HOY es el día de los Inocentes, en el buen sentido de esta palabra, acaso ninguno mejor para hablar de ello.
No pretendo referirme a los comentarios que suscitó la entrada de hace un par de días, a propósito de este almanaque y la solicitud que se hacía a sus lectores, donde hubo de todo, como no podía ser de otro modo (¿y cómo agradeceros, amig*s, a cuantos habéis respondido solícitos y generosos a la llamada?).
Pero lo cierto es que le ayudó a uno a dar ese paso una de las cartas de Vincent Van Gogh a su hermano Theo. Durante los últimos tres años las he ido leyendo y releyendo, sin faltar semana, en la monumental edición que existe de su correspondencia completa, especialmente aquellos días hamletianos que se ve uno solo con una calavera en la mano, pero no la de Yorick, sino la mía propia.
En fin, aire, aire a pensamientos ténebres y sigamos a lo nuestro. Decía que pocas obras resultan tan consoladoras como las de nuestro querido Vincent, de quien lee uno estos días también una ciclópea biografía para su reseña en Babelia. En ella se recogen estas líneas, que fueron ya hace mucho tiempo las que me animaron a levantar la frente, como en un autorretrato, aquellos días en que mirando mis manos las hallo vacías, incluso de calavera:
"¿Qué quieres decir? ¿Ganarme el pan o merecérmelo? No merecer el pan, ser indigno de él, es un delito, pues todo hombre es digno de su pan. Pero ser incapaz de ganarlo, mereciéndolo, es una gran desgracia. De manera que si lo que me estás diciendo es «no eres digno del pan que comes», me estás insultando. Pero si haces la justa observación de que no siempre lo gano, que a veces no lo tengo, tendrás razón, pero en ese caso, ¿qué sentido tiene la observación? Si lo que dices es sólo eso, no me lleva a ninguna parte".
Ánimo, pues, me digo: inocentes del mundo entero, uníos.
Ánimo, pues, me digo: inocentes del mundo entero, uníos.
Foto: Juan Manuel Castro Prieto, Musée d'Orsay. |
Hoy mientras desayunaba bien temprano, oía en la radio un programa en el que "lo que queda de pueblo", como diría Agustín García Calvo, se explaya a veces con la mayor inocencia y sentido del humor. “Esto me suena” del Ciudadano García, de 5 a 6, Radio Nacional.
RépondreSupprimerVecina de Mijas, María no está informada de las novedades del pueblo porque apenas sale de casa. “Solo para hacer los mandaos”. Y además está de luto.
Su interlocutor le pregunta si conoce el nuevo campo de golf; y claro, no estuvo allí nunca, aunque le parece que un sobrino encontró trabajo cuando se estaba haciendo. Tampoco estuvo en el "Museo de Curiosidades": una de ellas, el padrenuestro escrito en el canto de una tarjeta. María tampoco se interesa demasiado por el asunto. "Tengo mala la vista".
Inocente. Del latín “innocens -ntis”, el que no perjudica. De “nocere”, dañar, perjudicar. El prefijo “in” lleva a lo contrario de nocivo. Inocuo comparte etimología con inocente.
No hacer daño. El inocente no daña, a su pesar, “malgré lui” que dicen franceses y antiguos pedantes.
Pero inocente solo no basta. Ni la bondad de “to er mundo é bueno”. En el camino ascético hacia esa bondad, el ángel rebelde tiene mucho que decir.
Nadie es inocente. ¡¡¡ Y sería tan bonito serlo!!!! Pero no: nadie se va de aquí inocente, inofensivo. Nadie se va de aqui sin causar daño (consciente o inconsciente) a otros, a los otros.
RépondreSupprimerPara su posible reutilzación, folio que repartía cada curso a los alumnos del instituto (turno nocturno). Ganarse el pan aprovechando la gran oportunidad de entrar en un banco (siglo XIX, lo siento). Librarse de la traílla nunca ha sido fácil. ¿Y en este blog hay trabajo?
RépondreSupprimerROBERT LOUIS STEVENSON, Ensayos literarios. Libros Hiperión. Madrid, 1983.
Acerca de la elección de profesión. Carta a un joven.
"ME ESCRIBE, estimado amigo, pidiendo consejo en uno de los momentos más trascendentales de la vida de un hombre joven. Se dispone a elegir una profesión: y con una incertidumbre muy estimable a su edad, dice que agradecería recibir alguna guía para su elección. [...] Confieso que me coge desprevenido. He examinado mis propios recuerdos; he preguntado a otros; y con la mejor voluntad por serle de más ayuda, temo que lo único que puedo decirle es que, en tales circunstancias, el hombre juicioso actúa sin atenerse a principio alguno. Se siente defraudado; también fue doloroso para mí; pero, a fuer de sincero, le repito que la sabiduría nada tiene que ver con la elección de una profesión.
[...] ¿Es la ocupación de un hombre su deber? ¿No debiera quizá su deber ser su ocupación? Si mi deber no es dirigir un Banco (y sostengo que no lo es), ¿es entonces el de mi amigo el banquero? ¿Quién le dijo que era así? ¿Está escrito en la Biblia? ¿Está seguro de que los Bancos son una buena obra? ¿No habría quizá sido su deber mantenerse al margen y dejar que otro se encargara del Banco? ¿No debiera haber sido más bien capitán de buque? Todas estas preguntas pueden resumirse bajo un mismo rótulo: el grave problema que mi amigo ofrece a la consideración del mundo: ¿por qué es banquero?
Bien; ¿por qué? Creo que hay una razón fundamental: el hombre fue atrapado. La educación, tal y como se entiende, es una forma de encinchar a los jóvenes con las intenciones más amigables. Nuestro amigo apenas empezaba a usar pantalones cuando le llevaron a fustazos al colegio; apenas acabado el colegio, lo metieron de contrabando en una oficina; apuesto a diez contra uno a que, por añadidura, le casaron; y todo antes de que tuviera tiempo de imaginar que había otros caminos practicables. Pom, pom, pom; debes llegar puntual al colegio; debes hacer tu Cornelius Nepos; debes tener las manos limpias; debes ir a fiestas –un joven tiene que relacionarse– y, finalmente, debes aprovechar esta oportunidad en el Banco. Desde el principio le han acostumbrado a bailar al son de la flauta; y se alista en la legión de empleados por la misma razón que iba a la escuela al dar las ocho. Entonces, al fin, frotándose las manos con una sonrisa satisfecha, el padre guarda la flauta mágica. El encantamiento, señoras y señores, se ha cumplido; el mozalbete de nalgas montaraces ha sido domesticado; y ahora se sienta y escribe aplicadamente. De esta forma convertimos hombres en banqueros.
[...] Si las intrigas empezasen solamente en el colegio, si tan siquiera los mentores y amigos más influyentes hiciesen una elección propia, aún cabría filosofar sobre el asunto. Pero no es posible. También ellos fueron atrapados; no son más que elefantes domesticados que inconscientemente tienden una celada a su prójimo, de la misma forma que ellos fueron atrapados por elefantes previamente domesticados. Todos hemos aprendido nuestros trucos en cautividad, alentados por Mrs. Grundy y su sistema de castigos y recompensas. El chasquido de la tralla y el pesebre del forraje".
“[...] El chasquido de la tralla y el pesebre del forraje. Todo esto está muy bien, me dirá; pero no me ayuda a elegir. [...] ¿Qué puedo decir? Recuerde que una elección es algo casi más negativo que positivo. Se abraza una causa; pero se abandonan mil. [...] Si tiene la certeza de una preferencia, persevere en ella. Si no es así... no, amigo mío, no me corresponde a mí ni a hombre alguno pasar de este punto. Dios le creó; yo no. Y tampoco puede hacerle de nuevo. He oído hablar de un maestro de escuela cuya especialidad consistía en averiguar la inclinación de cada alumno: ¡pobre maestro, pobres alumnos! Por lo que a mí concierne, si su corazón no abriga algo innato, una preferencia viva, un desdén humano y delicado, le confío a la corriente; ella le barrerá hacia algún lugar. Si posee siquiera un adarme de inclinación, le ayudaré. Si desea ser vendedor ambulante, no se hable más; yo sujetaré el borrico. Si es su deseo no hacer nada, una vez más le confío a la corriente. [...] Probablemente no importe mucho aquello por lo que se decida; pues, a la larga, la mayoría de los hombres se hunden en un grado de estupor necesario para sentirse satisfechos de sus distintas posesiones. [...] Son felices, en la misma medida en que son deshonestos. Se embrutecen lo justo; su honor acepta fácilmente los hábitos rutinarios del oficio. Yo le deseo que su degeneración no le resulte más dolorosa que a los demás”.
RépondreSupprimer***
Más unas citas también de STEVENSON:
SI VIERA un grupo de peregrinos caminando como si hubiesen hecho una apuesta, con los dientes apretados, y decidiera preguntarles uno por uno hacia dónde iban, y de cada uno obtuviera idéntica respuesta –que, en realidad, tenía tanta prisa que nunca había encontrado un momento de descanso para preguntarse por la naturaleza de su destino– confiese, mi querido amigo, que quedaría asombrado ante su indiferencia. ¿Es ir demasiado lejos afirmar que ése es el estado de muchos hombres y de la gran mayoría de las mujeres?
CUANDO el viejo sacude la cabeza y dice “Ah, eso es lo mismo que yo pensaba con tu edad”, está dando la razón al joven.
ANTE las manifestaciones de nuestra sociedad cristiana, con frecuencia he tenido la tentación de gritar: ¿Qué es, entonces, el Anticristo?
¿POR QUÉ los pobres no se hacen todos salteadores de caminos? Deben de ser condenadamente buenos. Es algo que casi no puedo comprender.
EN LA PRÁCTICA del periodismo se corre el riesgo de acostumbrarse a la negligencia. ("Carta a un joven que se propone abrazar la carrera del arte").
DAR AL PÚBLICO lo que no desea y esperar su aplauso es una extraña pretensión, aunque muy común, sobre todo entre los pintores.
EL DON DE LA LECTURA, como he dado en llamarlo, no es muy común ni usualmente comprendido. Consiste, en primer lugar, en un amplio privilegio intelectual –una merced, creo que debo llamarlo–, mediante el cual un hombre llega a comprender que no está en lo cierto sobre una cuestión, y que tampoco aquéllos de quienes discrepa están absolutamente equivocados.
HOMBRES malvados y hombres tontos he visto muchos, y creo que todos ellos tendrán su merecido al final, pero los tontos primero.
HAY un fuerte sentimiento a favor de los refranes medrosos y prudentes [...]. La mayor parte de nuestra sabiduría de bolsillo está concebida para uso de la gente mediocre, al objeto de disuadirla de empresas ambiciosas y consolarla en su mediocridad.
TODAVÍA queda cierta esperanza de salvación en el fondo de mi alma; y si tengo que ahogarme, me ahogaré con la mirada alegre.
PORQUE la vida del hombre sobre este mundo nuestro es un asunto curioso. Dicen que los ángeles lloran, pero yo pienso que, más a menudo, deben de partirse de risa cuando nos contemplan.
Parece que Stevenson se refería a Rajoy , pero estos no se sabén ni los refranes . El caso es que hoy nos obsequio con su brillante discurseo ( lo acabo de oir en un programa de humor ) sobre " el balance y la herencia " . El día de los inocentes son todos , es nuestro día de la marmota ( con agravantes ) . Me gustan mucho los ejemplos bobos que nos pone una tal Ana Mato , ( nos va a salir más caro el perro que el collar ) La mayoría de los tontos son malvados , ahí difiero de Stevenson ( en su tiempo seguro que la definición era buena )
RépondreSupprimerSaludos
Tengo un amigo llamado Inocente que corta muy bien el jamón, cuando tiene un cuchillo en la mano todos sus conocidos le llaman Ino. Será por eso.
RépondreSupprimerMalos tiempos para la lírica.
RépondreSupprimerSiempre han sido malos, pero tal vez ahora peores que nunca, gracias al poder absoluto que ha adquirido el dinero y los muchos guardaespaldas que lo defienden. Lo más preocupante es que no da la sensación de que vayan a prevalecer las sensatas conclusiones tras el trágico naufragio, sino las ganas de pasar página y volver a las andadas.
Me gusta este cuadro.
RépondreSupprimerSaludos.
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