NO le pidas nunca a quien no puede darte, y menos al que podría. Lo decía Vallejo: “De todos modos / abstenerse de ser pobre con los ricos”.
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UN aforismo debería ser la nota del diapasón en el que se afina el mundo.
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EL aforismo es siempre un hijo pródigo de la filosofía que vuelve a la casa del padre, la poesía.
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El camino más corto entre dos cumbres nunca es atajo, sino vuelo.
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INTERNET para ser perfecto, como el abismo, debería devolvernos al menos el eco.* * *
QUIEN haya visto alguna vez el campo a la luz de un relámpago, sabrá hasta qué punto es hermoso. No sólo por la luz espectral y plateada que parece fijarlo todo en un daguerrotipo, sino porque muestra en un único instante lo que da y lo que quita, como balanza de un solo platillo.* * *
EL primero que contó la vida de un hombre en primaveras (“tenía cuarenta primaveras”) no fue español. Eso seguro. Demasiada delicadeza y demasiado descaro. O sea, que debió de ocurrírsele a un italiano.
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LOS moralistas nos aconsejan que todo lo emprendamos como si fuese la última cosa que fuéramos a hacer en esta vida. Lo dicen acaso pensando en la posteridad y nuestra fama. Quién sabe. Cuánto mejor sería poder emprender cada cosa como si fuese la primera vez, el último beso como el primero, y toda vida como una infancia, todo final como un principio.
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Y a propósito de la fama con minúscula, oigamos lo que decía uno de los personajes de Los fugitivos (2010), la stendhaliana nouvelle de Carlos Pujol, una pequeña gran obra maestra: “La fama es lo que tiene, no tiene nada que ver con nada importante”.
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NO se entiende por qué en Internet todo el mundo quiere darle cuatro cuartos al pregonero. Deben pensar que sale gratis.
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QUÉ drama, qué tortura, ¡y qué empacho!, ser tan narciso siendo tan feo.
DICHOSO el tiempo aquel en que tantas enfermedades sin diagnóstico recibían, como los continentes inexplorados, un nombre fabuloso, inalcanzable incluso para la magia.
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PUESTOS en camino, nos debemos al camino, aunque ignoremos dónde nos lleva. Ya no está en nuestra mano detenernos, ni siquiera decir: estoy cansado. El camino es en sí mismo la forma más noble de cansancio.
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NO es que quieras ser otro, como les sucede a tantos. No tienes esa imaginación. Lo tuyo es más sencillo. Te conformarías muchos días con no ser tú. Con no ser, por ejemplo, quien ahora golpea su diapasón en el vacío.
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