POCOS momentos tan esperados y prometedores, en la vida de un lector, como ese en el que toma en sus manos un libro ya leído y disfrutado con el propósito de volver a leerlo. Si la anterior relectura queda lejos en el tiempo, en las expectativas de goce se larva el temor o la desconfianza: ¿Y si de ese reencuentro nace una decepción? ¿No habría sido mejor conservar el recuerdo de aquella primera vez? Por el contrario, si el libro ha sido revisitado otras veces, y en ellas confirmada y aun acrecentada nuestra admiración, entonces el impulso de leerlo de nuevo se parece mucho al de emprender un viaje hacia una ciudad bien conocida por nosotros y querida o al encuentro con un viejo e insustituible amigo. Pero sucede incluso en estos casos, con ciudades que creemos conocer bien o con amigos con los que hemos compartido tantas cosas, que nos sorprende algo en ellos que habíamos olvidado o en lo que jamás habíamos reparado, y que nos los engrandece aún más si cabe.
Y así ha venido a ocurrir esta tarde cuando se disponía uno a releer Desde el amanecer, mencionado el otro día en una conversación y habiéndose despertado en ella el deseo de "darnos una vuelta" por él, sin saber aún si podríamos releerlo completo o sólo pasar unas horas, así ha ocurrido, decía, con la cita que puso al frente de estas páginas admirables su autora, Rosa Chacel.
Son dos versos de Unamuno, lo que me lleva a recordar que fue precisamente Unamuno quien le llevó a uno hasta Rosa Chacel, o más exactamente al revés, quien hizo que Rosa Chacel marcara una mañana de hace casi trentaicinco años el teléfono de esta casa. ¿Y cómo siendo estos dos versos tan extraordinarios no los conocía o no los recordaba? Podría haberlos olvidado en Rosa Chacel, pero tendría que haberlos recordado por Unamuno. Sin duda: las cosas importantes se revelan, se nos entregan cuando ellas quieren, no cuando queremos nosotros:
El río del recuerdo
va del mar a la fuente.
Y así, la tarde está salvada.
Calleja. Las Viñas, 30 de octubre de 2012 |
Casi todas las películas que nos gustan las hemos visto más de una vez , es cuestión de tiempo . Voy a releer a Herman Hess y a Tagore que en su día me gustaron mucho , parece buena idea .
RépondreSupprimerLlega el invierno , una foto muy guapa
Saludos
Hermoso comentario sobre las relecturas. Como cuando en Troppo vero, releyendo Ana Karenina quizás por última vez, dices que es como ver pasar a un gran buque al quecimos: adiós, adiós!
RépondreSupprimerLa foto me ha llevado a Calleja de los olmos.He releído el poema y me ha vuelto a gustar.Gracias.
Supprimer[Con Antonio Machado en una pizarra de tiza hace unos cuantos años].
RépondreSupprimer"¡OH GUADALQUIVIR!
Te vi en Cazorla nacer;
hoy, en Sanlúcar, morir.
Un borbollón de agua clara
debajo de un pino verde
eras tú, ¡qué bien sonabas!
Como yo, cerca del mar,
río de barro salobre,
¿sueñas con tu manantial?".
"Borbollón": Nosequé de la Borbolla, burbuja, HOMO BULLA (Burbuja es el hombre)... "Río de barro salobre": ¡Aliteración! (no es la gallina, joven a borbotones, no tengas bulla)...
Te sugiero la posibilidad de escribir algún día sobre esto más en profundo. Mi teoría particular es que hay autores que "aguantan" mejor que otros el paso del tiempo y de la vida por el lector. Hesse, que cita otro contertulio, es un caso, para mí, de alguien que no queda demasiado bien leído a kilómetros de la adolescencia, si es que fue primeramente leído entonces. En mi caso, el escritor sólido por excelencia es Clarín. He leído La Regenta en todas las etapas de mi vida, y siempre me ha causado las mismas sensaciones.
RépondreSupprimerEstoy de acuerdo con lo que dices, claro. Como el mismo Trapiello suele decir, hablando de Baroja (de partida) y de Azorín (de llegada), hay escritores de llegada y otros de partida. Creo que Hesse sería más bien un escritor de partida, como cuando leí Siddartha a los 20 años y me entraron ganas de irme a vivir a la India. Hoy no me impactaría del mismo modo, estoy seguro, así que mejor no tocar el libro y estropear el recuerdo, como me pasó al releer La isla del tesoro y La guerra de los mundos, en los que la fascinación que me produjeron a los 13 años había desaparecido por completo.
SupprimerLa estampa otoñal de la calleja es preciosa, con ese regato de agua recogiendo las últimas y abundantes lluvias. Por fin conocemos la famosa calleja de los diarios, fuente de tantos disgustos y que la desagradecida corporación municipal se niega a arreglar como es debido por hacer uso de ella solo los "pijos madrileños".
RépondreSupprimerMás vale que no la arreglen... vistas las experiencias pasadas en obras municipales, esta claro que no la van a mejorar.
Supprimerpues nuestras vidas son los ríos... que van a dar a Unamuno, ese hontanar, ese océano. saludos
RépondreSupprimer¡Que hermoso sería si el agua fuese limpia, cristal que quietud diese! ¡Qué bello si la calleja brillase por los cantos de las piedras rodadas, ordenadas y limpias! Pero como la vida, baja turbia y el camino es barrizal en el que los pasos hunden su miseria. Y como siempre, lo hermoso y lo bello está más alla de a ras del suelo: muro de pizarra, cipreses y madreselva enredada. Lo ya vivido, releído.
RépondreSupprimerNo creo que haya escritores de partida y de llegada . A los 13 años me estrene con " doña Barbara " de Romulo Gallegos y me aficioné . Con 40 años relees un buen libro y ves cosas que con 20 años no ves aunque cuesta releer ya que nos volvemos dispersos con tanto para elegir .
RépondreSupprimerDamián y el lobo estepario son mejores que Sidhartta , Hess es de los premios Nobel más importantes , aunque mi Nobel favorito es Hemingway ( dio prestigio al premio y a la literatura , creando el estilo que al de hoy siguen muchos ).
Chao
He llegado tarde a Dickens pero a cada nueva novela aumenta mi admiración.Posiblemente no tenga tiempo para que el río vaya desde el mar hasta la fuente pero si asi fuese no creo que la relectura me pueda defraudar.
RépondreSupprimerJavier
Con todo lo fácil que resulta no olvidar "la primera vez", más trabajo me cuesta recordar mi primer contacto serio si se trata de literatura. Aunque hurgando un rato en la memoria reconocería la fuerte impresión que me produjo Niebla, de Unamuno. Tendría yo catorce años y, precisamente, estaban ofreciendo en televisión una memorable serie, homónima, protagonizada por el legendario Agustín González. Qué pena que aquellos inolvidables "Estudio uno" estén empolvándose en las estanterías del olvido para que escandalosas mediocridades ocupen su espacio televisivo.
RépondreSupprimerEl otro día hablábamos de lo que habíamos mejorado desde el 82...
Los Estudios 1 están en RTVE a la carta , incluido el de Urtain
RépondreSupprimerMuchas gracias por la sugerencia. Pero en realidad lo que lamento es que lo bueno se haya sustituido por lo malo, pues yacimientos literarios y magníficos actores no nos han faltado nunca, como para que hoy no encuentren espacio en televisión. La única lectura posible es que no se ofrecen debido al previsible poco interés que despiertan, lo cual es mala noticia. ¿Hemos mejorado, entonces?
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