NO se le ocurre a uno mejor título que este, tan rubeniano, para dar entrada al artículo de Juan Manuel Bonet que parece llegar de esa caja de música que es La ronda de los días... o ir a ella.
* * *
EUROPA EN REIMS
Por Juan Manuel Bonet
Visita, por razones de trabajo, a Reims, ciudad en gran medida destruida durante la Primera Guerra Mundial, y en cuya Catedral el general De Gaulle y Adenauer sellaron, en 1962, la reconciliación franco-alemana tras la Segunda. Me impresionan esa Catedral, su ángel de la sonrisa que tanto le gustaba a Julio Cortázar, sus vidrieras multicolores, y entre ellas las del ruso y judío Marc Chagall, que como tantos en 1940 había tenido que exiliarse en los Estados Unidos… Sensación de vacío, de “terrain vague”, un cierto lado destartalado del urbanismo y la arquitectura de la capital de la Champagne, la misma sensación que producen otras ciudades europeas bombardeadas: Brest, Frankfurt, Berlín, Dresde, Wroclaw, Varsovia… Casi a la sombra de la Catedral, la biblioteca municipal Carnegie, donada por el filántropo norteamericano Andrew Carnegie, es de estilo “déco”. Europa ha sido también, del siglo XVIII en adelante, el puente trasatlántico Norte. Una dimensión de su historia que no pueden olvidar ni Gran Bretaña, ni Francia, países para la supervivencia de los cuales han sido fundamentales los Estados Unidos, como lo serían para la reconstrucción de Alemania, tras la Segunda Guerra Mundial y la devastación consecuencia del delirio nazi. Más al Sur, también Portugal y España tenemos nuestros respectivos puentes trasatlánticos.
Visita, por razones de trabajo, a Reims, ciudad en gran medida destruida durante la Primera Guerra Mundial, y en cuya Catedral el general De Gaulle y Adenauer sellaron, en 1962, la reconciliación franco-alemana tras la Segunda. Me impresionan esa Catedral, su ángel de la sonrisa que tanto le gustaba a Julio Cortázar, sus vidrieras multicolores, y entre ellas las del ruso y judío Marc Chagall, que como tantos en 1940 había tenido que exiliarse en los Estados Unidos… Sensación de vacío, de “terrain vague”, un cierto lado destartalado del urbanismo y la arquitectura de la capital de la Champagne, la misma sensación que producen otras ciudades europeas bombardeadas: Brest, Frankfurt, Berlín, Dresde, Wroclaw, Varsovia… Casi a la sombra de la Catedral, la biblioteca municipal Carnegie, donada por el filántropo norteamericano Andrew Carnegie, es de estilo “déco”. Europa ha sido también, del siglo XVIII en adelante, el puente trasatlántico Norte. Una dimensión de su historia que no pueden olvidar ni Gran Bretaña, ni Francia, países para la supervivencia de los cuales han sido fundamentales los Estados Unidos, como lo serían para la reconstrucción de Alemania, tras la Segunda Guerra Mundial y la devastación consecuencia del delirio nazi. Más al Sur, también Portugal y España tenemos nuestros respectivos puentes trasatlánticos.
Europa
ha sido un continente a la configuración del cual han contribuido pueblos
antaño colonizados por ella, algo especialmente patente en el patrimonio literario
francés: pensemos en el martiniqués Aimé Césaire, en el senegalés Senghor, en
el argelino Albert Camus, en tantos haitianos o marroquíes o libaneses
incorporados al río de la lengua de Racine. De todo esto, y de un Tánger
cosmopolita y multilingüe, hablo con uno de los miembros del equipo de
dirección de la Universidad de Reims, el matemático Noureddine Manamanni, marroquí
de nacimiento, perfectamente integrado en una sociedad francesa en la cual
abundan ese tipo de ejemplos, y ahí están los casos de nuestros Anne Hidalgo y
Manuel Valls.
El
laberinto europeo es la sensación, en ciertos rincones de Viena, o de Praga,
donde se estrenó el Don Giovanni de Mozart, de
estar en Roma. Es, por tierras polacas, el palacio de Nieborów, y en él libros
de Byron, Stendhal o Victor Hugo, frente a un estanque versallesco. Es la
biblioteca del Trinity College de Dublín. Son los edificios neoclásicos de la
Universidad de Vilnius, y el camino de los filósofos de Jena, y El grito de Munch. Es una sinagoga española en una Sarajevo que parecía viuda
de la historia, y a la cual luego por desgracia la historia regresó sin previo
aviso. Son el Camino de Santiago, Silos, Chartres, Brujas la muerta, la abadía
de Melk sobre el Danubio. Es Delfos. Es la Via Labirinto de Siracusa. Es el
Hôtel de Castille de La Valletta. Es Zoran Music, superviviente de Dachau, pintando
en Venecia, donde pudo cruzarse con derrotados como Paul Morand o Ezra Pound,
pésimos ciudadanos pero grandes escritores.
Durante el franquismo, los españoles miraban con envidia hacia un
Occidente que vivía en libertad. Paradójicamente, parte de los que luchaban por
la libertad en la península, creían en supuestos paraísos orientales donde la
libertad brillaba por su ausencia. Una vez caído el muro de Berlín, el cine nos
ha ayudado a entender la terrible glaciación sufrida por esa mitad del continente,
hoy felizmente incorporada a la casa común: Europa Europa, de Agneszka Holland; Katyn, de Andrzej
Wajda; Est-Ouest, de Régis Wargnier; Good Bye, Lenin!, de Wolfgang Becker; La vida de los otros,
de Florian Henckel…
Europa es hoy un continente azotado por la crisis, y amenazado desde su
interior, tanto por un fundamentalismo islámico que rechaza la integración (y
cuyos militantes más exaltados contribuyen al incendio de Oriente Medio) como
por partidos nacionalistas, xenófobos, populistas, y que hacen gala de peligrosas
nostalgias. En el otro extremo, otros viven otras nostalgias, incluida la fascinación
por ciertos caudillos latinoamericanos… Frente a las tentaciones extremistas,
es necesario apostar por una Europa democrática, en paz, consciente de sus
raíces y conocedora de su historia, pero también de que forman parte del
patrimonio común los venidos de otros continentes, algo que los españoles
tenemos claro, pues valoramos el aludido aporte latinoamericano a nuestra
identidad.
[Publicado en La Razón el 21 de mayo de 2014]
Adenauer y De Gaulle en la catedral de Reims, 8 de julio de 1962. |
Sin Europa nos habríamos volatilizado , hemos sido pobres de solemnidad a lo largo de la historia , nunca hubo vacas gordas salvo para los cuatro de siempre . Las declaraciones del alcalde nacionalista de Sestao dan miedo , prefiero ser europeo por encima de ser español y no es por cariño , es porque veo mas honradez y mas educación , por eso iré a votar , no ir a votar porque te de vergüenza o creas ejerces una protesta que va algún lado es de quijotes , y lo entiendo , pero prefiero el papel de Sancho.
RépondreSupprimer. seguro los catalanes y vascos votan por encima del 60 % , ahora lo cool es el abstencionismo . No creáis en esos oráculos que dicen que España puede vetar una Cataluña o Escocia independiente ,
RépondreSupprimerMe gustaría ser JMB y sentirme acogido por mi amigo, tan hospitalario como siempre, supongo yo.
RépondreSupprimerLa fotografía muestra las distancias y las tensiones, a pesar de las voluntades políticas de la construcción europea tras las dos guerras mundiales. En la primera guerra Francia quedó devastada y en la segunda menos destruída comparativamente con la primera pero rota por la colaboración. La foto de Kohl y Mitterand, casi veinte años después de ésta los muestra al exterior, en un acto político (laico) y muy próximos, dándose la mano. Cómo es posible que entre alemanes y franceses se haya podido pasar la página después de tantas atrocidades? Es admirable la alianza ha sido un deber de civilización, han trabajado con honestidad y voluntad de no volver a repetir la barbarie. Los políticos han estado a la altura de las circunstancias para poder construir una nueva relación que ha sido la base de la construcción europea y de la paz en Europa. Los populismos regresaron con la crisis económica pero ya desde la caída del Muro el bandazo a la extrema derecha se veía venir en los países del este. Europa es una esperanza y un modelo de civilización por su pasado y su historia atroz y su voluntad de construir una sociedad de respeto de las libertades y los derechos de las personas. Ha sido siempre su canto de luz el que ha vencido.
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