SE hablaba aquí la semana pasada de ese momento en el que un hijo le enseña a su padre algo en verdad valioso. Se refirió a ello Wordsworth en un verso que gustaba citar Unamuno, gran wordsworthiano: “El niño es el padre del hombre”. Y si el mayor de sus hijos le llevó a uno el otro día de la mano, como quien dice, a ver las fotos de Winogrand, el pequeño hizo que viésemos “A la caza del bosón de Higgs”, un documental de la Bbc tan rigurosamente científico como prodigioso. Parecía que estuviéramos siguiendo La flauta mágica, tan no podía nadie perder una sola de las palabras que pronunciaban un puñado de físicos sobre el experimento que en 2012 probó la existencia de esa partícula.
Uno de ellos se refirió al acelerador de partículas del Cern como la mayor obra en la historia de la humanidad, un gigantesco y preciso “reloj suizo”, dijo, hecho a mano durante casi veinte años por miles de trabajadorxs especializados, un colosal anillo de veintisiete kilómetros de diámetro formado por millones de metros de cableado y toneladas de nanotecnología. Se diría el desmentido al relato bíblico: la torre de Babel era posible. El día que se realizó el experimento, la comunidad científica del mundo contuvo el aliento. De no haberse confirmado la existencia de esa partícula, se habría probado que nada de lo que había investigado la física en los últimos noventa años servía para nada. “Si no lo encontramos, será el fin de la física”, vaticinó uno de los más señalados participantes, y lo hizo como un niño asustado ante lo desconocido. Pero la física respiró aliviada: el bosón de Higgs, como un viejo animal totémico, apareció al fin, solitario y señero en lo alto de un risco. Cierto que su peso en GeV nos deja a la misma distancia de dos teorías opuestas, la de los multiversos y la de la supersimetría, sí, pero su presencia confirma el horizonte.
Las imágenes de ese documental dieron paso a las noticias de la tv. Vimos a unos tipos siniestros, vestidos de negro, destruyendo con sorda saña los milenarios monumentos de la ciudad de Hathra. El armónico universo de la ciencia fue sustituido abruptamente por los toscos y ciegos golpes de quienes parecían querer afinar a martillazos la vieja flauta mágica del mundo. La historia de la humanidad volvía a ser una de esas pesadillas sin fin en las que huimos de un monstruo que trata de despedazarnos a dentelladas.
[Publicado en el Magazine de La Vanguardia el 26 de abril de 2015]
Una quiere creer que la historia anda "marcha alante" (ya sé que debe escribirse "adelante") pero de pronto da la impresión de que estamos mirando por el espejo retrovisor.
RépondreSupprimerEntre la Palestina ocupada por Roma en que vivió Jesús y la Palestina actual han pasado 2000 años y nada sustancial parece haber cambiado. Incluso he leído que en alguna zona del mundo ha vuelto la simpática tradición de crucificar gente.
Y sin embargo... hay que ser optimistas. Muchas de las tragedias que hay en el mundo ocurren porque los humanos quieren, porque queremos -al menos- tolerarlas. Si la humanidad civilizada y democrática quisiera (esto es, si quisiéramos DE VERDAD pararlas creando una verdadera fuerza internacional humanizadora bajo control riguroso de todos los países democráticos), gran parte de esos dramas no pasarían.
(Sandra Suárez)
Por disimilación, "marcha palante" suena mejor.
SupprimerLo más excelso al lado de lo más siniestro. Nada nuevo.
RépondreSupprimerGran curiosidad que el arquitecto se interese por la ciencia y el ingeniero por la fotografía. En mi caso la sorpresa consiste en que el economista pretende ser tenor, afición que le ocupa todo el tiempo libre que le permite el trabajo. Estos hijos disfrutan llevando la contraria....como hacíamos exactamente nosotros.
RépondreSupprimerEsto del bosón me resulta un tanto psicodélico, bueno el anillo de los Nibelungos también es una realidad, aunque no creo que el amor salve al mundo, al mundo solo puede salvarle la robótica .
RépondreSupprimerVisto como se destruyó el robot que pusieron a trabajar hace días en Fukusima, creo que los científicos están muy preocupados por la probable imposibilidad de poner el sarcófago en Chernobil, el reto más grande no solo de la historia de la ingeniería , sino de la humanidad ( ojos que no ven, corazón que no siente )
Otra obra en la historia de la humanidad son las Pirámides de Egipto y no pensamos que pudieran ser destruídas, pero vemos como esos hombres de negro lo hacen con obras milenarias también, ante la pasividad de quienes podrían impedirlo...
RépondreSupprimerMISTERIOS GLORIOSOS == TERCER MISTERIO
RépondreSupprimerTodas las gentes de bien que odian y temen la libertad, todas las almas sumisas que necesitan faro y norte porque de otro modo su vida será descarriada o no sabrán qué hacer con ella; todas las buenas gentes temerosas del vacío y seguras de que la independencia las conducirá al precipicio del pecado, a la sima del hastío o al abismo del pensamiento, todas estas personas de orden se han confortado al oír el nombre de la Insigne Arpía, y se han dirigido a ella mendigando guía, implorando conducción férrea. La rodean, la palpan, la olisquean, la desplazan y mecen en oleadas mientras ella, halagada, se abandona, no sin torcer el gesto a causa del punzante hedor que exhala la multitud desaseada. Los roces y vaivenes no tardan en arrancar el atuendo kitsch de la virago, que ofrece su desnudez sin pudor ni reservas.
Se multiplica un estremecimiento, el temblor unánime que acompaña a un prodigio. La multitud da un paso atrás. Sólo una exclamación osada rompe el silencio: "¡Está cerrada!". En efecto, no es sólo que su piel tenga un brillo de antracita. Es que además el cuerpo de la atroz Morgana es terso y liso, exento de rupturas. Ninguna abertura se observa, ni orificios, fisuras, conductos o drenajes que interrumpan la tersa superficie.
Es un cuerpo cerrado.
-¡Es inconsútil!- proclama un lirico cursi parapetado tras gruesas gafas de concha.
-Bah, una mujer impenetrable- protesta un adolescente, con notoria contrariedad.
-Mujer ferrosa, quizá férrica- musita ensimismado Linus Pauling, matraz en mano.
Edward Weston, con pujos de Pulitzer, dirige el objetivo de su Leica a la tersa entrepierna del Ente.
-Una mujer estanca...- cuchichean ansiosos periodistas en pos de la primicia.
-Y si es estanca, cómo sabéis que es mujer?- importuna un pedante, discípulo de Ludwig Wittgenstein.
-Pues no ves que es la Tícher, pardal?-, increpa al puntilloso una camarera de Ourense.
Un Messerschmitt pilotado por Orville Wright filma la escena para la RKO.
Por muy luminosa que sea la razón, oscurece cuando se encuentra con el desconocimiento.
RépondreSupprimer