Es uno como la mayoría de ustedes. Un buen día oye o lee tal o cual noticia. Los periódicos y telediarios le alarman lo indecible a propósito de ella, y las imágenes o fotografías que le muestran son, en efecto, alarmantes: masacres, bombardeos, hambrunas, éxodos. “¡Qué espanto!”, decimos, y acto seguido sentimos sin atrevernos a expresar algo más íntimo: “¡Qué suerte no contarse por esta vez entre esas pobres gentes!”.
Volvió a suceder cuando se desataron las sangrientas algaradas de Ucrania, que acabaron con el presidente del país. Parece que se nos pidiera tomar partido, ¿pero cómo hacerlo si a duras penas hubiéramos podido ubicar Kiev en un mapa? Así que durante unos días procura uno informarse sobre Ucrania, lee, mira en internet, escucha atentamente a los expertos... Eso nos ha servido para constatar que en no pocas de las ciudades ucranias sigue habiendo estatuas de Lenin, y en las calles de Sebastopol han vuelto a desfilar las banderas rojas con la hoz y el martillo, después de todo el terror que trajeron a este mundo aquel hombre y esos trozos de tela. Mira y oye uno también a los rebeldes ucranios, “arderá el suelo de los independentistas crimeos”, y nos preguntamos: “¿pero quienes son los nuestros?”.
Sucedió cuando las guerras de los Balcanes. ¿Por qué Croacia sí y Bosnia no, o Montenegro, por qué se tarda tanto en parar las matanzas de Sarajevo, por qué no detienen a los serbios? ¿No sucede hoy en Siria y en tantos lugares? Apenas da uno abasto para mirar el mapa del mundo buscando en él el dolor, la muerte, la desesperación de gentes que a veces nos miran de una manera fugaz pero directa, mientras charlamos tranquilamente con un vaso de vino en la mano. Hace unos días oímos en una película que trataba la guerra yugoeslava, a propósito de la ayuda humanitaria que les llegaba de Italia: “Estamos de allí a menos de cuarenta minutos”, decían sarcásticos unos milicianos hambrientos, en una choza sin luz, sin agua, alrededor de un fuego. ¿A cuántas horas estamos de Kiev, de Crimea? Por los libros, sabe uno que allá la primavera es esperada con mayor impaciencia aún que entre nosotros y recibida con mayor alegría si cabe. ¿Los nuestros? Todos aquellos a los que les arrebaten o pierdan la vida por la patria, porque un siglo de patria no vale lo que valen cinco minutos de una primavera en cualquier parte.
[Publicado en el Magazine de La Vanguardia el 6 de abril de 2014]
Marx decía que el motor de la historia es la economía, de modo que la infraestructura económica crea una superestructura política e institucional ("El trabajo manual hizo el esclavismo, el molino hizo el feudalismo, la máquina de vapor provocó el capitalismo"). Es un planteamiento reduccionista, porque olvida un factor básico en la evolución humana, que es el tribalismo.
RépondreSupprimerLa tendencia del ser humano a crear tribus (como las abejas crean enjambres o los lobos crean manadas) y a marcar el territorio (como muchos animales hacen con su orina) se ha traducido, en la evolución humana, en el nacionalismo.
El nacionalismo es el tribalismo de nuestro tiempo: una regresión, un atavismo de nuestro pasado simiesco.
A menudo los instintos prevalecen sobre la inteligencia humana, y éste es un caso en que un instinto animal (tribalismo) condiciona la inteligencia degradándonos a un primitivismo troglodita.
Artur Mas es, actualmente, un representante de la involución humana que nos reconduce a clanes y tribus de la prehistoria.
De resultas del nacionalismo, la humanidad ha padecido los mayores sufrimientos. Y en España hubimos de padecer cruentas guerras civiles (carlismo, enfrentamientos en la I República -cantonalismo de Pi i Margall-), y sin olvidar la culpabilidad del nacionalismo en la insurrección militar de 1936 (que dio lugar a una terrible dictadura que se extendió cuatro décadas -1939 a 1975-).
En su visión de la historia, Marx olvidó el factor nacionalista, que es, en realidad, el principal azote del género humano.
Si la patria es una abstracción perversa propia de países ultraderechistas como Francia, Estados Unidos e Inglaterra, tampoco entiendo muy bien tanta tinta derramada habitualmente en este espacio para rasgarse las vestiduras ante el delirio secesionista catalán. Patria, estado, nación, país, son como el chicle que unas veces se muerde y otras se estira o se encoge en la boca cal pasta al dente. Tal vez por tanta facilidad para masticarlo seamos la envidia de nuestro entorno.
RépondreSupprimerAl final son enclaves , como será Crimea sino vuelve a Ucrania , Turquía tiene la llave del Mar Negro y Rusia va al abismo . Son enclaves creados por desplazamientos humanos y genocidios como Chechenia ( musulmanes turcomanos como los bosnios ) .
RépondreSupprimerEl gran problema de Rusia viene del este , los mogoles no son ni se sienten rusos , son siberianos y los dueños del gas , están apoyados al igual que los uigures ( turcoparlantes mogoles que buscan que la región de Xinjiang , la más rica del mundo en gas y petróleo , se llame Turquestan Oriental ) por el capitalismo americano , árabe y la gran nación turca ( que va más allá de lo que marcan las fronteras ) . Por eso a China no le gustó la anexión de Crimea ya que creen que Rusia apoya a los uigur ( caucásicos ) , luego hay un problema con los tártaros , georgianos , abjasios y el enclave armenio de Karabaj en las montañas de Azerbayan .
Hablamos de una posible guerra de los grandes Mares , ya que tanto el Caspio como el Negro se ven afectados por esta movida que recuerda un movimiento de fichas , tipo Primera Guerra ( entonces no había dependencia de combustibles fósiles ) .
Las guerras se hacen por dinero , y para hacer aliados se ofrecen terreno e impunidad pero siempre hay vencedores y vencidos , así por la cara a nadie le regalan un país minúsculo , habría una ola de escisiones que el capitalismo no puede aceptar , hay muchos frentes abiertos como para dar pábulo a cualquier trasnochado .
Los nuestros son los que decidan Obama y Kerry que sean , y ahora más que nunca por la exigencia del desafío de todos conocido . Los catalanes juegan la baza de que España seria expulsada de Europa si los tanques aparecen en La Diagonal , pero todos harían lo mismo ( el ejercito ingles está en Irlanda ) .
RépondreSupprimerDecir lo que puede pasar , no es ningún delito como quiere hacer ver cierta gente ; hacer apología del incumplimiento de la ley podría serlo.
Los tanques en La Diagonal sería la declaración de independencia de España con respecto a Cataluña, eso lo sabe todo el mundo y mejor que nadie los militares españoles.
SupprimerLos militares españoles, señor mío, dicen lo que cualquiera con un mínimo de sentido común diría y le transcribo las palabras de un teninte coronel EN ACTIVO, cuyo nombre, naturalmente, no voy a revelarle primero porque es amigo mío y segundo porque no me da la gana, que le responde a álguien que como Vd., señor Sánchez-Paulete, afirma iguales peregrinas cosas: " No debe Vd. temer a los militares, yo más bien, de temer algo, temería a la fractura social. Pues de producirse ésta, también la habrá en los ejércitos, que no somos marcianos y también formamos parte de la sociedad....y cuando ese hecho terrible se ha producido (la discusión) ya no se produce a simples puñetazos sino empleando medios contundentes por ambos bandos y naturalmente con militares en uno y otro...A los militares, que estamos más alejados de la política de lo que muchos tienden a pensar, nos preocupan los problemas sociales y la quiebra de la unidad, pero no desde luego con la idea de imponer o cambiar sistemas. Conocemos los riesgos que ponen en peligro la paz y eso es algo que un militar pretende preservar a toda costa. Sin ella es imposible el progreso social con dignidad, justicia y seguridad.... Me inquieta, no obstante, que haya quien juegue con fuego o no lo apague a su debido tiempo".
SupprimerEn pocas palabras, no le quepa la menor duda, Sr. Sánchez-Paulete, que el camino que siguió el Tercio de Monserrat para volver a Barcelona lo conocemos de sobra.
Evidente, es una idea peregrina. Les deseo lo mejor en ese retorno a Cataluña y espero que marchen bajo la invocación del recuerdo de D. Mauricio de Alós y Bobadilla, "Caigut per Deu i Espanya".
SupprimerNo necesitamos invocar a nadie, nos basta con la idea de libertad y de unidad que nuestro constitucionalismo consagra desde 1812, que en eso también los militares españoles tienen tradición.
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