Decía Gaya que la mayor parte del arte contemporáneo se había convertido en una sucesión de sustos baratos: un retrete atascado, unos filetes de carne cruda cortados en forma de libro, un lavabo sucio (linkar estos puntos...)
La crítica Estrella de Diego dice en El País: “El Premio Velázquez de Artes Plásticas consagró ayer a uno de los más revolucionarios autores de ese vanguardismo carioca caracterizado por el uso de materiales orgánicos y degradables, justo lo que más puede molestar a nuestra higiénica sociedad occidental”. En la fotografía del retrete se ven, en el suelo, unos periódicos. Otros, ya arrugados, flotan en el agua fétida. Qué habría ocurrido si entre tales papeles figurara uno en el que se leyese la mancheta de, por ejemplo, El País (no lo permita Dios). Probablemente los degradables habrían sido el artista y su secuaza, beneficiado hoy el primero de la degradación de Velázquez y la segunda, de su higiénica corrección crítica.
Al margen de lo absurdo de establecer la transgresión como un valor a premiar, a estas alturas, hacerle fotos a una caca no tiene nada de transgresor, a ver si se enteran!
RépondreSupprimerSe echa en falta a la mujer barbuda ... "justo lo que más puede molestar a nuestra depilada sociedad occidental". Por cierto, no se entiende muy bien qué tendrá esa señora contra la higiene. A lo mejor ella también opta por transgredirla y tal, pero me extrañaría. En las galerías de arte yo creo que van todos bastante limpios, reservando la revolución como mucho a aspectos puramente capilares (la mujer barbuda, de nuevo). David Fdez.
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