UNO de los momentos más esperados del otoño, al menos en Extremadura, es este de poder quemar los despojos de las distintas podas hechas durante el verano. Es algo especial, y más aún si el día es gris y frío, como este, invernizo más que otoñal. Agradece uno entonces la hospitalidad del fuego al aire libre y se queda junto a él, como animal de fondo, viendo cómo las pavesas se levantan en columna hasta al cielo y cómo por magia se convierten, no sabemos cómo, en estrellas errantes que van y vienen por la Vía Láctea igual que esa moneda de oro que el prestidigitador hace dar vueltas sobre sus dedos.
Las Viñas, 29 de octubre de 2012 |
Hay majestuosidad en esta imagen, con los perros como oferentes del rito.
RépondreSupprimerEn una clara, de repente, los burros. “De ramón cargados / entre los olivos”. Aquel ramón ardió pronto; el poeta, aún no: fuera galbana, a buscar la cita completa.
RépondreSupprimer"¡Pardos borriquillos
de ramón cargados
entre los olivos!"
Sea espontáneo o buscado me parece muy interesante el encuadre de la foto. Sugiere los primeros bocetos de un pintor cuando tantea para su óleo la composición adecuada: horizontalidad y paralelismo de los perros fascinados ante la verticalidad poderosa de las llamas.
RépondreSupprimerquemar rastrojos y ver las pavesas, cometas errantes de esa lengua de fuego que las escupe y tira de ellas luego, como un dragón titiritero.
RépondreSupprimersaludos
Para quien viva en un entorno rural es esta la época en la que el paisaje se salpica de columnas de humo blanco que ascienden rectas sobre la quietud de los campos.
RépondreSupprimerDesde un sitio elevado que domine el valle o la fértil vega tenemos la impresión de que, más que una labor agrícola, es un rito religioso para dar paso a la época callada y solitaria en que los campos duermen sumidos en la dorada luz de un sol declinante y viejo.
Yo recuerdo esos fuegos con mi abuelo, y ese frío que ahora me parece tan tierno, con la niebla tapando el monte y las eras con la tierra dura y húmeda. Hace ya demasiado tiempo...
RépondreSupprimerUn saludo.
Yo recuerdo esos fuegos, soy ya muy viejo, probablemente tu abuelo. Ese frío intenso que calaba los huesos y el calor del infierno al acercarme a la hoguera; no había término medio. La obligación por necesidad de una labor tan física y rutinaria le quitaba cualquier hospitalidad a la estampa. A veces, la fruta seca de los ramones te explotaba en la cara al quemarse y sus pavesas te hacían ver todas las estrellas de la vía láctea. Yo recuerdo esos fuegos, os aseguro, nada poéticos. Sin embargo, qué no daría yo por volver a esos tiempos. Y levantarme antes del alba. Y tener las manos cuarteadas por la escarcha y parar un momento a orinarlas. Y volver a ver salir unas monedas de oro del fondo de la fragua.
RépondreSupprimerEl extravagante artista Joe Strummer estaba obsesionado con las fogatas , alrededor de las cuales cantaba y tocaba con sus amigos , Joe creía firmemente que era la mejor forma de conocerse dos personas .
RépondreSupprimerUn film genial sobre este elemento decisivo es " la guerra del fuego "
Chao