“PARAD el mundo” se decía aquí la semana pasada, y podríamos añadir esta: “Y cortad la luz”. No hace todavía veinte años Juan Cruz entrevistó al editor Jaime Salinas. Aquellas conversaciones acaban de publicarse ahora. Algunas de las opiniones de Salinas nos hacen sonreír con indulgencia porque nos recuerdan que también eran las nuestras: “¿Se ha visto algo tan tristemente cómico como la proliferación de teléfonos móviles?”, se preguntaba en 1996.
Alguien camina entre las mesas del restaurante. En muchas, al lado de los cubiertos, los comensales han dejado su móvil, al que parecen seguir unidos por invisible cordón umbilical; otros, mientras esperan ser atendidos o a la persona con la que están citados, consultan en ellos algún dato, pilotan en una red social, leen un correo o la prensa, reservan unas entradas. Al rato, mientras almuerzan, se oyen aquí y allá los timbrazos característicos. Algunos piden excusas por tener que atender una llamada inexcusable, otros, después de identificar al llamante, la cortan o la dejan morir. Puede ocurrir que alguno, en un gesto de impotencia y desesperación, arranque el móvil del mantel y se lo guarde en el bolsillo. Quien le acompaña agradece esa decisión que parecía heroica, pero al rato vuelve a sonar el móvil, y quien se lo había guardado vuelve como un resorte a rescatarlo: “Perdona, esta no tengo más remedio que contestarla”. En el vagón de tren los que antes leían un libro, se abisman ahora en sus móviles y tabletas como alquimistas en sus pequeñas retortas luminosas, otros dormitan con los auriculares puestos. Cierto que en ese vagón reina el silencio, pero nada más alejado del silencio que eso. Un amigo confesaba hace poco que sus hábitos de lectura habían cambiado: ya es incapaz de leer durante más de una hora seguida. Transcurrido ese tiempo ha de mirar su móvil, su tableta, su ordenador, víctima de sí mismo. Sin ruido-ambiente se impacienta y desasosiega, sin interrupciones no puede concentrarse, como esos niños que no pueden dormirse si no hay cerca una luz encendida.
Pocas experiencias más misteriosas y enriquecedoras que la de quedarse sin luz eléctrica. Por ejemplo, al caer la tarde, con toda la noche por delante. Por ejemplo, en invierno, junto a una chimenea, en una casa de campo. Al prender los trozos de vela que milagrosamente se guardaban aún en un cajón, la habitación se puebla de sombras que bailotean en las paredes y en los techos. Sin luz eléctrica se habla más bajo, y en voz baja, no se nos pregunte por qué, se miente mucho menos. Con la voz apagada sacamos de nosotros lo más hondo, verdadero y valioso. Empiezan a llegar las confidencias. La única luz es la del fuego, la única música, la de esa carcoma y su monólogo humorista llenando el presente de misteriosas galerías. Quienes hayan pasado por esta experiencia pueden testimoniar lo que sucede cuando vuelve de nuevo el fluido eléctrico (siempre vuelve) y un doloroso trallazo del que los ojos apenas se pueden defender cruza el rostro de los presentes. Sí, de pronto todo se ilumina, pero pensamos: no hacía falta tanta luz, y no hay quien no sienta esa restitución como la pérdida de un reino.
[Publicado en el Magazine de La Vanguardia el 22 de diciembre de 2014]
Muy cierto, casi daban ganas de que la luz nunca volviera. Andrés, no te adelantes al Fin de Año: el 2014 no ha llegado todavía y tú ya has escrito para diciembre.. jajaja
RépondreSupprimerNos habremos de ir haciendo a la idea según la Teoría de Olduvai emitida por Duncan; la teoría tiene cinco postulados (Duncan, 2007, p. 141-142):
RépondreSupprimerEl crecimiento exponencial de la producción mundial de energía finalizó en 1970.
Los intervalos de crecimiento, estancamiento y declive final de la producción de energía per cápita en Estados Unidos anticipan los intervalos de la producción de energía per cápita del resto del mundo. En tales intervalos se pasa del petróleo al carbón como fuente de energía principal.
El declive final de la civilización industrial comenzará alrededor de 2008-2012.
Los apagones parciales y totales serán unos indicadores fiables del declive terminal o final.
La población mundial declinará a la par con la producción de energía mundial per cápita.
http://es.wikipedia.org/wiki/Teor%C3%ADa_de_Olduvai
También pueden consultar el último "World Energy Outlook" de la Agencia Internacional de la Energía.
En 1997 lost Higway respondía la cuestión de Juan Cruz del que por cierto me gusta mucho lo que dice y como lo dice en la SER
RépondreSupprimerJulian Muñoz asistió a sus juicios con iPad . Hay centros para adolescentes y niños para superar la adición a internet y no pueden dejarlo , pasar un día sin saber de los demás les produce un mono insufrible y mucho frío , da lástima ver la cara que ponen . De hecho todos somos esclavos de la tecnología , es consustancial al ser humano e incluso soñado usamos internet o hacemos una llamada , todo nos parece poco.
Trago y cigarro que la difunta no vuelve
RépondreSupprimerFELICES FIESTAS
Lamentablemente no es cierto que en los vagones de cercanías reine el silencio; uno trata de leer en el transcurso del trayecto que realizo cada día para ir a trabajar y es imposible; siempre hay alguien hablando por el móvil en un tono que sería inadmisible si yo lo utilizara para leer en voz alta; ganas, desde luego, me dan.
RépondreSupprimerHe leído esto en mi móvil. No todo en ellos es parloteo inane.
RépondreSupprimerEste quedarse sin luz y vivir por unos momentos en la poesía de la oscuridad es lo que nos ha ocurrido esta tarde, y en el campo. Bienvenida sea, esa clase de oscuridad.
RépondreSupprimerHacía más de un año que no leía este blog. Por el momento no puedo permitirme el seguir comprando tus libros, Andrés, lo siento, otro año será...esperemos. Pero te releo siempre.
Pese a esa noche tan larga..., feliz año nuevo.