En el viejo y noble jardín de la tipografía ha nacido una nueva flor. No todos los días ocurre tal prodigio. Junto a la pancarta comentada aquí antesdeayer, vista en la jaima de unas feministas, había otra en la que aparecía escrita a mano la palabra tod*s. Agrupaba en un * el femenino y el masculino, sustituyendo de ese modo la @, generalizada hasta hoy (amig@s, etc.) para tales casos. Quien haya tenido esa idea es, conscientemente o por azar, una gran tipógrafa o un gran tipógrafo. En la disposición actual de los teclados, * no está alineado, como debiera, con el resto de las letras (tampoco lo estaba la @), pero es un signo tipográfico mucho más discreto y funcional que la arroba y menos ambiguo y problemático que la x, con la que también vimos escrito en algún que otro cartel el todxs y el amigxs. A lo que recuerda un * es a un trébol de cinco hojas. Es posible que algunos vean detrás de esos * un capricho abusivo, pero lo cierto es que hay en esta tipografía inclusiva una gran delicadeza, la de la igualdad. Por delicadeza, podríamos parafrasear a Rimbaud, ganamos una vida diferente a la nuestra sin dejar de ser nosotr*s mism*s. Frente a la extenuación del habla (vascas y vascos, ciudadanas y ciudadanos, todas y todos, etc.) un * da voz a quien no la tenía y lo hace en un golpe de vista.
Hasta hace no mucho las versales (mayúsculas, para entendernos) avasallaban el texto con su arrogancia. No pocas instituciones, organizaciones, empresas se beneficiaban de ello, publicitándose con el cuerpo de letra. Algunos, un día, comprendimos que escribiendo Eta y no ETA le estábamos privando a la organización terrorista del espacio privilegiado en la página de los periódicos y en nuestros libros, y diríamos lo mismo de Pce y no PCE, de Ceda y no CEDA, de Poum y no POUM, de Abc y no ABC (por lo mismo que escribimos El País y no EL PAÍS, tal y como aparece en su mancheta), como también pudimos rebajar la arrogancia de los banqueros del BBV o del BSCH gracias a las versalitas que se incluyen ya en todos los ordenadores (pero no aún en internet): BBV, BSCH.
Todas estas son grandes minucias, que diría Chesterton.
Quede completado este asiento tipográfico de hoy con la inclusión de los espléndidos carteles japoneses que reunió G., muchos de ellos referidos al cambio climático y al consumo de energía, y el catálogo de los amigos de Campgráfic, la editorial ejemplar que desde Valencia se ocupa entre nosotros desde hace diez años de hacer que el mundo sea más armónico al menos cuando pasa por una imprenta. Y eso ocurre ya a diario millones de veces, cada vez que escribimos en un ordenador, pues la técnica ha querido que tod*s seamos, querid*s amig*s, involuntari*s tipógraf*s.
¿Y cuando se habla cómo expresamos el * ?. Pienso que el problema no son las palabras son las actitudes.
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