LLEGÓ por internet desde Alemania, en el ejemplar anotadísimo que fue de la pintora Louise von Blommestein, el libro À soi-même de Odilon Redon (una breve historia: nos llevó a él intervenir en una próxima mesa redonda sobre el pintor simbolista del que ayer se inauguró una exposición en las salas de Mapfre de Madrid).
Fue Odilon Redon, cuyo nombre parece estar pidiendo de manera perentoria una traducción al español (Odilón Redón) pintor extraño, místico y telúrico. Hubiéramos creído que el espectro de su mano pudo estar detrás de las caras de Belmez. Pero dejemos de lado esas emanaciones sulfurosas de ultratumba y abramos las páginas de ese libro, sus diarios y anotaciones sobre el arte y los artistas.
Entre sus hojas una hoja seca de diente de león. El paso de los años ha hecho que su espíritu haya quedado también improntado en el papel, como ectoplasma. Siempre le intriga a uno la razón por la que alguien ha querido guardar entre las páginas de un libro tal o cual flor, tal o cual vestigio de la naturaleza. Los que frecuentan los libros de viejo saben cuán habitual es esto, y esa es una razón por la que los libros viejos son algo superiores a los libros nuevos. ¿Podríamos asegurar que un libro es malo si llegó con su pétalo de rosa, con su pequeña violeta, con su diente de león? Tal vez esa hoja sea lo más vivo de este. ¿Qué le movió a quien la guardó en él? ¿Recuerdo de una persona querida, de un momento que quiso detener, de un lugar en el que fue feliz, su rara forma de salamandra o tritón? ¿Anhelo de apresar la savia de la vida? ¿Gratitud y reconocimiento hacia un libro que le hizo mejor? ¿Voluntad de futuro, anticipación a él?
No lo sabremos nunca, pero cada vez que hallamos una de estas hojas en un libro, nos despierta el deseo de que alguien pudiese conservarnos a nosotros entre las páginas vivas de la vida. Cuando pasados los años otro nos encontrase al abrir el libro de los sueños, algo en nosotros temblaría, como por brisa. Anhelo de perdurar con y en esa fragilidad de hoja seca, transparente, o en sombra en el papel, más allá de la muerte.
Odilon Redon, À soi-même. Journal (1867-1915) Notes sur la vie, l'art et les artistes. H.Floury. Paris, 1922. |
Precioso, verdaderamente.
RépondreSupprimerverdades como puños , con la sensibilidad del Sr. Trapiello
RépondreSupprimerLectura y diente de león para prevenir la anemia, del cuerpo y del alma.
RépondreSupprimerEse tipo de hallazgos que nos regalan los libros viejo son algo muy hermoso. Uno compra un libro directamente en la librería, o le llega por correo, y al abrirlo cae al suelo una postal escrita hace décadas, una foto raída, un billete de autobús, una tarjeta, incluso una receta médica... Y naturalmente, volvemos a depositar el hallazgo entre esas páginas, para no profanar un templo sagrado.
RépondreSupprimerEs tan hermosa la entrada que ha escrito, Sr. Trapiello, tanto, como un cuadro de Redon, con todas sus reminiscencias telúricas...
RépondreSupprimerLo peor de un blog es que no podemos guardar nada entre sus páginas. Acaso algún inciso. Acaso un silencio. Saludos.
RépondreSupprimerhojas secas entre hojas de libro, palimpsestos del árbol que fue y que renovada savia de luz y belleza exuda ahora, doble sombra, dúplice cobijo
RépondreSupprimerPalimpsestos de árbol, savia de luz, belleza que exuda, dúplice cobijo.
SupprimerYa, ya sé que estoy repitiendo, pero es que tenía que ser repetido. Tenía que ser repetido.
He mirado en la página de la fundación Mapfre y no encuentro la fecha de la "próxima mesa redonda". Bueno sería saberlo.
RépondreSupprimerTengo una hoja en el "Lazarillo de Tormes" desde hace quince años y su olor siempre me recuerda a olores de mi infancia.
RépondreSupprimerSaludos.
Es un pintor muy original , me ha gustado . Cuando empece a leer libros en 5' de bachiller siempre usaba unas hojas de Hierbaluisa para indicar ( aun tengo el árbol ) y era normal encontrar libros con hojas en la biblioteca del instituto, el primer autor que leí fue Rómulo Gallegos . Saludos
RépondreSupprimerDe vez en cuando, en los libros de las bibliotecas también se encuentran pequeños rastros de otros lectores: alguna nota en un papelito, alguna tarjetita de visita, incluso una vez hallé una foto. Quizás también yo dejara en alguna ocasión un pequeño rastro sin darme cuenta. Creo que estas cosas añaden vida a los libros.
RépondreSupprimerUn saludo.
Algo relacionado al tema del texto me pasó y lo conté en una entrada de mi blog. Tal vez te des un tiempo y lo visites. http://elbbdordelanoche.blogspot.com/2011/02/el-futbol-la-lectura-y-algunos-libros.html Bello blog que visito y revisito. Saludos y un abrazo desde mi morada de Barranco.
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