LO daríamos todo porque nos cuenten algo que nos haga reír, y nada nos impacienta más que aquel que tratando de ser gracioso no lo es en absoluto, igual que nos aburre un chiste repetido o tosco: llega incluso a irritarnos, como si se tratara de una estafa.
Nos hemos referido hace poco al hecho de que la mayor parte de los escritores humorísticos hayan sido de derechas. Los de izquierdas acaso crean que no hay en esta vida motivos para reírse. Pero quién sabe: los humoristas son de otra opinión y aseguran que ya que la mayor parte de los males no tienen remedio, reírse de ellos tal vez contribuya a aliviarnos de su peso. Tampoco los filósofos ni los profetas parecen amar la risa. Está acreditado que Jesús lloró tres veces, pero no sabemos que se riera nunca. ¿Qué podremos decir de una religión que proclama que esta vida es un valle de lágrimas o de la mayor parte de la filosofía, ocupada en afrontar la muerte y lo rápido que esta se nos echa encima? Freud estudió la risa como fenómeno humano. La risa, viene a decirnos, si mal no recuerdo, nos ayuda a enfrentarnos a la muerte, a mantener a raya la venenosa melancolía. No recuerda uno a qué conclusiones llegó en aquel ensayo, pero sí que no arrancó de mí, ni por deferencia, la menor sonrisa.
La mayor parte de los intelectuales vive en permanente esquizofrenia con la risa y el humor. En general les gusta, como a todo el mundo, reírse, incluso hacer reír, pero al disponerse a escribir sus ensayos, sus poemas, sus obras, dicen aquello de que “hay que ponerse serios”. A la mayor parte de los lectores les sucede lo mismo, y desconfían del humor, que a menudo sólo llegan a admitir si es ácido, sarcástico o cínico, a pesar de que nadie en la historia de la humanidad ha promovido tantas treguas alrededor de un humor sentimental y limpio como Chaplin, de izquierdas, por cierto. ¿Por qué, pues, seguimos creyendo que la filosofía, la literatura o la religión sólo son buenas si son tristes y solemnes? En un siglo como el XVII, en el que la media de vida era de cuarenta años y apenas había derechos civiles y sí mucha miseria, se consideraba una grosería intolerable que los autores no trataran de ser ligeros y un poco intrascendentes. Hasta Shakespeare echa mano del humor en sus tragedias. Hace unos días alguien nos contó esto: un enfermo sale de un coma después de veinte años. Durante todo ese tiempo su mujer no se ha movido de su lado. La llama y le dice: “Eres una maravilla. Cuando perdí la empresa, seguiste a mi lado; cuando los bancos nos arruinaron, no me abandonaste; cuando tuve el accidente de coche, allí estabas; cuando caí en coma, me han dicho que no te has separado un solo día de mí... ¡Veinte años! No sé cómo agradecértelo, pero... pa’mí que eres gafe”. Este chiste, sustentado en lo inesperado, nos hizo reír de buena gana, claro, pero también nos alumbró sobre un asunto crucial: la razón por la cual el humor tiene tan mala prensa en la literatura “seria”, en la vida intelectual “seria”: detestamos lo inesperado, lo imprevisible, por temor a que se manifieste en nosotros, como en el hombre del chiste, nuestra propia mezquindad, esa que hace más inhóspito este mundo y que a menudo sólo podemos combatir con un ;-).
[Publicado en el Magazine de La Vanguardia el 12 de febrero de 2012)
El Rastro, 12 de febrero de 2012 |
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RépondreSupprimerPongámonos serios: he disfrutado mucho con el artículo, don Andrés. He sonreído y he confirmado que en el XVII ya concebían la literatura de una forma que comparto: es deseable que los autores nos acerquemos a las cuestiones más importantes de manera intrascendente, porque de las cosas más tremendas hay que hablar con palabras sencillas, naturales. Saludos
RépondreSupprimerocurre también que hasta en el humor hay clases, la defensa que esgrimen muchos de los promotores de la telebasura es esa precisamente, hay q tener sentido del humor, hombre;ahora mismo hay una buena colección de humoristas o showmans de izquierdas triunfantes en las televisiones, y mi opinión es que, como los pensadores de izquierda siguen llevando la manija de la referencia ideológica, son ellos quienes a la mayoría dictan cuando hay que ponerse serios y cuando alegres ante las cosas del mundo, pues no en otra cosa reside la hegemonía ideológica. ¿De qué se ríe Señor Ministro? que cantaba airada joan baez(?) hace mil años y ahora te sacan los miles de niños que cada día asesina el capitalismo genocida y a ver quien es el guapo.
RépondreSupprimersaludos
EL autentico humor se encuentra en las noticias, la ardiente ambición con la que los politicos y sus palmeros nos dan noticias me hacen ser feliz y me provocan una sonrisa, creo que esa ardiente ambición tiene que ver con su acidez o incluso con una hernia de hiato.
RépondreSupprimerLo ideal es que las noticias se den de forma que no sean fácil de entender ( hay demasiadas cosas que cualquiera puede entender ) lo cual nos permite el lujo de pensar por uno mismo y con ello nos entretenemos y nos mantenemos lejos de bares, bingos y lupanares ( lo cual es mucho ) y nos ayuda a tomarnos las cosas con humor.
Lo dicho es un pensamiento marxista adaptado a la actualidad
El mismo Groucho dijo textualmente " venimos de la nada y vamos a la más absoluta de la miseria " esta sabia frase en principio era un " aforismo " hoy es un " axioma "
Un saludo
Tal vez los intelectuales tengan menos humor, pero lo que es la gente de a pie que puebla las calles y los bares de las ciudades, les sobra. Supongo que una manera de de reirse de los poderosos y de los mas afortunados. Por poner un ejemplo, ¿ saben como se dice braguetazo en Euskera ?, Urdangarin. Y de este tipo abundan por no citar los muchos que han salido sobre la duquesa de Alba y los políticos de pueblan los medios de comunicación.
RépondreSupprimersalud
Braguetazo no, pero de hecho "urdanga" en euskera significa "prostituta".
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