LA muerte de una persona querida se prolonga en el tiempo, diría que es una muerte
que no cesa nunca, que se atenúa, acaso, pero que en un cierto sentido se va
haciendo más y más honda a medida que se aleja de nosotros la fecha en que nos
dejó. Es lo que sin duda me ha sucedido con Carlos Pujol, con él como con casi
nadie, con tres o cuatro personas en mi vida, si acaso.
A
lo largo de este año han sido muchas veces las que me he encontrado solo frente
a su recuerdo, y caigo en la cuenta de una manera súbita, como si hubiese
olvidado algo importante más que como si lo estuviese recordando: ya no está,
me digo, y me parece que algo así no es posible, y miro desconcertado a uno y
otro lado, confiado en que voy a encontrarlo en medio de una multitud o
atravesando solo, con aquel andar suyo distinguidísimo y pausado, una plaza
vacía. Y lo echo de menos a propósito de las más dispares razones, ante cosas
harto insignificantes a menudo. Unas veces porque veo o leo algo que sé que le
gustaría compartir, otras porque el silencio de mi casa ciertas tardes, a la
hora en que él solía llamar, o a esa hora venenosa de los lunes, cuando lo hacía, temprano, desde la editorial,
me resulta insoportable. Hace unos días tan sólo un amigo me preguntó cómo
podría traducirse esa expresión tan común, mise en abime, y pensé en Carlos, no
como alguien que se hubiera ido, sino como alguien aún vivo, convencido de que
podría hacerlo, hasta que dos o tres segundos después comprendí que no estaba y
que sólo tenía de él el recuerdo de sus palabras, diciéndome que lo más difícil
de todo era traducir lo más sencillo, hélas! (palabra esta que él tradujo como nadie: "qué le vamos a hacer"). Y me quedé en suspenso ante mí mismo, ese
ser que pensaba en ese momento en alguien que estaba pensando…
Yo
estoy convencido de que su obra se irá abriendo paso poco a poco entre la distracción de sus contemporáneos (creo que él sería el primero en desestimar
aquí palabras como indiferencia o mezquindad, porque con eso, con la
indiferencia o la mezquindad de los contemporáneos hay que contar siempre), y
alcanzará la atención de un número creciente de lectores, que hallarán en sus
obras, en sus poemas, en sus enseñanzas la compañía que buscamos únicamente en
los clásicos, hartos de veleidades estéticas.
Por
otro lado, pienso también en él cuando me digo que si todo este misterio
nuestro tiene una explicación, él la conocerá ya, y miro atentamente dónde
podrá habernos dejado la solución de todo esto, convencido de que de haber
explicación, habrá vuelto a dársela a este amigo suyo con el que fue tan
paciente. Y la busco, porque sé que es su estilo, donde más a la vista pueda
haberla dejado, pues seguramente le gustará una pequeña travesura o cita
literaria y la habrá dejado a la vista de todos, como la famosa carta de Edgar
Allan Poe.
Madrid, iglesia de las Góngoras. 11 de enero de 2013 |
Le diré algo común en este caso donde un amigo se ha ausentado para usted y para siempre: Lo siento. Y, si me permite, le abrazo.
RépondreSupprimerSu texto refleja con gran cariño lo que algunos maduros hemos vivido.
Él seguro que le diría: Adelante Andrés, vive.
"Esa ternura sobrecogedora que nos inspiran las personas cuando sabemos que podrían morir pronto, ese desprecio por todo lo que antes considerábamos valioso o no valioso en ellas, ¡ese amor irresponsable por su vida, por su cuerpo, por sus ojos, por su respiración! ¡Y luego, si se recuperan, cuánto más los amamos! ¡Cómo les suplicamos que no vuelvan nunca a morirse!"
RépondreSupprimerELIAS CANETTI, LIBRO DE LOS MUERTOS.
"Felices los que siembran y no siegan...
SupprimerFelices los altivos cuya altivez pasa los límites de su alma.
Felices los que saben que su corazón clama en el desierto y el silencio florece en sus labios.
Felices ellos, porque se les congregará en el corazón del mundo arrebujados en un manto de olvido".
"Palabras de Sonne", ELIAS CANETTI, LIBRO DE LOS MUERTOS.
Tras la pérdida de un ser querido queda uno envuelto en irrealidad, mezclando ficción, recuerdos y confusiones presentes. Esa singular sensación, que a mis años ya he vivido varias veces, es siempre la misma, como si el cerebro estuviera afectado por medicación antidepresiva y se pasara el tiempo luchando contra los fantasmas. Luego va apareciendo otra droga llamada instinto, y conseguimos la reincorporación a las luces.
RépondreSupprimerQue no le dure el pesar, Andrés. Se lo deseo con el afecto del que día a día se siente regalado por usted. Un abrazo.
Yo conocí a Carlos Pujol a traves de los libros de AT y tengo que admitir que fue todo un descubrimiento su poesía, y que me sigue acompañando en sus ratos.
RépondreSupprimergracias
Txema
Más que digno de lástima, que ahogarse,
RépondreSupprimerEs el intento por salvar la vida.
Tres veces, se dice, el hombre que está hundiéndose
Sube a la superficie
Y el rostro vuelve al cielo,
A esa morada abominable,
Donde él y la esperanza se despiden-
Pues a él le apresa Dios.
El semblante del Padre, afectuoso,
Por muy grato de ver,
Es rehuido,tenemos que admitirlo,
Como una adversidad.
EMILY DICKINSON.
EL VIAJE DEFINITIVO
RépondreSupprimer...Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros
cantando;
y se quedará mi huerto, con su verde árbol,
y con su pozo blanco.
Todas las tardes, el cielo será azul y plácido;
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.
Se morirán aquellos que me amaron;
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado,
mi espíritu errará, nostáljico...
Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbpl
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido...
Y se quedarán los pájaros cantando.
JUAN RAMÓN JIMÉNEZ.
No sé qué es más hermoso: el texto de AT o las respuestas, uniéndose en un sentimiento que nos hace a todos tan humanos, como es el dolor ante la muerte de un ser querido.
RépondreSupprimerConocí a Carlos Pujol cuando estuvo en el aula de poesía EDC de Badajoz, una gran hombre por su honradez, digno, educado y sincero. Jose M S Paulete.
RépondreSupprimerLeo el precioso texto de Andrés y no dejo de pensar en mi padre, fallecido en octubre del año pasado. Ya me gustaría poder contar a mí con tanta certeza y precisión lo que me pasa por la cabeza. Me encanta el comentario de Fernando del Busto. Saludos a todos!
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