
  4. Ante la muerte, ;-), socialmente integrados, incluso amorosos, para nuestra ineludible apocalíptica soledad radical con memoria.
    Buen día.

    RépondreSupprimer