AYER aparecieron en La Razón estas respuestas a un cuestionario de J. Ors.
¿Cómo está viviendo los días previos a la publicación de su versión de "El Quijote" ante la expectación que se ha levantado con la noticia?
¿Cómo está viviendo los días previos a la publicación de su versión de "El Quijote" ante la expectación que se ha levantado con la noticia?
Con
curiosidad, y personalmente, con ilusión. Me he pasado la vida haciendo libros,
escribiendo los míos, editando los de otros, y a veces escribiendo y editando
los míos. Es lo que ocurre con este Quijote. Lo he traducido y los editores,
muy generosos, han permitido incluso que me ocupara de las cuestiones
tipográficas, en las que ha colaborado también, como hace en otros muchos de
los que hago, Alfonso Meléndez. Es nuestro primer Quijote. Usted sabe que la
ilusión de todo editor, tipógrafo e impresor es hacer en algún momento de su
vida algunos libros, como los ocho mil de la literatura: la Biblia, la Ilíada,
el Quijote… Libros para dos o tres generaciones. Hemos hecho un libro en
cuarto, encuadernado en tela, en un solo tomo, en papel biblia y con tipos
Minion, que es una letra de la familia de las Garamond, muy agradecida, muy
bonita además. En fin, como dicen en Castilla, y dice Cervantes, “no se me
cuece el pan”. Es normal. Han sido quince años de trabajo. Todos los que han
pasado por algo parecido conocen esa sensación de espera y de ligera zozobra.
Esto por lo que se refiere al aspecto formal, en cuanto al modo en que será
recibido, con curiosidad. ¿Lo recibirán con simpatía? La mayor parte de los
lectores creo que sí, sinceramente. Y muchos, tal vez, con gratitud. Al fin
podrán leer el Quijote en su lengua.
Usted ha empleado un castellano clásico para “Al morir don Quijote” y “El final de Sancho Panza y otras suertes”, que acaba de publicar.Ahora, aborda “El Quijote” con un castellano actual. ¿Cuál ha sido el principal reto en ambos lenguajes?
El clásico que usted dice de mis novelas es más o menos el mismo que se emplea en esta traducción. No varía mucho. No tendría sentido si no. Un castellano o español comprensible, pero no rebajado, respetuoso y buscando la misma música del original. Por suerte nuestro castellano no está tan lejos del de Cervantes como lo está el griego actual del de Homero. La idea de traducir el Quijote surgió cuando empecé a escribir Al morir don Quijote, y ha seguido siendo así en la redacción de El final de Sancho. Por las mañanas escribía esas novelas y por la tarde traducía. Teniendo presente siempre el hecho de que el Quijote es un libro más hablado que escrito, aunque en la actualidad se nos hubiera convertido en un libro más estudiado que leído, precisamente por haberse alejado tanto nuestra habla de la del siglo XVI.
En “El final de Sancho Panza”, el escudero cruza a las Indias. ¿Por qué? ¿España se les ha quedado pequeña?
Tras haber conocido a don Quijote, se les ha quedado pequeña su vida. Muerto don Quijote, su sobrina y el ama, con la hacienda diezmada por las locuras de su tío, quedan en una mala posición. El bachiller Carrasco, al que tira más la vida aventurera y literaria que la eclesiástica, como hemos visto en el Quijote, y con una mala relación con su padre, quiere probar fortuna, como quiso el mismo Cervantes y tantos españoles, y pasar a las Indias, y Sancho, que sabe ya que la fortuna es de los audaces, no se quiere quedar atrás en su existencia de gañán, y se emplea con el bachiller. Qué mejor lugar que las Indias. Pero pasar a las Indias no es sencillo, y hasta lograrlo conocerán muchos infortunios.
¿Cree que los personajes de “El Quijote” han superado en fama a su autor?
La fama del Quijote, del libro, condiciona al propio don Quijote, como vemos. La segunda parte del Quijote, cuya aparición celebramos este año, es consecuencia de eso. El éxito que tuvo la primera parte de 1605 permitió a Cervantes un alarde narrativo que marcaría para siempre el género de las novelas, e hizo que don Quijote, ente de ficción, se leyera a sí mismo en un libro real. Durante la segunda parte, por donde quiera que va el caballero, se encontrará con gentes que saben ya de su existencia por ese libro y querrán pulsar por su propia mano la exactitud de lo que se dice en él. Digamos que en la segunda parte son todos los demás los que enloquecen, queriendo hacer que don Quijote cometa nuevas locuras, por reírse de él. En la primera parte don Quijote se tropieza con unos molinos de viento, que acomete creyendo que son gigantes. En la segunda, todos tratan de fabricárselos, para ver si pica. Ni que decir tiene que en esa segunda parte quienes a menudo son más cuerdos son los dos personajes, el caballero y el escudero, sin contar que tras pasar por la experiencia de los duques, don Quijote es cada vez más Sancho y Sancho cada vez más don Quijote.
¿Cuál es el motivo principal de que haya resistido como “best seller” y como gran clásico de las letras castellanas durante 400 años?
En cada época lo ha sido por razones distintas, pero hay una que es común a todas las épocas. Al principio, hasta el siglo XVIII, se apreciaba de él sus grandes virtudes cómicas. El XIX empieza a pensar que bajo esas risas, hay muchas veras, y descubre el arrojo romántico de don Quijote, su amor por la libertad y la justicia, y su denuedo en defenderlas. El XX, el del abatimiento nacional tras las derrotas coloniales, el regeneracionismo halló en don Quijote un ejemplo de tesón y dignidad, en el caso de Unamuno, y ejemplo de liberalidad en el de Ortega o Azaña. Así que cada época ve “lo suyo” en él. Pero lo que ha seducido del Quijote en tantas gentes de todas las épocas es propiamente la mirada de Cervantes, compasiva, inteligente, socarrona, jovial, bienhumorada, generosa, sin el menor resentimiento, sin queja nunca. Lo que le pedimos todos al mejor amigo.
¿Cómo resiste el lenguaje de “El Quijote” respecto a otras obras de su época? ¿Ha envejecido mejor? ¿Peor?
Las obras de Cervantes, como hemos dicho, nacen de su vida errante, del conocimiento del habla, de su trato indiscriminado con las gentes. Me gusta repetir siempre dos aforismos para explicar su milagro. Porque Cervantes es un milagro, es decir un caso único. Él decía en “El amante liberal”: “Lo que se sabe sentir, se sabe decir”. Y JRJ aquello de que “Quien escribe como se habla llega en lo porvenir y será más hablado que quien escribe como se escribe”. Es lo que ha venido a suceder con Cervantes. Dijo en todo momento lo que sentía, y lo dijo como lo hubiera hablado. Pero no era un caso único. Al propio Cervantes le gustaba esa literatura sentida y hablaba, más que la culta, que, por cierto, conocía también muy bien. Le gustaba el Lazarillo, le gustaba Santa Teresa, probablemente la aparición del Guzmán de Alfarache fue un acicate para que escribiera su Quijote, y conocía también las vidas de otros muchos, que proliferaron en su tiempo, cautivos, soldados, aventureros que escribían y publicaban sus libros contando sus vidas. Cuando nosotros leemos esa literatura, crónicas, cartas, informaciones, toda esa literatura que está más cerca de la vida que de la literatura, sean las de Bernal Díaz del Castillo, la vida y las cartas de Santa Teresa o las maravillosas cartas de indianos que se conservan en el Archivo de Indias, vemos que Cervantes participa de todo eso. Pero además él nos da eso otro, lo cervantino, muy difícil de explicar pero muy perceptible, muy palpable.
Usted, que ha relato el final de Sancho Panza, cómo ha observado el final de la búsqueda del cuerpo de Cervantes. ¿Cuál es su impresión de esta iniciativa y su resultado?
Inevitable. Estaba cantado que en algún momento a un alcalde o a un presidente de la cámara de comercio de distrito se le ocurriría. Ellos no quieren preguntarse por qué Cervantes ha permanecido cuatrocientos años en una fosa común. Buscan rentabilidades a coto plazo. Lo probable era que no encontraran nada. Ahora, si hubieran encontrado sus huesos, lo propio es que todos los hubiéramos honrado de una u otra manera. Pero no han encontrado nada, pese a lo cual parecen empeñados en hacer como si sí. De aquí a unos años, todos creerán lo contrario, que Cervantes está ahí, que Cervantes son esas esquirlas anónimas que apenas dan para un relicario. ¿Quién duda hoy que los restos que están en Compostela no sean los de Santiago? Y no por ello vamos a desmontar la catedral de Santiago.
Usted escribió “Las vidas de Miguel de Cervantes”. ¿Qué queda por conocer de él?
La mayor parte de las cosas fundamentales. No conocemos un solo dato de su intimidad, ni una carta personal, ni testimonios más o menos próximos acerca de su vida familiar… Casi menos que huesos. Algunas fechas, algunas firmas suyas en documentos oficiales, algunas confesiones literaturizadas por el propio Cervantes en algún propio, algún cotilleo… Poca cosa. Pero si leemos sus libros, mucha. Cervantes está en carne y hueso en todos y cada uno de sus libros, vivísimo y coleando. Si supiéramos más de su vida, estaría bien. Pero para lo que necesitamos saber, nos falta vida a nosotros para llegar a comprender la que encontramos en sus libros, inagotable.
¿Se debe leer “El Quijote” en la escuela?
Es una vieja polémica. Ortega desaconsejaba su lectura a los niños, por creer que don Quijote era un modelo que los desmoralizaba. El problema hoy es de otra naturaleza. Si se lo leyéramos tal cual, lo probable es que no entendieran una sola palabra no ya ellos, sino los profesores y maestros. ¿Sabe cuántas notas, sin la mayor parte de las cuales el Quijote no se entiende, tiene la edición de bolsillo de Rico? Más de cinco mil quinientas. Algunos dicen que por el contexto se saca el sentido. En absoluto. Ahora, hay gente que prefiere leer el Quijote por emanación, oliéndolo, por aproximación, con imaginación, por figuraciones, figurándose lo que querrá decir.
¿Cómo hay que enseñarlo?
Hay que empezar contándolo, como un cuento, como una leyenda. Hablando de lo que representa, de su valores, de la generosidad de don Quijote, de su enseña, “con los débiles siempre”, frente a los abusos de los poderosos. Viendo películas. La serie de dibujos animados de Tve era extraordinaria, yo la vi con mis hijos, a los que entusiasmaba. Y luego, en una edad adulta, quizá venga la lectura. Claro que entonces le espera, o le esperaba hasta ahora, un libro difícil, que le costaba seguir, porque lo comprendía con dificultad.
Antes, “El Quijote” se leía sin problemas entre los jóvenes. Ahora existe ediciones escolares. ¿Qué ha pasado para que suceda eso?
Siempre hubo ediciones escolares. Yo mismo compré una. Mi primer libo. Una edición de editorial Vives, con algunas ilustraciones de Doré, con un glosario, con viñetas para explicar qué era un morrión o un ferreruelo. Y deben seguir haciéndose. Pero el problema que teníamos tanto con esas como con otras es que la gente no las entendía del todo. Obligábamos a leer no solo a los chicos sino a los adultos un libro en una lengua, el castellano del siglo XVI, que ni hablamos ni entendemos a veces cuando la leemos. Al contrario de lo que les sucede a los lectores del Quijote alemanes o franceses, que pueden leerlo en su alemán o en su francés del siglo XXI.
Existen adaptaciones para estudiantes de “El Quijote”. Su versión podría, al final, imponerse a todas ellas. Incluso al propio “Quijote”.¿Qué opina?
Las adaptaciones, como decía, consistían en cortar, suprimir pasajes postizos (las novelas que Cervantes embuchó en el Quijote sin venir a cuento), pero no tocaban el lenguaje, el verdadero escollo, los hipérbatos, las palabras desusadas y refranes ininteligibles incluso para personas muy cultas. El chico leía menos Quijote, sí, pero entendía lo mismo que los que trataban de leerlo completo: poco o nada. Por eso el Quijote es el libro que más fracasos de lectura acumula. Miles de lectores, incluso buenos y cultivados lectores, a quienes su lectura, con todos esos miles de notas, abruma hasta la extenuación. La mayoría, al llegar al episodio de los molinos, desarbolados como don Quijote, se dicen: Hasta aquí hemos llegado.
Un experto en Cervantes como usted, ¿cual cree que sería el mejor homenaje a su memoria?¿Cómo considera que debería celebrarse el Día del Libro?
No soy experto en nada. Bueno sí, un poco en el Rastro y en cosas viejas y descacharradas y en las vidas a juego con eso. Les diría que leyeran el prólogo del Persiles. Es breve. Se entiende muy bien. Lo escribió unos días antes de su muerte y es acaso una de las páginas más hermosas de toda la literatura universal. La prueba de que Cervantes, como decía Nietzsche, y teniendo motivos para ello, jamás levantó un falso testimonio contra la vida.
Usted ha empleado un castellano clásico para “Al morir don Quijote” y “El final de Sancho Panza y otras suertes”, que acaba de publicar.Ahora, aborda “El Quijote” con un castellano actual. ¿Cuál ha sido el principal reto en ambos lenguajes?
El clásico que usted dice de mis novelas es más o menos el mismo que se emplea en esta traducción. No varía mucho. No tendría sentido si no. Un castellano o español comprensible, pero no rebajado, respetuoso y buscando la misma música del original. Por suerte nuestro castellano no está tan lejos del de Cervantes como lo está el griego actual del de Homero. La idea de traducir el Quijote surgió cuando empecé a escribir Al morir don Quijote, y ha seguido siendo así en la redacción de El final de Sancho. Por las mañanas escribía esas novelas y por la tarde traducía. Teniendo presente siempre el hecho de que el Quijote es un libro más hablado que escrito, aunque en la actualidad se nos hubiera convertido en un libro más estudiado que leído, precisamente por haberse alejado tanto nuestra habla de la del siglo XVI.
En “El final de Sancho Panza”, el escudero cruza a las Indias. ¿Por qué? ¿España se les ha quedado pequeña?
Tras haber conocido a don Quijote, se les ha quedado pequeña su vida. Muerto don Quijote, su sobrina y el ama, con la hacienda diezmada por las locuras de su tío, quedan en una mala posición. El bachiller Carrasco, al que tira más la vida aventurera y literaria que la eclesiástica, como hemos visto en el Quijote, y con una mala relación con su padre, quiere probar fortuna, como quiso el mismo Cervantes y tantos españoles, y pasar a las Indias, y Sancho, que sabe ya que la fortuna es de los audaces, no se quiere quedar atrás en su existencia de gañán, y se emplea con el bachiller. Qué mejor lugar que las Indias. Pero pasar a las Indias no es sencillo, y hasta lograrlo conocerán muchos infortunios.
¿Cree que los personajes de “El Quijote” han superado en fama a su autor?
La fama del Quijote, del libro, condiciona al propio don Quijote, como vemos. La segunda parte del Quijote, cuya aparición celebramos este año, es consecuencia de eso. El éxito que tuvo la primera parte de 1605 permitió a Cervantes un alarde narrativo que marcaría para siempre el género de las novelas, e hizo que don Quijote, ente de ficción, se leyera a sí mismo en un libro real. Durante la segunda parte, por donde quiera que va el caballero, se encontrará con gentes que saben ya de su existencia por ese libro y querrán pulsar por su propia mano la exactitud de lo que se dice en él. Digamos que en la segunda parte son todos los demás los que enloquecen, queriendo hacer que don Quijote cometa nuevas locuras, por reírse de él. En la primera parte don Quijote se tropieza con unos molinos de viento, que acomete creyendo que son gigantes. En la segunda, todos tratan de fabricárselos, para ver si pica. Ni que decir tiene que en esa segunda parte quienes a menudo son más cuerdos son los dos personajes, el caballero y el escudero, sin contar que tras pasar por la experiencia de los duques, don Quijote es cada vez más Sancho y Sancho cada vez más don Quijote.
¿Cuál es el motivo principal de que haya resistido como “best seller” y como gran clásico de las letras castellanas durante 400 años?
En cada época lo ha sido por razones distintas, pero hay una que es común a todas las épocas. Al principio, hasta el siglo XVIII, se apreciaba de él sus grandes virtudes cómicas. El XIX empieza a pensar que bajo esas risas, hay muchas veras, y descubre el arrojo romántico de don Quijote, su amor por la libertad y la justicia, y su denuedo en defenderlas. El XX, el del abatimiento nacional tras las derrotas coloniales, el regeneracionismo halló en don Quijote un ejemplo de tesón y dignidad, en el caso de Unamuno, y ejemplo de liberalidad en el de Ortega o Azaña. Así que cada época ve “lo suyo” en él. Pero lo que ha seducido del Quijote en tantas gentes de todas las épocas es propiamente la mirada de Cervantes, compasiva, inteligente, socarrona, jovial, bienhumorada, generosa, sin el menor resentimiento, sin queja nunca. Lo que le pedimos todos al mejor amigo.
¿Cómo resiste el lenguaje de “El Quijote” respecto a otras obras de su época? ¿Ha envejecido mejor? ¿Peor?
Las obras de Cervantes, como hemos dicho, nacen de su vida errante, del conocimiento del habla, de su trato indiscriminado con las gentes. Me gusta repetir siempre dos aforismos para explicar su milagro. Porque Cervantes es un milagro, es decir un caso único. Él decía en “El amante liberal”: “Lo que se sabe sentir, se sabe decir”. Y JRJ aquello de que “Quien escribe como se habla llega en lo porvenir y será más hablado que quien escribe como se escribe”. Es lo que ha venido a suceder con Cervantes. Dijo en todo momento lo que sentía, y lo dijo como lo hubiera hablado. Pero no era un caso único. Al propio Cervantes le gustaba esa literatura sentida y hablaba, más que la culta, que, por cierto, conocía también muy bien. Le gustaba el Lazarillo, le gustaba Santa Teresa, probablemente la aparición del Guzmán de Alfarache fue un acicate para que escribiera su Quijote, y conocía también las vidas de otros muchos, que proliferaron en su tiempo, cautivos, soldados, aventureros que escribían y publicaban sus libros contando sus vidas. Cuando nosotros leemos esa literatura, crónicas, cartas, informaciones, toda esa literatura que está más cerca de la vida que de la literatura, sean las de Bernal Díaz del Castillo, la vida y las cartas de Santa Teresa o las maravillosas cartas de indianos que se conservan en el Archivo de Indias, vemos que Cervantes participa de todo eso. Pero además él nos da eso otro, lo cervantino, muy difícil de explicar pero muy perceptible, muy palpable.
Usted, que ha relato el final de Sancho Panza, cómo ha observado el final de la búsqueda del cuerpo de Cervantes. ¿Cuál es su impresión de esta iniciativa y su resultado?
Inevitable. Estaba cantado que en algún momento a un alcalde o a un presidente de la cámara de comercio de distrito se le ocurriría. Ellos no quieren preguntarse por qué Cervantes ha permanecido cuatrocientos años en una fosa común. Buscan rentabilidades a coto plazo. Lo probable era que no encontraran nada. Ahora, si hubieran encontrado sus huesos, lo propio es que todos los hubiéramos honrado de una u otra manera. Pero no han encontrado nada, pese a lo cual parecen empeñados en hacer como si sí. De aquí a unos años, todos creerán lo contrario, que Cervantes está ahí, que Cervantes son esas esquirlas anónimas que apenas dan para un relicario. ¿Quién duda hoy que los restos que están en Compostela no sean los de Santiago? Y no por ello vamos a desmontar la catedral de Santiago.
Usted escribió “Las vidas de Miguel de Cervantes”. ¿Qué queda por conocer de él?
La mayor parte de las cosas fundamentales. No conocemos un solo dato de su intimidad, ni una carta personal, ni testimonios más o menos próximos acerca de su vida familiar… Casi menos que huesos. Algunas fechas, algunas firmas suyas en documentos oficiales, algunas confesiones literaturizadas por el propio Cervantes en algún propio, algún cotilleo… Poca cosa. Pero si leemos sus libros, mucha. Cervantes está en carne y hueso en todos y cada uno de sus libros, vivísimo y coleando. Si supiéramos más de su vida, estaría bien. Pero para lo que necesitamos saber, nos falta vida a nosotros para llegar a comprender la que encontramos en sus libros, inagotable.
¿Se debe leer “El Quijote” en la escuela?
Es una vieja polémica. Ortega desaconsejaba su lectura a los niños, por creer que don Quijote era un modelo que los desmoralizaba. El problema hoy es de otra naturaleza. Si se lo leyéramos tal cual, lo probable es que no entendieran una sola palabra no ya ellos, sino los profesores y maestros. ¿Sabe cuántas notas, sin la mayor parte de las cuales el Quijote no se entiende, tiene la edición de bolsillo de Rico? Más de cinco mil quinientas. Algunos dicen que por el contexto se saca el sentido. En absoluto. Ahora, hay gente que prefiere leer el Quijote por emanación, oliéndolo, por aproximación, con imaginación, por figuraciones, figurándose lo que querrá decir.
¿Cómo hay que enseñarlo?
Hay que empezar contándolo, como un cuento, como una leyenda. Hablando de lo que representa, de su valores, de la generosidad de don Quijote, de su enseña, “con los débiles siempre”, frente a los abusos de los poderosos. Viendo películas. La serie de dibujos animados de Tve era extraordinaria, yo la vi con mis hijos, a los que entusiasmaba. Y luego, en una edad adulta, quizá venga la lectura. Claro que entonces le espera, o le esperaba hasta ahora, un libro difícil, que le costaba seguir, porque lo comprendía con dificultad.
Antes, “El Quijote” se leía sin problemas entre los jóvenes. Ahora existe ediciones escolares. ¿Qué ha pasado para que suceda eso?
Siempre hubo ediciones escolares. Yo mismo compré una. Mi primer libo. Una edición de editorial Vives, con algunas ilustraciones de Doré, con un glosario, con viñetas para explicar qué era un morrión o un ferreruelo. Y deben seguir haciéndose. Pero el problema que teníamos tanto con esas como con otras es que la gente no las entendía del todo. Obligábamos a leer no solo a los chicos sino a los adultos un libro en una lengua, el castellano del siglo XVI, que ni hablamos ni entendemos a veces cuando la leemos. Al contrario de lo que les sucede a los lectores del Quijote alemanes o franceses, que pueden leerlo en su alemán o en su francés del siglo XXI.
Existen adaptaciones para estudiantes de “El Quijote”. Su versión podría, al final, imponerse a todas ellas. Incluso al propio “Quijote”.¿Qué opina?
Las adaptaciones, como decía, consistían en cortar, suprimir pasajes postizos (las novelas que Cervantes embuchó en el Quijote sin venir a cuento), pero no tocaban el lenguaje, el verdadero escollo, los hipérbatos, las palabras desusadas y refranes ininteligibles incluso para personas muy cultas. El chico leía menos Quijote, sí, pero entendía lo mismo que los que trataban de leerlo completo: poco o nada. Por eso el Quijote es el libro que más fracasos de lectura acumula. Miles de lectores, incluso buenos y cultivados lectores, a quienes su lectura, con todos esos miles de notas, abruma hasta la extenuación. La mayoría, al llegar al episodio de los molinos, desarbolados como don Quijote, se dicen: Hasta aquí hemos llegado.
Un experto en Cervantes como usted, ¿cual cree que sería el mejor homenaje a su memoria?¿Cómo considera que debería celebrarse el Día del Libro?
No soy experto en nada. Bueno sí, un poco en el Rastro y en cosas viejas y descacharradas y en las vidas a juego con eso. Les diría que leyeran el prólogo del Persiles. Es breve. Se entiende muy bien. Lo escribió unos días antes de su muerte y es acaso una de las páginas más hermosas de toda la literatura universal. La prueba de que Cervantes, como decía Nietzsche, y teniendo motivos para ello, jamás levantó un falso testimonio contra la vida.
En LA RAZÓN ¿saben qué es el Quijote, y quién lo escribió, y preguntan sobre ello?
RépondreSupprimerQué subidón!!!
Anda, que si yo tuviera el prestigio literario de Andrés Tapiello, su influencia periodística, su dinero (esto es suposición, deducida de la difusión de su obra) y su radio de acción, y viniese La Razón, nada menos que La Razón, a pedirme una entrevista, lo iba a dudar mucho, saben? Les diría "Váyanse a freír.... asalariados y clases medias, que es su función en esta puta vida". Pero está claro: yo debo ser poco demócrata, y AT, muchísimo.
RépondreSupprimerTambién le llama el Francino y el Benjamín a la Ventana, un escritor no puede hacer distingos entre sus lectores. Todos somos igual de demócratas, excepto los seguidores del Rey Arturo y su escudero Cara Torta.
SupprimerEstoy encantado con que salga este libro, y más que sea usted el artífice, seguro que ha interiorizado fetén a Cervantes, me ha creado expectativas, y paradójicamente es una suerte no haberlo leído antes.
RépondreSupprimerUna pena que el entrevistador pregunte con esa simplonería que se le puede dedicar a Ancelotti para hablar de la Champion o a Sabina para que opine sobre su último disco, en lugar de exprimir el maduro melonar de AT en busca del elixir. Aún así las respuestas se sobreponen con éxito a la tragedia, como corresponde a un habilidoso domador de las palabras que un año de estos nos sorprenderá con el Cervantes. Espero que de ser así o lo acepte con sus consecuencias o lo rechace con la elegancia que otros desconocen. Torpe aliño indumentario para las fotos mientras la cuenta corriente engorda. Claro que siempre se puede decir que no tiene nada que ver una cosa con la otra. Empecé a escuchar ese estribillo hace treinta años y muchísimos lo siguen entonando. Otra vez mi mayor reconocimiento, Andrés Trapiello.
RépondreSupprimerMISTERIOS GLORIOSOS == SEGUNDO MISTERIO
RépondreSupprimerDifundidas las nuevas del soviético aquelarre, enfervorecidas muchedumbres de las siete partes del mundo dirigen sus pasos hacia los predios gallegos en peregrinación que excede con creces a la que honra a San Yago, con la que algunos confunden, por más que la primera no esté movida por la devoción sino por una curiosidad nueva y mórbida, que espolea más allá de toda renuencia, y fuerza a los más débiles a desatender sus deberes e incluso a abandonar sus propiedades más arduamente conseguidas. Un perito en muchedumbres germano sostiene que una emoción milenarista ha anidado en el poroso corazón de los peregrinos.
Sobre un verde alcor cercano a la Ellipsis flota una figura vagamente familiar que, en suave levitación descendente, casi roza las copas de los majuelos. Pronto es reconocida, aclamada, invocada. "¡Es la Thatcher!", grita una maruja de Vigo, gran fisonomista; "Sí, es Margarita", confirma un marino de Avilés, muy viajado, señalando la efigie. "La Gran Cerda!", se lamenta un ferroviario de El Ferrol. "Yes, the big pig", confirma consternado un metalúrgico de Manchester, dando con su mirada en tierra. Margaret gesticula segura y soberbia, envuelta en una túnica talar de colores chillones que enrolla a su cuerpo como una toalla de baño, pero que según pronto se colige no es sino una descomunal bandera británica, una atuendaria Union Jack que deja al descubierto su cabello gris moldeado en ondulaciones y solapadas colinas.