5 novembre 2018

Por fin tontos y malos

En diferentes ocasiones se ha vaticinado en esta página a lo largo de los años (en realidad se  ha invocado, no vamos a ser hipócritas) la autodestrucción del arte contemporáneo. Los revolucionarios franceses clásicos, los jacobinos, con Robespierre a la cabeza, cuando ya no encontraron a nadie a quien llevar a la guillotina, entregaron la suya propia al verdugo.  Algo parecido se vio en los procesos de Moscú, cuando algunos acusados exhortaban a Beria y compañía a que les aplicaran las penas más severas si con ellas salvaguardaban al Partido y La Unión Soviética. Por suerte para todos, no es infrecuente que a los más tontos y a los más malos (“el mal se autodestruye”) les den periódicos ataques de enajenación y acaben ejercitando la autofagia. Esto, qué duda cabe, clarea y desahoga mucho la vida social.

Nadie puede asegurar que el señor Bansky sea ni lo uno ni lo otro, ni tonto ni malo. Es únicamente artista, un célebre y anónimo grafitero británico que ha dejado muestras de su trabajo en todo el mundo y siempre con gran repercusión mediática. Sus obras han alcanzado mucha notoriedad, pero, pintadas en muros y paredes, no pueden venderse. Claro que Bansky ha hecho versiones portátiles de alguna de ellas. Una de estas, “Niña con globo”, se subastó en Sotheby’s y alcanzó (con tasas) casi el millón y medio de euros. Pero en el mismo momento en que el subastador remató la puja con la maza de madera, el cuadro, que llevaba incorporada, oculta, una trituradora igualmente portátil (un ingenioso mecanismo de cuchillas preparadas para convertir la tela en espaguetis), empezó a deslizarse bajo el marco y autodestruirse.

El propio artista, a través de un comunicado, citando a Bakunin (con frase que atribuyó a Picasso), explicó sus razones: “El impulso de destruir es también impulso creativo”. Lo gracioso es que la obra se destruyó... a medias. Yo he visto el vídeo: la mitad quedó intacta. En realidad se parece ya a un cuadro con flecos. Es decir, también como autodestrucción fue un fraude. La obra será a partir de ahora mucho más famosa... y mucho más cara. Porque esta es la cuestión, los malos y los tontos pueden autodestruirse, pero los artistas modernos siempre consiguen detenerse a tiempo, porque viven de sus clientes, que son precisamente... los tontos y los malos. 

    [Publicado en el Magazine de La Vanguardia el 4 de noviembre de 2018]

   

4 commentaires:

  1. Con el urinario de Duchamp se abrió la veda y cada vez hay más perdices y más cazadores.
    Como respondió hace años el nuevo jefe de la policía del DF a la pregunta de si terminaría definitivamente con la delincuencia:"Pues quién sabe".

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  2. Poco más que una operación de Marketing. B. es un producto en la nebulosa capitalista: tiene gracia que tanta gente pique en esta operación de aumento de la cotización de un artista que carece del mínimo interés: ¿el arte, como decían los marxistas de la segunda oleada (Lukacs), refleja la sociedad donde se produce?, bien: ante la contemplación de tal torpe performance no nos cabe decir que sí ;-)

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  3. La diferencia entre un estafador y un mago, es que el mago te estafa sin que te des cuenta… pero no te importa, e incluso pagas por el espectáculo. Y lo peor es que pagamos más al estafador que al mago algunas veces (en el arte y en la vida), aunque ambos jueguen algo con nosotros, quizá porque no siempre es tan fácil distinguirlos.

    Como Banksy no es un mago de verdad, de profesión (no entro en si es artista) les desvelaré el truco.

    Fíjense bien en la mano derecha del subastador, presionando un mecanismo en el borde del atril, tras haber adjudicado la obra con el mazo. Es solo un pestañeo, justo antes de que cambie el plano y muestre cómo se genera el incompleto destrozo, justo a tiempo. Todo coordinado, hasta el montaje del video. Y muy obvio, menos para el 99 % de la prensa que ha difundido las imágenes sin crítica, como se presta siempre a hacer cuando hay amaños en el arte (incluido el literario).

    Y todavía hay quien tropieza en la trampa y especula con que el propio artista “callejero” y “antisistema” estaba encapuchado entre el público, armado de un control remoto y dispuesto a darle una lección al capital en forma de “jarro de agua helada”. Que más bien era templadita y en cristalina botella de Vichy, y envuelto él en su albornoz (es un decir) en un hotel cercano, sin capucha.

    Banksy prefiere ver la botella medio llena (o medio rota), al parecer. Fuera del sistema especulativo del arte de hoy en día, sí hace frío.

    Otro curioso aspecto del burdo aunque ingenioso circo, son los aleccionados lacayos a los que se ve descolgar, con premeditación, la revalorizada y desgarrada obra, para llevársela deprisa de la sala. No sea que algún verdadero espontáneo entre los presentes (fuera del rígido guion escrito) se anime a quedarse con un fleco, y corra con él como pollo sin cabeza pero con un suculento gusano (de oro, pero flácido) en el pico.

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  4. El arte y la política tienen muchísimo que ver. Siempre lo han tenido (hace unas décadas se han sumado también la cocina y la pasarelas), pero desde la vanguardias arte y política son uña y carne. Las imposturas de ambas viven como pez en el agua en esa relación.
    De todas formas, me centraré ahora en este detalle de la política: “Los revolucionarios franceses clásicos, los jacobinos, con Robespierre a la cabeza, cuando ya no encontraron a nadie a quien llevar a la guillotina, entregaron la suya propia al verdugo”. Totalmente de acuerdo. Por eso, creo que en las dos Españas de nuestra guerra civil no hay que contabilizar automáticamente como virtud de la que venía de la Ilustración (frente a la que lo hacía de la Reacción) el que viniese de allí. Esta procedencia está lejos de ser en sí misma una virtud. A la hora de contabilizar la responsabilidad de que la guerra civil ocurriese, pienso que hay que ser muy finos en este análisis de Ilustración/ Reacción. Desgraciadamente, y frente a tantas cosas buenas, otra de las caras que presenta la Ilustración es esa, la mayor facilidad para que fluya mejor la sangre humana.

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