ES una de las réplicas más célebres del teatro español. Cuando el sainete estaba de capa caída y ni López Silva ni Carlos Arniches lograban resucitarlo, Valle-Inclán escribió Luces de bohemia. Es al género del sainete lo que el Quijote a las novelas de caballería: una sátira, pero también su genial culminación. Rubén [Darío], Don Latino y Max Estrella conversan. Se habla de la muerte, “la Dama de luto”, y el poeta ataja: “¡No hablemos de ella!”. Estrella se viene arriba, y replica: “¡Tú la temes, y yo la cortejo! ¡Rubén, te llevaré el mensaje que te plazca darme para la otra ribera de la Estigia! Vengo aquí para estrecharte por última vez la mano, guiado por el ilustre camello Don Latino de Hispalis. ¡Un hombre que desprecia tu poesía, como si fuese Académico!”. La réplica de don Latino es fulminante: “¡Querido Max, no te pongas estupendo!”.
Cada día se nos hace testigos de frases más gallardas. Ni la vida municipal, tradicionalmente ordenancista y gris, está libre de ellas: “El ayuntamiento de Barcelona pide por mayoría abolir la monarquía”, hemos sabido. Cualquier republicano sabe también, incluso los amantes de las grandes frases, que la monarquía no se abolirá en España porque se acuerde en un pleno de alguaciles y regidores y que abolirla pasa por suspender la Constitución, pero hemos llegado a un punto en que, como Max Estrella, no podemos evitar venirnos arriba, gustarnos en las chicuelinas, y subir de punto el tono, el arabesco, la retórica. Y así, antes de darnos cuenta, nos encontramos en el “disparadero español”, frases van, frases vienen. Lo decía un hombre, José Bergamín, que sabía que las palabras, y los brindis al sol propios de la lidia recreativa, las carga el diablo.
La experiencia nos dice que a medida que se aproximan unas elecciones (da igual que sean generales o autonómicas, municipales o europeas) los políticos tienden a multiplicar los arranques de teatro, molinetes y demás. Nada que objetar mientras no abandonen el toreo de salón, incruento, o las polvorientas tablas del escenario. Son libres de hacerlo. Pero también es de agradecer que Valle-Inclán nos recuerde que lo que convierte al sainete, y a la política, en algo serio, es devolver a Max Estrella y demás espontáneos a la maravillosa realidad, iluminada por unas pobres candilejas.
[Publicado en el Magazine de La Vanguardia el 25 de noviembre de 2018]
No sólo el Ayuntamiento de Barcelona. También ciertas organizaciones estudiantiles de varias universidades están proponiendo referéndums sobre la monarquía.
RépondreSupprimerLas frases airosas empiezan siendo eso, molinetes y chicuelinas, pero ojo, que pueden esconder el germen de mucho más. El 15M en su principio no eran más que que frases y sentadas y consignas y manos blancas. Hoy se ha convertido en un partido o movimiento social, Podemos, que resulta clave para la gobernación del Estado. O sea, que el sainete se convirtió en algo serio inesperadamente. La realidad siempre es más compleja que nuestros esquemas.
Ahora debería ilustrarnos el señor Fuentes sobre la obra de Valle, aunque él prefiere a Machado. Por ejemplo ha leído...
RépondreSupprimerDicho recientemente por Trapiello. Los principios republicanos de la Ilustracion están mejor representados por el Rey que por Torra, Otegui o Iglesias. Lo que pensamos muchos, aunque seamos poco monárquicos.
RépondreSupprimerLo que yo no entiendo es por qué el rey Felipe no se adelanta, toma la iniciativa, y convoca el referendum sobre la monarquía. (Con todos los procedimientos legales previstos, bien entendu). Lo iba a ganar seguro, y hay gran diferencia entre ser rey por la gracia de Dios y serlo por la gracia de los ciudadanos.
RépondreSupprimerEso es exactamente lo que hicieron los españoles en 1978.
SupprimerBueno, lo del 78 fue parecido, no exactamente lo mismo. Los ciudadanos no podían optar por la República como alternativa. Y además han pasado 40 años (!!!) desde el 78, y los españoles no son inmutables. En política no hay eternidades.
Supprimerse ha repetido hasta la saciedad: los norteamericanos llevan sin votar su constitución, origen de todas las constituciones democráticas, doscientos años.
SupprimerPero nuestros reyes no han andado de la correcta manera que esperábamos algunos españoles. Todo fluye señor Trapiello, incluidas constituciones y personas, usted y yo entre ellas.
RépondreSupprimerEn cambio en Estados Unidos nada o muy poco ha cambiado desde 1787, todo sigue igual, todos los gobernantes y mandatarios han andado de correcta manera.
SupprimerA lo mejor es que en USA no se da una presión social hacia la reforma de la Constitución, y aquí sí. O a lo mejor es que está redactada de un modo menos ordenancista, con preceptos mucho más generales, y por eso no requiere el cambio. En todo caso, a lo que hay que atender, como demócratas, es a la presión social que exista para el cambio. Si la ignoramos, o no hay mecanismos para darle cauce, entonces tenemos una democracia defectuosa o incompleta.
RépondreSupprimerAquí no hay presión social. Lo que ocurre es que cuatro revoltosos la diseñan y enseguida surgen miles de ovejas dispuestas a obedecer. Mire, España es un país de tontos gobernado por tontos. Y como nos negamos a reconocerlo así nos va. Sin ir más lejos, acabamos de poner de rodillas a la perfida Albion y dentro de unos días prestaremos un estadio a la chusma que su propio país rechaza. Solo los tontos gobernados por tontos se meten en tantos charcos.
SupprimerQuizá lo de la presión social tiene que ver con una característica dominante ahora en el mundo y muy particularmente en España. El que en cada ciudadano (o en el 99% de ellos) haya dominantemente un ideólogo. Un hombre en cuya cabeza aparece inevitable y automáticamente el “no hay derecho y esto lo arreglo yo de inmediato”. El problema no es ya tanto la educación sino la Gran Ideología que la inmensa demografía tiene que desaprender.
RépondreSupprimerY por descontado que este comentario mío no se sale tampoco de este mundial y muy españolisimo ámbito ideológico.
Buen día.
Algo así, desde luego. Un amigo mío se burla diciendo que los sábados hace un desayuno de izquierdas y luego come de derechas.Mal asunto la obsesión, máxime cuando es una exigencia paranoica.
SupprimerEsto de la "presión social" hay que tomárselo más en serio, más científicamente, en el sentido de la ciencia conocida como Sociología. Una simple opinión personal, sea la de Marcos o la mía, o una docena de opiniones personales no llevan a ningún sitio. No establecen ninguna certeza que pueda conducir a tomar decisiones responsables. Despachar la oleada de demandas universitarias bajo la etiqueta "cuatro revoltosos" queda terriblemente cerca de aquel viejo estribillo de las "algaradas estudiantiles", de infausto recuerdo.
RépondreSupprimerNo sé si Celia tiene suficientemente en cuenta que la verdad, a veces, también existe y puede establecerse, y no es cuestión de estadísticas.
SupprimerSi yo afirmo, un poner, que dos y dos son cuatro, aunque todo el resto del mundo en bloque afirme que son ocho e incluso me llame loco por sostener que son cuatro, quien tendrá razón seré yo.
Cosa distinta es que, en política, y en general para el buen orden de la convivencia, sea natural y legítimo que existan distintas opiniones, y que se impongan (provisionalmente, y sin dejar de respetar por ello los derechos de quienes piensen de otro modo) las que más apoyo conciten en un momento dado.
Pero repito lo que dije al principio: la verdad existe, puede (a veces) establecerse con claridad, y no es cuestión de estadísticas.