ASÍ, Barcelona 1957, se titula este libro del fotógrafo Leopoldo Pomés. Se publica medio siglo después de cuando tenía que haberse publicado. La peripecia de su “descubrimiento” la cuenta Juan Manuel Bonet en un prólogo fascinante que es a la vez novela y pequeño laberinto. Quien lo tenía que haber editado hace cincuenta y cinco años, el señor Seix, socio del señor Barral, lo vetó porque era a su entender un libro de fotos demasiado sombrío: “No salen jardines”, dijo. El libro contiene, en efecto, fotografías sombrías, pero también bellísimas. A menudo las más sombrías son las más hermosas. Dice Pomés en un coloquio que mantiene en esas mismas páginas con Eduardo Mendoza que Barcelona le gustaba mucho como ciudad porque, algunos días, tenía una luz especial que no dejaba sombras. Pese a no haber sombras en sus fotos ni ser en especial tenebrista, la Barcelona que sale es una ciudad sombría que se parece mucho a la España negra de entonces. De hecho aquella España y aquella Cataluña se parecen mucho. Uno, francamente, no sabría ponerlas rostro propio. Hace años Bonet y yo hicimos una exposición de otro fotógrafo excepcional, Francesc Català-Roca. Fotos suyas de los años cincuenta de Madrid y Barcelona. Algunas cuesta distinguirlas, sobre todo cuando salen en ellas personas: miraban de la misma manera, desde los mismos abismos. Parecen decirnos, como Baudelaire: “hipócrita espectador, mi semejante, hermano mío”.
Algunos de esos abismos aparecen también en las fotos de Pomés, como en otros grandes fotógrafos de la época, Colom, Forcano, Miserachs, Masats: monjas, mujeres de la vida, policías de la secreta y soplones, burgueses orondos, la celestina y su señuelo (lo parecen la mujer de la portada y la que acaso sólo es su hija), dificultad y pobreza por todas partes... A los niños de pantalón corto, por ejemplo, se les ve las rodillas como si fueran puños, porque el hambre empieza siempre a descararse por las rodillas.
Dicen Pomés y Mendoza que aquella Barcelona de 1957 ha desparecido. Qué sé yo. A mí me parece que aquella Barcelona está más cerca de 2012 que, por ejemplo, de 1714. Hace un mes vimos mi mujer y yo en la playa de la Barceloneta, a las cinco de la tarde, una escena de aquelarre: media docena de viejas decrépitas y deformes sentadas en la arena en toples. Jugaban a las cartas mientras una de ellas, fumando un cigarrillo y pintada como una pupila de burdel, miraba de pie con unas ubres tan escurridas que le llegaban hasta su vientre hinchado. No se ocultaba, parecía querer exhibir con insolencia los tristes pingajos de la vida. Era una escena salida de Goya o de Solana y si hubiese sido fotógrafo y hubiese hecho una foto de aquella escena, todo el mundo habría dicho: eso ya no existe, es un montaje. Pomés nos ha dado una Barcelona que tal vez no existía... hasta ayer, hasta que se ha publicado este libro excepcional. A partir de ahora habremos de recurrir a sus fotos para reconstruir aquel tiempo que, contra lo que puede pensarse, no fue peor ni mejor que otros tiempos, como tantos tiempos más. Y así lo vio también Carlos Pujol en su Barcelona y sus vidas (La Veleta, 2010), un libro del que no se ha hablado en ninguna parte, acaso por ser uno de los mejores que se hayan escrito sobre esta ciudad en el último medio siglo. Eso sí, en castellano.
A propósito de las bañistas exhibicionistas de la Barceloneta que menciona don Andrés en su artículo, el poeta Carlos Pujol daba una estupenda explicación en “Barcelona y sus vidas” que les transcribo: (La ropa que nos ponemos es el lenguaje que define lo que queremos ser, el modo que queremos que nos vean los otros: elegantes, esbeltos, juveniles, desenfadados, deportivos, ricos, rebeldes… Cada prenda de vestir es una autodefinición, nos explica y nos muestra según nuestros deseos. En la playa a todo eso se renuncia, no queremos ser nada salvo inocencia primitiva, cuerpo, anatomía, desnudez…
RépondreSupprimerLa luz ciega, el sol es abrasador y el mar parece un pretexto que solo sirve de decorado…
Lo principal es la comedia que se representa sobre la arena, una comedia de enredo para engañarnos unos a otros: bronceamientos, exhibicionismos, ligues, poses cinematográficas, lentos paseos como de pasarela de moda, pelotitas que sugieren que se lo están pasando muy bien, miradas de soslayo, mudas competiciones corporales...
El mar, impasible, porque ya ha visto todo lo que se puede ver, desde las “cóncavas naves” de los griegos hasta el “Titánic”, y está curado de espantos, va y viene con su rumor de toda la vida, esa música obsesionante y monótona que es uno de los ritmos de la creación. Y nos contempla desnudos y supuestamente felices muy sereno, sin juzgar a nadie)
Un abrazo.
Inmediatamente, al ver la foto, pensé que sería muy adecuada para figurar en la cubierta de La Romana, de Moravia.
RépondreSupprimerEs Alejandra, un personaje que podríamos encontrar en Barcelona, Madrid, Roma, Lisboa o Atenas.
Una época y una cultura popular que no admite divisiones políticas o administrativas. El humus vital que sostiene y da vida a la superestructura administrativa y que la hace ser lo que es.
lo que llama mi atención de la fotografía es esa especie de parada en marcha que consigue el creador, por tanto esa mezcla de movimiento detenido, y el que del bolso de la femme, enrrollado, brote un periódico(?) que apunta y nos veda a la vez la curva del pecho delicado, más ese niño que con el índice sobre los labios parece pedirnos silencio ante el escándalo de la boca de la femme.
RépondreSupprimersaludos blogueros
La foto me llevo a pensar en " Nada " de Carmen Laforet . Además tanto Carmen como la mujer de la foto eran muy guapas . Escuche la entrevista de RNE a Carmen y tenia una voz maravillosa , se ve que fue una gran mujer . En RNE a la carta existen docenas de entrevistas " enlatadas " de grandes escritores / as del siglo 20 . Escuchar las voces de Cortazar o Clara Campoamor es un aprendizaje sobre ellos inigualable y gratuito .
RépondreSupprimerSaludos
El recuerdo de los sueños olvidados , no podemos recronstuir el pasado pero las fotografias nos ayudan a representarlo
RépondreSupprimerchao
Boca zarcillo,
RépondreSupprimeraquellos ojos estos.
Salpica el vértigo.
Yo creo que las de la foto son abuela, hija y nieto. Los pómulos, la boca, las cejas.
RépondreSupprimerLas fotos de Joan Colom para el libro de Cela "Izas, rabizas y colipoterras" podrían ser complematarias de este de Pomés.
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