DEJÓ ayer en este almanaque un lector o lectora anónima unos cuantos pecios atinadísimos de Rafael Sánchez Ferlosio que vienen a confirmar lo que decíamos: es la parte más sensitiva y colorista, la más sentimental también, de su obra. Y acaso alguien debería recoger esos cientos de fragmentos en un libro, entresacando muchos de sus prosas tal y como hacen los garimpeiros con las esmeraldas que arrancan a los abrumadores barrancos de las Minas Gerais de Aimorés.
Entre los citados, dos, que figuran desde hace muchos años, entre mis predilectos.
Uno, de un cura, nos recuerda el que sea acaso uno de los retratos de curas más prodigioso de nuestra literatura (de Gutiérrez-Solana, en su libro Dos pueblos de Castilla, y así lo vio Camilo José Cela en su discurso de ingreso en la Real Academia, tal vez lo más sentido que escribiera este), y el otro, uno de un gato.
El primero:
UN ALMA BUENA. Mi padre [Rafael Sánchez Mazas] me contó cómo yendo una vez en un metro atestado hasta el extremo humanamente posible de apreturas, sus ojos se encontraron con los de un cura pequeñito que venía al lado de él, aún más agobiado y sudoroso que todos los demás a causa de la inferioridad de la estatura, y que mirándole con una sonrisa llena de dulzura y de soportación le dijo: “Así cupiéramos en el paraíso”. Aquel corazón piadoso estaba dispuesto a aceptar que la Eterna Bienaventuranza fuese un lugar tan oprimente e incómodo como aquel vagón de metro con tal de que todos los hombres se salvaran.
Y el segundo:
PAISAJE PARA DEMETRIA. Por el lomo de la alta pared del huerto coronada con cascotes de botella venía andando esta tarde un gatito, sin cortarse.
Este último me ha recordado siempre un poema de Keats, también de mis preferidos, "Al gato de la señora Reynolds", de asombroso parecido:
Has pasado ya, gato, el climaterio:
en tantos años, ¿cuántos ratones, cuántas ratas
destruiste? ¿Cuántos bocados tú robaste? Mírame
con esas verdes, luminosas, lánguidas hendiduras, y aguza
esas orejas aterciopeladas –mas te ruego no claves
en mí tus escondidas uñas–, y lanza al aire
tu ligero maullido, y cuéntame tus duelos
con peces y ratones y ratas y polluelos fragilísimos.
No bajes la mirada, ni lamas esas delicadas patas.
A pesar de tu asma jadeante, a pesar
de que el extremo de tu cola esté pelado, aunque los puños
de bastantes criadas ya te dieron bastante,
tienes aún tan suave tu pelaje como cuando saltabas
en tus tiempos las tapias con cristales de botellas.
(Traducción de Lorenzo Olivan. Ed. Pre-Textos)
Así pues, gracias, por orden de aparición,
al lector o lectora anónima (y cómo le gustaría a uno que quienes entraran en esta casa, pues casa es, vinieran con su nombre propio, porque todo ha de quedar entre nosotr*s y por recibirlos como merecen),
a nuestro admirado Rafael Sánchez Ferlosio,
al cura de Buitrago,
a nuestro admirado José Gutiérrez-Solana,
a Camilo José Cela, hélas,
a nuestro admirado Rafael Sánchez Mazas,
al cura del metro,
a nuestra querida Demetria,
al gatito extremeño de los erizados cascotes de botella,
al gato de la señora Reynolds y a la señora Reynolds
a nuestro siempre amado John Keats
y, por último, a nuestros amigos Oliván, los pretextos y Jaime García Máiquez, que me envío la foto aquí incluida, vista por él en un altar de la catedral de Cádiz y cuyo motivo tanto le gustaría a RSF, por aquello de que son al fin y a la postre las letras las que han de estar sobre las armas, y no al revés.
Catedral de Cádiz. Altar dedicado a San Pablo. Foto: Jaime García Máiquez |
¡Cuanto aprendo entrando aquí!
RépondreSupprimerPreciosa entrada.
RépondreSupprimerLOS CAMINOS DE LA TARDE
RépondreSupprimer“Los caminos de la tarde,
se hacen uno con la noche.
Por él he de ir a ti,
amor que tanto te escondes.
Por él he de ir a ti,
como la luz de los montes,
como la brisa del mar,
como el olor de las flores.”
Letra: Juan Ramón Jiménez.
Música: Amancio Prada.
***
LAS MORAS NEGRAS
“Creí que buscaba
las moras negras,
y encontré la rosa de zarza.
Creí que cogía
la rosa blanca,
y se hincó la espina en mis venas.
Creí que saldría
clavel caliente,
y brotó un arroyo de leche.
Creí que el arroyo
se hundía en tierra,
y fluyó al Océano verde.
Creí que era aquello
el verde Océano,
y era el río eterno de estrellas.
Creí que hallaría,
cruzando el cielo,
al Señor del todo y la nada.
Y sólo encontré
puñado de moras
que de amor en mi mano sangraban”.
Letra: Agustín García Calvo
Música: Chicho Sánchez Ferlosio y Amancio Prada.
***
La música de AP y SF, los versos de JRJ y AGC y la hermosísima voz de Amancio Prada.
Como el gato de Ferlosio
RépondreSupprimerprocuremos no cortarnos
anónimos o Jerónimos.
No es un autor que invite a comentar sobre él , es serio en exceso y no creo aporte nada , por algo es un desconocido . No quería opinar sobre él porque me cae muy mal ya que resulta ser un visceral antitaurino y en fin no voy a ser objetivo con este tipo de intelectuales . En cambio Chicho me cae muy bien y bueno ya hablé sobre él hace unos meses en esta casa .
SupprimerYo no me voy a cortar con los comentarios ya que me sirven para aprender y me resulta lúdico , sobre la Opinión voy a dejar algo que dijo el gran Hunter Thompson .
" Una de las pocas maneras en que se puede estar seguro que vas a entender algo es sentarse a escribir sobre ello . ya que al escribir y ponerlo en palabras , no se puede evitar que aparezca tu opinión sobre el tema . Usted puede estar equivocado , pero hay que pensar en ello muy intensamente para escribir sobre ello " .
En fin el que quieta aprender que opine , no es fácil pero cualquier opinión es buena ,
Saludos
("SIEMPRE MAÑANA...") Si pasara ya el futuro de una vez, empezaríamos a tener tiempo de hacer algunas cosas".
Supprimer"Pecio" muy iluminador, de Rafael Sánchez Ferlosio.
O lo que es casi lo mismo:
RépondreSupprimerAnónimos y Jerónimos
permitamos que nos salven
cura y gato de Ferlosio.
"(DOS GALLINAS CIEGAS) La Justicia y la Fortuna las pintan con los ojos vendados: ésta, para que no vea la maldad del venturoso, aquélla, para que no vea la belleza del malvado".
RépondreSupprimer"Pecio", RAFAEL SÁNCHEZ FERLOSIO.
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Adimanto, hermano de GLaucón, toma el relevo en la polémica con Sócrates sobre la entidad de la Justicia.
"Escucha ahora, Sócrates, un lenguaje muy diferente sobre la justicia y la injusticia, (...) dicen todos a una que nada es más bello, ni al mismo tiempo más difícil y más penoso, que la templanza y la justicia; que, por el contrario, nada hay más dulce que la injusticia y el libertinaje, ni nada que cueste menos a la naturaleza; que estas cosas sólo son vergonzosas en la opinión de los hombres porque la ley lo ha querido así, pero que no es lo mismo en la práctica; que las acciones injustas son más útiles que las justas; que la mayor parte de los hombres se inclinan a honrar y mirar como dichoso al hombre malo que tiene riquezas y crédito, y menospreciar y vilipendiar al hombre justo, si es débil e indigente; aunque convengan que el justo es mejor que el malvado".
PLATÓN, "La República o El Estado".
En una página como esta, donde están todos los que opinan, y los que solamente leen, es un honor equivocarse.
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