EL año que viene se celebrará el cuarto centenario de la publicación de la segunda parte del Quijote, y volveremos a oír la vieja cuestión: ¿se debe o no leer el Quijote en los colegios? La controversia no es nueva. Ya hace cien años intervinieron, a favor y en contra, conocidos intelectuales. A favor estaban quienes sostenían que si amaban de adultos tanto ese libro era porque de niños se les inculcó su lectura. En contra, quienes sostenían que precisamente porque se les obligó a leerlo de niños, habían acabado aborreciéndolo.
Que el Quijote no es una lectura infantil está fuera de duda. De hecho, probablemente ni un uno por ciento de los hispanohablantes podría leerlo si no es en una edición profusamente anotada. Los que creen recordar haberlo leído en el colegio u oído de labios de un maestro aplicado tendrían que hacer este cálculo: suponiendo que lo leyeran una vez a la semana, a cinco páginas por día, tardarían en completar su lectura unos seis años, sin contar el tiempo que emplearían en saber qué significa lo de “lanza en ristre” o expresiones como “castígame mi madre, y yo trómpogelas” y mil otras, que dejan a los papiros del Mar Muerto en inocentes trabalenguas. Quien diga, pues, que “leyó” todo el Quijote de niño, o miente por fantasía, o se engaña por vanidad.
No, no se ha de leer el Quijote en el colegio, porque no lo entenderán. Como tampoco hay que leerles La Ilíada ni la Biblia. Pero a los niños se les ha de contar el Quijote desde que tengan uso de razón, y hablarles de él a todas horas, y de Aquiles y de Odiseo, y de Moisés y de Cristo, y de todos aquellos personajes de ficción o reales en cuya ejemplaridad nos hemos de mirar los adultos, desde Carlomagno a Emily Dickinson. Contamos con adaptaciones para escolares y adolescentes de todas esas obras, películas, seriales y dibujos animados, algunos muy buenos. En ellos aprenderán a amar los más chicos las virtudes quijotescas (libertad y justicia) y cervantinas (compasión, jovialidad). Sólo así quizá, un buen día, ya adultos, tomarán ese libro y otros parecidos en sus manos, lo abrirán y se dejarán llevar al más maravilloso lugar de la tierra, más allá de la ficción o la realidad, aquel donde cuentan sólo las cosas verdaderas. Para poder decir de mayores lo que Flaubert decía precisamente del Quijote: “Me lo sabía de memoria antes incluso de haber aprendido a leer”. Y este es el busilis, tan quijotesco.
[Se publicó en el Magazine de La Vanguardia el 21 de diciembre de 2014]
El quijote para niños es el que ha escrito Perez Reverte a tal fin, luego dependera de los maestros, ya que doy por hecho que PR habrá hecho un buen trabajo,. Quijote y Sancho seguro vigilan mejor los sueños de los niños que las maquinas de internet, incluso pueden inculcar sentido del humor a los niños , un sentido que estamos perdiendo. Supongo que si el proyecto va adelante Perez Reverte no aceptará cobrar derechos de autor
RépondreSupprimerOtro articulista insigne escribía no hace tanto sobre la importancia de no perder la narración oral, el relatarnos historias. Frente al avance de una especie de burocratismo de las relaciones familiares (véanse tics algo escalofriantes del tipo «me comunico (!) bien con mis padres» y otros), me parece que recuperar la costumbre de contarles historias a los niños, de hablarles (en vez de «comunicarse con ellos» como si fuéramos agregados diplomáticos), sería una maravillosa manera no sólo de prepararlos para el amor por la literatura, sino también de que tanto ellos como nosotros sigamos siendo seres humanos.
RépondreSupprimer“In diebus illis”. En aquellos días dijo Jesús, o soltó la voz don Quijote… “Dichosa edad y siglos dichosos aquellos” siempre dorados. “Asaz melancólicos y de mal talante” todos, en cambio, con biblias o libros que no sabemos hacer carne en el siempre herrumbroso día a día.
RépondreSupprimerTrapiello no mal dijo :
RépondreSupprimer""El Quijote .... suponiendo que lo leyeran una vez a la semana, a cinco páginas por día, tardarían en completar su lectura unos seis años,...""
Puedo deducir y deduzco de ello que el quijote está bien dotado de unas 5*52*6 <> 1500 páginas. No sabía yo, que no lo he leído, aunque me siento español y defiendo a España, que fuera tan largo. Mi abuelo -con buena intención, desde luego- se empeñó en que yo lo leyera cuando tenía yo menos de seis años de edad. Recuerdo la pesadez newtoniana del libro. Y los dibujos densos , también pesados de Gustave Doré. Recuerdo que no me gustó la pinta de hombre flaco y despeinado que tenía Don Quijote. No hay que dibujar los personajes ni las escenas en la literatura. El cine es otra cosa también bella. Al llegar a "...lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme..." me pareció una aseveración tan paradójica que pensé para mí mismo que para qué lo decía. Me entró no obstante la curiosidad de saber qué era esa Mancha; si era la misma por la que que tu madre te reñia al volver de jugar y no entendías bien porqué. Y de no ser así porqué un lugar llevaba un nombre sucio. Como además yo no era fuerte, me dolían los brazos de sostener el libro les dije -o los que manejan mi cerebro contran mi voluntad, sin que yo me diera ni cuenta antes, dijeron- que no quería yo leer el libro; y así hasta hoy, sin ser un inculto, sin voluntad de serlo.
Gracias a su novela "Al morir Don Quijote", conseguí hace unos años que mi madre (por entonces a punto de cumplir los 80 años) se decidiera a leer el Quijote. Tanto le había entusiasmado su libro que decidió, por fin, iniciar la quijotesca aventura de leer el original cervantino. Y por tratar de que la concluyera con éxito, le sugerí que puesto que habíamos empezado por el final, siguiera deshaciendo el camino, y de esta forma comenzó por la segunda parte del Quijote y, a su conclusión, comenzó la primera. Le entusiasmó el original y también, y mucho, su novela.
RépondreSupprimerAhora (la semana que viene cumple 87 años), está leyendo "El final de Sancho Panza..." y está entusiasmada.
Gracias por todo ello, D. Andrés. Sin su libro primero, no hubiera sido capaz ella, ni otras tantas personas a las que se lo recomendé, leer esa obra cumbre de la literatura.
Gracias de nuevo y felicidades por esta magnífica continuación con las aventuras de Sancho.
Un saludo.