LEÍA estos días el magnífico epistolario del destierro de Unamuno, preparado por el matrimonio Rabaté y publicado por la Universidad de Salamanca, y allí encontramos un bellísimo poema en una carta que le dirige a Bergamín desde Hendaya en 1926. El poema es una premonición de su muerte, cosa que no tiene nada de especial, porque Unamuno pasó su vida premonizándola en las más diversas circunstancias y momentos. La particularidad de este poema es que se ajusta bastante a lo que sucedió en realidad el día 31 de diciembre de 1936, aquel ataque de su cansado corazón en una mesa con brasero, y que es bellísimo, como digo.
Cuando lo busqué en cierta antología que hice de la poesía de Unamuno, dando por hecho que estaría, no lo hallé, como tampoco ninguno otro del Romancero del destierro, el libro al que pertenece y que se cita profusamente en mi prólogo. Qué ocurrió, por qué no está entre los elegidos ni otros de aquel libro, que siempre me gustó muchísimo, es un misterio. Nada recuerdo, porque de esa antología hace más de veinticinco años. Ha llegado, pues, el momento de reeditarla, ampliándola con ese y algún otro poema encontrado o redescubierto.
Aquí va el de esa carta y aun deberían ir otros del mismo libro, que con tal motivo he vuelto a leer, como si fuese nuevo. Y nuevo es.
Aquí va el de esa carta y aun deberían ir otros del mismo libro, que con tal motivo he vuelto a leer, como si fuese nuevo. Y nuevo es.
Se acerca ya tu hora, mi corazón casero;
invierno de tu vida al amor del brasero
sentado sentirás,
y tierno derretirse el recuerdo rendido
embalsamando al alma con alma de olvido,
de siempre y de jamás.
Y pasará tu vida, mi alma, mi vida,
sombra de nubecilla en la mar adormida
de la loca razón;
al fin despertarás por debajo del sueño
sin llegar a gustar la carne de tu empeño
cansado corazón!
Y concluir diciendo que en el paradójico Unamuno morir sentado en una mesa camilla con brasero fue, en aquella Salamanca copada por falangistas y legionarios, lo más parecido a morir en los medios, de pie, como los toros bravos, aunque no sabemos si a don Miguel, tan antitaurino, le gustaría esta imagen.
Menorca, 2 de junio de 2012. Foto: Rafael Trapiello |
Siempre me ha gustado mucho Unamuno y, al mismo tiempo, he tenido la sensación de que ha pasado a la historia como uno de esos personajes incomprensiblemente malditos que parecen estar afectados por un estigma que los devalúa, mientras otros de talla inferior se ven encumbrados por las circunstancias y las coyunturas. Incluiría en esa lista, por ejemplo, a Azorín, para mí un gigante. Y, en otro escalón, a Pedro Salinas.
RépondreSupprimerComo hoy va de Unamuno, aprovecho para citar algo de su prólogo a “El perfecto pescador de caña” de Izaac Walton, lo que conecta además con “la atención”, que decía Gaya, del chino de hace dos días. Por cierto, para Unamuno, en ese prólogo, la atención consiste en “no perder de vista el corcho”. Pero ¿y si no hay corcho? Se ve que en el Nervión el corcho se da por hecho, así de chulos son.
RépondreSupprimer“No bañas dos veces tu pie en las mismas aguas al entrarlo en un río”, dijo Heráclito, y en esas aguas, sin embargo, siempre distintas y la misma agua siempre, en esas aguas se reflejan temblorosos los álamos marginales, fijos al terreno en que nacieron. No se llevan las aguas su imagen, sino que en el limpio cristal de las vivas linfas parecen vivir los árboles, temblando en ellas. Y cuando el viento otoñal les quita sus amarillas hojas, caen éstas al río, provocándole a dulce sonrisa de ondulantes círculos, y se van lejos, muy lejos, de la paterna rama, a servir tal vez de mantillo a otros lejanos árboles de la misma orilla, a perderse en el mar más de seguro.
En otro pasaje, sigue Unamuno:
A mí, que soy de Bilbao, me ha interesado muy mucho lo que el bueno de Walton dice de las angulas, llamadas en el Severn 'yelvers'. Leyéndolo recordé los años de mi infancia, en que más de una vez fui a orillas del Nervión a ver a los anguleros, en las frías noches de invierno, tener su linterna para atraer al reflejo de su luz a las angulas y pasar luego el cedazo por debajo de estas. Y aquello que cantábamos de: “Con la linterna / con el farol / anguleros, anguleros / tengáis valor”, en que el primer verso debió decir “con el cedazo”, o “con el botrino”, para no haber redundancia. Mas aquellos pobres anguleros, ¡qué poco contemplativos eran! ¡Y qué poco mansos y resignados, sobre todo si desde el pretil de la ría les echábamos alguna chinita al agua para ahuyentar a las angulas! Pero ¿cómo iban a ser contemplativos pescando en noches de invierno y para ganarse el pan, y no en tardes de mayo, a la sombra de un sauce y por amor al arte? No a todos les es dado como a Walton elevar la pesca a caña a bella arte que, como la poesía y la virtud, lleve en sí misma su recompensa, y sacar de ese honestísimo, ingenuo, tranquilo e inocente arte un corazón manso y agradecido al Dios de la Naturaleza.
Buen día (esto es mío).
Buen día.
SupprimerPárrafos anteriores a una de sus citas. Qué bien don Miguel:
«Y ¿cómo no gozar de la contemplación junto a los ríos que van al mar como a la muerte van nuestras vidas?
“Laudato si, mi signore, per sor acqua,
la quale e multo útile et humele et pretiosa et casta”,
cantaba San Francisco. Y ¿qué mejor retiro para contemplar que junto a la hermana agua, que es muy útil, y humilde, y preciosa, y casta?
¡Qué sabroso descanso el de sentarse a la orilla del río y a la sombra de un álamo, a dejarse vivir en suave baño de resignada dejadez, mirando correr las aguas! ¡Qué secreta escuela de resignación y de calma! ¡Fluye la líquida masa tan compacta y unida, que semeja titilante cristal inmóvil. Contemplándola discurrir así, apréndese la quietud que sustenta el curso de la vida, por agitado que éste sea, y el solemne reposo que del concierto de las carreras de los seres todos surge.
“No bañas dos veces tu pie en las mismas aguas al entrarlo en un río”, dijo Heráclito”… ».
Don Miguel con San Francisco y San Juan de la Cruz. Todo tan español e italiano como griego y japonés.
http://books.google.es/books?id=OzKuiXOpYM4C&printsec=frontcover&source=gbs_ge_summary_r&cad=0#v=onepage&q&f=false
Supprimer“Pages 22 to 23 are not shown in this preview”, pero en la 24 sigue el prólogo de Unamuno y algún gusano de seda podría leer lo siguiente:
“Y añade Piscator: «Deja que os diga, discípulo, que tengo un rico vecino que está siempre tan atareado, que no le queda tiempo de reírse: el negocio de toda su vida es ganar dinero y más dinero para ganarlo más y más.» ¿Les quedaba tiempo de reírse, o cuando menos de pescar a la caña, a los motilones de Cromwell, que empleaban la vida en ganar gracia y más gracia divina, atormentándose con el cuidado de la propia justificación? Y sigue Walton pidiendo a Dios que le libre también de la acerba pobreza como de la absorbente riqueza, porque el rico, como el gusano de seda, «cuando parece trabajar, está hilando sus propias entrañas y consumiéndose».
Y aquí trae Piscator aquello de Diógenes cuando fué, con un amigo, a ver una feria, donde vió cintas y espejos, y cascanueces y violines, y muñecas y otros mil cachivaches, y habiéndolos examinado y todo lo más que hace una feria, dijo a su amigo: «¡Señor! ¡Cuántas cosas hay en este mundo de las que no necesita Diógenes!»”.
CASCANUECES Y VIOLINES. Bien dicho.
Yo tengo hace años, y entre mis lecturas preferidas, la antología poética de Unamuno a la que se refiere AT. Y debo decir que la ausencia que él señala apenas se nota, tan intensa y atinada es la selección y tan esclarecedor el prólogo. Casi se perdonan incluso las muchas erratas, que a veces obligan a adivinar, más que restablecer, el sentido. Una en particular, repetida varias veces, es graciosa, y quizá involuntariamente significativa: se llama a Unamuno "Unamundo". Yo he aprendido a leer al Unamuno poeta gracias a ella; y, aunque la vería con gusto reeditada y ampliada (y, si pudiera ser, corregida), creo que aun entonces seguirá entre mis libros de cabecera. Es mucho lo que le debo.
RépondreSupprimerLa imagen fotográfica va como anillo al dedo al poema pero la imagen literaria al no ser aficionado podría no entenderla . Es un gran halago por lo que significa pero quizás le parecería un poco laberíntico y pensara en el Minotauro y le tomara a usted por un Dédalo.
RépondreSupprimerPartiendo de la base de " nada tan estúpido como vencer , la verdadera gloria está en convencer " de Victor Hugo ( algo que llevan a rajatabla toreros y aficionados ) paso a dar mi versión sobre el significado del halago .
Un toro que muere así ( en Francia se suelen indultar ) es un toro que ha dado juego , que ha generado euforia , que ha dado lugar a momentos artísticos que han sido sentidos y aclamados con unanimidad , han dejado un hondo y trascendente estado de espiritualidad y una sensación de felicidad que ningún arte te da ni por asomo. Son tantas las sensaciones que se llega a un estado de paroxismo y buen rollo en los tendidos , callejón y albero , una comunión mística .
Por otro lado el torero ve salir a ese toro al galope embistiendo los burladeros con saña y le cambia la cara a la vez que le suben las pulsaciones a 150 , sabe que tiene que convencer y medir muy bien los lances para que no lo arrolle . El público adivina rápido que recorrido artístico que puede tener el animal y hay que hacer las cosas bien, tanto picadores como banderilleros ( que están obligados a ir al encuentro , parar y quebrar , no valen atajos ) como peones de brega . Si todo se hace bien el toro envestirá la muleta y dará al torero la oportunidad de hacer sentir el peligro y lo arriesgado de la proeza . Llega la clave , hay que matar de una estofado en lo alto y en los medios ( ahí las pulsaciones del torero suben a 170 ) , si lo haces bien darás que hablar , hay que citar al toro y meter la cabeza en su arboladura y el pecho a milímetros del asta derecha para culminar .
Por supuesto este toro será premiado con vuelta y una sonora y prolongada ovación .
Colom, que te estás perdiendo... Dicho sea sin acritud.
SupprimerLeí Del sentimiento trágico de la vida con catorce o quince años y me sentó de la misma manera que el puro que robé a mi padre y me fumé de una sentada una fatídica mañana de sábado que nunca olvidaré.
RépondreSupprimerEsas experiencias me hicieron más tarde acercarme con precaución a los puros y a Unamuno.
He de reconocer que, no obstante, los años me enseñaron a fumarme los libros de Unamuno con relativo placer y provecho. Un trabajo, obligatorio, en el instituto sobre San Manuel Bueno. Mártir. ayudó a la reconciliación y hoy en día pienso que es un filósofo nada desdeñable, fundamentalmente porque esa especie de personalismo suena a desgarro auténtico y no a mera especulación académica, aunque particularmente no lo creo especialmente inspirado como poeta si lo comparamos con otras figuras de la literatura española.
Pero ya digo que “mi primera vez” es determinante para una opinión evidentemente personal.
al fin despertarás por debajo del sueño
RépondreSupprimer...
Pobre Unamuno, pobre pais y pobre pueblo español, después de tanto tiempo y seguimos sin aprender nada. Empecinados en embestir en lugar de convivir.