HACE un año se contaba en este almanaque el origen de esta pequeña colección de abrecartas, que nunca quiso serlo. El curioso puede volver a aquellas líneas. Aunque estén todos ellos relacionados con los libros viejos, muchos de los cuales se encuentran intonsos, seguramente habrá una razón psicoanalítica que se me escapa, relacionada con las cartas y el deseo de recibirlas. Dejemos que otros hagan literatura con ese penetrar y desgarrar el papel. Quedémonos con eso, con la corta vida de un objeto llamado a desaparecer, unido por un lado a la irrupción y proliferación de los sobrescritos y por otro a la desaparición de los libros intonsos y el correo tradicional. A esa familia se han venido a sumar estos tres nuevos encontrados en el 2012, el último hace tan sólo unos días. El primero es un abrecartas y marcapáginas modernista de marfil y unas malvas de metal dorado, el segundo uno art decó de pasta y metal y el último, el más exótico de todos, uno procedente de Mauchline, pueblecito escocés donde se desarrolló durante la segunda mitad del XIX y hasta 1933 una industria de cajas y suvenires con sus característicos grabados estampados sobre madera de arce, hoy muy apreciados por los coleccionistas. Que este haya llegado desde Mauchline al Rastro cien años después de fabricado es menos misterioso de lo que parece. Pero dejemos, sí, que otros hagan literatura con ello.
El último, modernista (2012) |
(2013) |
Diciembre de 2013 |
Abrecartas y fábrica de Mauchline (Escocia) |
La desaparición de objetos como el abrecartas también se debe a que no somos capaces de ver la poesía que esconden desde el momento en que empiezan a perder utilidad.
RépondreSupprimerme encanta sobre todo el último, me parece incluso una bella artesanía, aunque sea a la vez alabeado testimonio de la inhumana explotación taylorista de los ricachones de la época sobre el proletariado... me recuerda, no sé por qué, al palito, curtido por el tiempo, con el que el médico nos miraba las paperas.
RépondreSupprimersaludos
Fábrica de Mauchline: Todo un mundo, con su monolito integrador, la chimenea.
RépondreSupprimerMálaga, ciudad industrial próspera en el siglo XIX, ha dejado buen recuerdo de estos " monumentos fabriles ". Justo al lado de casa, muy cerca del centro de la ciudad, tenemos una hermosa chimenea, mirando al mar, para su consuelo.
Abrecartas pisciforme el de Mauchline, precioso.
Desde hace algún tiempo ando buscando por casa un abrecartas hecho con madera y la cabeza disecada de una cría de yacaré. Tenía también forma curvada, como de hoz. De Venezuela vino, a través de unos amigos, hace ya algunos años. No sé que fue de él, pero tampoco lo siento demasiado, era triste: ¿Cómo iba a imaginar el pequeño animal semejante destino? Puramente ornamental, por otra parte, en estos ágrafos tiempos.
Es tópico denostar a los ricachones de la Revolución Industrial del siglo XIX. Las novelas de Dickens (que los padeció cuando niño en esa fábrica de betún) son una denuncia de todos ellos. Pero también hubo otros industriales, supongo que una minoría, que crearon riqueza y oportunidades con su inventiva y su idealismo social. Estos lares del norte conservan muchos ejemplos de ese urbanismo utópico, casas que hoy, con su pintoresquismo y su pequeñito jardín, suelen costar un riñón. Todo ello, en el polo opuesto de los banqueros y empresarios de hoy, que se llevan sus negocios lo más lejos posible. ¿A dónde cuando no les quede China? ¡Bendito Mauchline, con su modesta industria de cajas y abrecartas!
RépondreSupprimerAl hilo de cierta ironía que creo captar en algún comentario: existía en Cuba una costumbre que creo saludable para que la gente hable por propia experiencia y no por prejuicios injustos y absurdos. Dicha costumbre establecía la obligatoriedad de todos los estudiantes universitarios de pasar unos meses en las plantaciones cortando caña de azúcar pues se pensaba, creo que acertadamente, que sólo así se podría tener una idea clara de las condiciones de vida en que muchos vivían por un trabajo necesario e imprescindible para el bienestar de todos.
RépondreSupprimer(estoy harto de majaderos)
Alguna revista cubana de los 60, en blanco y negro, supongo, ¡con fotos del Che cortando caña!, lo juraría. Tan felices, tan revolucionarios por aquellos madriles.
SupprimerEl abrecartas,
RépondreSupprimerde mango,¡la cabeza
de un yacaré!
Treinta y seis dientes
que apenas te sirvieron.
¡Te los conté!
Hay gente que por su calidad moral son incapaces de ponerse en el lugar del otro, son como aquellos críos inconscientes que sólo aprenden cuándo padecen ellos mismos el mal ante el que inútilmente se les intentó avisar. Entiéndase en este contexto mi anterior comentario.
RépondreSupprimerUno respeta la libertad de ideas y pensamiento pero no aguanta mofas e ironías sobre las penalidades de los demás. Sólo un inconsciente puede ironizar sobre las penosas condiciones en las que vivieron niños, mujeres y hombres en las fábricas de la Primera Revolución Industrial.
aunque sea a la vez alabeado testimonio de la inhumana explotación taylorista de los ricachones de la época sobre el proletariado...
SupprimerSe puede ser a la vez tan ridículo y cursi. Este señor lo intenta continuamente.