CREO, dicho con la mayor modestia, que poco o nada de lo que se diga en esta página será tenido en cuenta. Tampoco siente uno la vocación redentora, mesiánica. Durante años he comparecido aquí con mi pequeña maleta de buhonero, la he abierto y expuesto el género a la curiosidad de los lectores, y al rato ha seguido uno su camino, tal y como hacen los buhoneros en los días de feria y mercado. ¿Qué vende uno, qué y quién le compra? No lo sé. Mercar, lo que se dice mercar, poco o nada, ideas generales acaso, de las llamadas multiuso, como esas navajas suizas que sirven al mismo tiempo para pelar patatas, levantar claras a punto de nieve y moler café. También suele llevar uno en su maleta algunos hechos corrientes, encontrados en los suelos de las calles, como aquellos papeles rotos de las calles que Cervantes decía leer llevado por el gusto que le daba leerlo todo, hasta eso. Sí, pocas cosas habrá más sabrosas que las que pasan en la calle, esos famosos sucesos consuetudinarios que acontecen en el rúa. La calle es el cine de los simples y pobres de espíritu, y uno, sin salir tampoco de la modestia, aspira a ser simple y pobre de espíritu.
Hay que serlo en estos tiempos para no darse de cabezadas contra la pared. Miren atentamente cada mañana la primera página de los periódicos: parece uno de aquellos collages que hacían los surrealistas recortando los grabados de las revistas viejas. En este que tengo hoy ante mí los mismos que exigen a cuatro columnas inflexibilidad para los corruptos son llevados ante la justicia, a dos columnas, por corrupción, amenizados por los enredos de una zarzuela real y los patéticos jipíos del asesino de sus dos hijos pequeños. ¿No llegará jamás a este mundo un poco de serenidad y cordura? Y sobre todo, ¿qué podremos hacer nosotros, pobres de espíritu, para no acabar formando parte de este mosaico desquiciado?
Un remedio acreditado es hacerse el loco. Hace unos años se habló aquí de las memorias de infancia de W.H.Hudson, Allá lejos y tiempo atrás, libro extraordinario. Con libros así no hay crisis que valgan. El pasado, nos decimos, es al menos hospitalario. El azar ha vuelto a traer a nuestras manos uno de los libros de este naturalista, Aventuras entre pájaros, editado hace ya más de medio siglo. Aunque a muchos de esos pájaros, criaturas boreales, no los conoce uno, las historias que cuenta Hudson van haciendo poco a poco que nos olvidemos del mundo en que vivimos. Pero esto es sólo transitorio: al rato comprendemos que la tarea de evadirse no es sencilla. Hudson, que tiene las cualidades de un ornitólogo sutil (infinita paciencia y el ánimo jovial para trabajar en silencio y soledad) nos habla de cucos, cuervos, buitres y describe de tal modo el temperamento y los hábitos de estas aves que se diría lo estuviera haciendo de personajes bien conocidos de todos nosotros, de cualquiera de los que que salen a diario en la primera página de los periódicos. ¿Adónde iremos que no formemos también nosotros parte de este disparatado collage surrealista?, se pregunta uno, al tiempo que vamos cerrando nuestra maleta de buhoneros y pensando desalentados si no sería mejor hacerse titiriteros. Al menos aprovecharíamos la maleta.
[Publicado en el Magazine de La Vanguardia el 14 de julio de 2013]
Pues hay otro libro de W.H. Hudson en la misma línea de "Allá lejos y tiempo atrás": "La tierra purpúrea", tambien publicado en Acantilado.
RépondreSupprimerTe gustará.
Por mi parte, intentaré encontrar esas "Aventuras entre pájaros".
Un saludo.
Joder Andrés. Esta vez lo has "calcao". que decíamos los chavales en el patio cuando alguien estaba asaz brillante o cuando después de una discusión alguno decia algo especialmente coherente. Los "jipios" del asesino, los silencios a dos o cuatro columnas que tanto da, de los corruptos. Las zarzuelas de donde las Mari Pepas huyen. Este mundo que se ha vuelto hostil para los decentes... Hacernos los locos. No es la solución. Los locos deberían ser ellos...Sigueló diciendo. Igual a tí te escuchan.
RépondreSupprimerMiguel.
Si la realidad fuese la que es y no hubiera los escándalos de corrupción , está seria mas cruda . La dinámica de ir a peor no es solo por la corrupción , el mundo está mal repartido y los pobres nos iremos igualando tirando a la baja , muy a la baja .
RépondreSupprimerEl español/a ha perdido el entusiasmo , veo muy difícil que el sistema pueda retribuir justamente los méritos de los ciudadanos y, si pierdes entusiasmo , pierdes valentía y entras en la desesperación . Dependemos del Sistema y la vertiente psicológica de la crisis no la superaran los afectados. El fin de la corrupción no será una panacea , se necesita más cultura y mejorar como personas o solo conseguiremos más tutela ( menos libertad )
Saludos
José López Martí, con su pequeño bolso de viaje en la mano, ha subido al autobús que rueda hacia la Estación de Ferrocarril. En el equipaje, José López lleva dos aderezos para mudarse, dos pañuelos, un par de calcetines negros, recado de afeitado, una pastilla de jabón sin olores, un peine, un pijama, una botella de agua y un libro, titulado «Tratado de las sensaciones», de Condillac. En sus solapas aparece escrito: «Etienne Bonnot de Condillac nació en 1715 y murió en 1780».
RépondreSupprimerJosé López ha llegado a la Estación de Ferrocarril, se ha acercado a la ventanilla y ha comprado un billete de primera clase para Madrid. Luego ha montado en su tren, que sale a las tres y arriba a las nueve. Es un tren moderno y confortable, que se desliza suave, mientras se balancea de uno a otro lado. En el vagón apenas hay doce personas; todas, aisladas, viajan en silencio. José López ha elegido su butaca y se ha sentado sin compañía; sobre el sillón de su derecha ha colocado su equipaje. Durante unos minutos, el hombre ha mirado el paisaje caldeado por el sol de la tarde.
José López nunca lee periódicos ni revistas. Opina que representan la actualidad, y piensa que la actualidad no es la historia, sino las pasiones, la moda, el entretenimiento, el falso valor, los idolillos de la plazuela. Mantiene, por ejemplo, que la actualidad de 1606 era, sin duda, el nombramiento de un arzobispo, y no Cervantes. Empero, aquel arzobispo no era la historia, y Cervantes, sí. Sostiene que el contenido histórico de los hechos, es decir, los acontecimientos, no aparecen reflejados en la actualidad. La actualidad son las actrices del cinema, las coimas importantes, los políticos, las modalidades y cuanto es trivialidad y fruslería. Él se recrea en imaginar que la Historia puede anidar en las meditaciones de un zapatero remendón de Chinchilla, y sabe que el tal zapatero no es la actualidad ni lo será jamás. En resumen: José López no lee periódicos porque rehúsa vivir «sub specie instantis».
La actualidad nos enajena, entretiene, aturde, disipa y aparta de nuestra calidad de criaturas históricas ―considera José López―. Para enfrentarse a ella, no basta dejar de leer periódicos, porque aquel demonio nos envuelve, filtrándose en nuestro ser, hasta convertirlo en simple resultado; en suma: en baladí. La actualidad acecha para arrancarnos de la historia, sacarnos de nosotros y arrastrarnos hacia su Infierno, donde todo es nadería y sucedáneo. Pretende separarnos de los brazos de la Naturaleza, del pensamiento, de la tragedia y del dolor.
José López entiende que la lucha contra nuestra actualidad debe encarnarse en guerra contra la adquisición desmedida de mercancías, y cree que este principio puede ser fundamento ético de un Humanismo moderno. Es inmoral gastar sin necesidad, y sólo hay necesidad cuando la exigencia resulta natural, no social ―dice él―. O, expresado de otra manera: consumir como felicidad es el postulado más satánico que cabe proponer. En una sociedad adquisitiva, todo bien tiene precio, y nada, dignidad. Como Manuel Kant, José López llama dignidad a la condición de lo que no puede ser sustituido, y que, por tanto, carece de equivalente y precio, como la Naturaleza y el Arte. Una comunidad que tenga por fin la apropiación de objetos ―afirma José López― renuncia de antemano a cuanto posee dignidad; en una palabra: rebaja arbitrariamente al hombre, comenzando por no exigirle nada.
Miguel ESPINOSA
Qué hermosura de escrito, y cuánto bueno en él, y en recordárnoslo. Gracias. Saludos.
Supprimer"Respetar la Divinidad, como primera cosa, amar lo vivo, valorar la persona, ejercer la reflexión, indagar la verdad, inclinarse ante lo bello, proponer lo bueno, estar en lo justo, hacer desinteresadamente, acoger a la mujer, enternecerse ante los niños, no obedecer al tirano, defender la libertad, obrar espontáneamente, realizar la alegría, compartir la riqueza, dialogar objetivamente, intuir, inducir y deducir; prepararse para la posteridad, elegir la palabra y su sonido, avenir en el hombre la razón y la Naturaleza, ser piadoso con el Estado, investigar el demiurgo de los demás, no afrentar a nadie, amar lo efímero, objetivizar la emoción, danzar en trance y traer a la Tierra el humor de los dioses. He aquí la Hélade, así en la península como en las islas y sus mares. Mas también la Hélade se encuentra en otros muchos lugares de la Tierra, aldeas, ciudades y bosques, pues en cada hombre realmente joven hay, en parte, una pequeña Hélade."
RépondreSupprimer[Otro párrafo de M.E.]
Me alegra que le guste por haber podido corresponder así, con este texto de Miguel Espinosa, a lo mucho que recibimos de usted.
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