SI apreciamos tanto la memoria, si la encontramos perfecta en su género, como extraordinaria facultad de la mente o, según la vieja escolástica, “potencia del alma”, es precisamente por su imperfección. Hace años le preguntaron a uno en una entrevista qué hacía después de escribir durante ocho o diez horas diarias. Respondí que como estaba tan cansado al llegar la noche, me tragaba cualquier película de la tele, la que echaran ese día. Me da lo mismo. Cree uno ser el que más películas malas ha visto en España, pero gracias a que la memoria colabora con la justicia poética, las olvido cinco minutos después, así que casi todas las películas malas que ha visto uno las ha visto dos y tres veces, sin acordarme de nada sino hasta que ya están llegando al final y es demasiado tarde para cualquier otra cosa que no sea maldecir mi suerte.
Pero, por fortuna, esto que sucede con las películas malas, suele ocurrir también con las buenas, y quien dice películas, habla de novelas, ciudades, personas. Y entonces, sin memoria, qué maravillosa sensación la de volver a disfrutar de algo como la primera vez, instalados en una perpetua revelación inagotable. Una de las razones más tontas que encuentra mucha gente para no tener que leer por gusto, ya de adultos, el Quijote o Platero y yo, los dos libros más editados de la lengua castellana, es recordar o creer que recuerdan haberlos leído por obligación cuando eran jóvenes o chicos. Las dos cosas suelen ser mentira: que lo leyeran de pequeños, más allá de algún capítulo suelto, y que recuerdan algo de aquellas lecturas.
El mes que viene hará cien años que se publicó por primera vez Platero y yo. Otra de las razones que suelen decirse los adultos para no tener que leer ese prodigio de gracia, sencillez y finura, es creer que es un libro para niños. El primero que sabía que no se había escrito para ellos fue JRJ. Los libros que se escriben “para” alguien acaban no siendo de nadie, y olvidándose. Don Francisco Giner, fundador de la Institución Libre de Enseñanza, vio en Platero, y con razón, el libro ideal para inculcar en los niños y muchachos ese amor y respeto hacia todos los seres vivos, animales, plantas y personas que muchos, en su edad adulta, habrán olvidado o combatirán con arrogancia y desprecio. Así que cuando hace un rato ha terminado uno su relectura quinquenal de Platero, da gracias a la vida, y cuánto, por su mala memoria.
[Publicado en el Magazine de La Vanguardia el 30 de noviembre de 2014]
Platero merecía haber sido un burro francés; pero tuvo la mala suerte de nacer de la mano de un personaje español tan denostado, además, que hasta mayoritariamente se ignora que es premio Nóbel. Cosas veredes. Y las muchas que a nuestros desgraciados ojos les quedan por ver en esta época de infamia y plomo.
RépondreSupprimerHay mucho plomo, cierto.
SupprimerY mucho tonto entre los sabios anónimos.
SupprimerMuchos no.
SupprimerQue hermoso Platero. Siempre igual, siempre diferente. Tan vivo, tan cercano.
RépondreSupprimerGracias, aprovecharé para releer Platero.
RépondreSupprimerOtra cosa: ha escrito el -"of course"- mejor articulista, el más jovial:
http://elpais.com/elpais/2014/11/28/opinion/1417202506_176244.html
Me regalaron mis padres Platero y yo y Oros viejos de Herminio Almendros y Flor de leyendas de Alejandro Casona, me gustaría volver a leerlos. He encontrado unos fragmentos y recordaba el paso de una carreta la ayuda de Platero y las naranjas.
RépondreSupprimerEstuve ayer y el mièrcoles en la feria del libro para niños de Montreuil, a pesar de que las ventas han caído en la edición en los últimos tres años la edición francesa es innovadora y diversa en parte gracias a todas las acciones estatales y privadas para fomentar la lectura. Encontré nuevas ediciones del Petit Prince, el clásico francés comparable a nuestro Platero. Y allí estaba de visita en la expo de los illustradores el primer ministro Manuel Valls y la ministra de cultura, un domingo por la tarde, en Francia la lectura y el libro son preocupaciones y tareas del Estado pero existe la sensibilidad y el interès por la cultura. Ayer viendo tantos lectores y ediciones para niños recordé a Platero.
Me acaba de dar la pascaliana y creo que ésta es una casa amable para poder contarlo. A imitación del famoso Memorial escrito de su puño y letra que, tras la muerte del genial pensador y matemático, alguien encontró cosido al forro de su casaca, estoy yo ahora copiando con mi estilográfica de tinta china estos versos de un impecable soneto de AGC para prenderlos al interior de un chambergo goretex que me acabo de comprar con la intención de recorrer algunos caminos del páramo castellano:
RépondreSupprimer"Oh amor maduro al fin, oh amor maestro;
que es desear tener lo que ya es nuestro."
Lo hago porque junto a la belleza manifiesta, creo que este par de versos son más, más incluso que la imperturbabilidad y la ataraxia, don Andrés.
Realidad e internet (más cine y televisión), excesos que mutuamente se vacían: enloqueceríamos si no fuera así.
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