PUEDE hacernos gracia en un primer momento la ingenuidad, pero lo que enuncia el rótulo es cosa seria. El dueño tal vez quiso recordar que en su establecimiento sólo se vendían libros, y no cuadernos, catones, periódicos o cualquier otra mercancía, pero no estaría de más que un rótulo como ese figurara en la mayor parte de las librerías donde están convencidos de que a lo que venden, por tener forma de libro, puede dársele ese nombre. Esa seguridad les vuelve presuntuosos, pero querría uno someter los suyos propios a alguien que nos dijera si son o no libros, quiero decir, si con el tiempo van a poder dejar de serlo, convirtiéndose en algo vivo. Pues yo sospecho que en esa tiendecita los libros entran por esa puerta, bajo el rótulo, pero salen por una trasera que da al campo, y allí, "oh, ventura del alma", que habría dicho Unamuno, se vuelven gallinas, árboles, vagabundos, muchachas, estrellas y otras cosas que no se venden en parte ninguna, o sí se venden, pero más caras.
Envío ayer de Alfonso Meléndez, encontrado por él en Fb. |
Queda claro que es una librería como Dios manda. Saludos.
RépondreSupprimerBien pudiese ser que sus libros saliesen por la rebotica dando tumbos como cabritillas. A la espera de que se pronuncie un clérigo avalado por un cervantes, tengo a sus libros por poco libros porque lo que me ha quedado de ellos ha sido la vida con la que me cruzo cada día. Y esto es también así en tantos que hablan de gentes de letras,donde nos acerca a lo que escribieron por cómo y quién fueron.
RépondreSupprimer¿Quién no reclamará hoy las redundancias cuando al entrar en una "librería" encuentra lo que uno encuentra? Y no solo me refiero a tecnológicos aparatos...
RépondreSupprimery puestos ya, "Librería de Libros Libres"
RépondreSupprimersaludos
Hará 45 años al típico quiosco que vendía chistes, libretas Rubio y tizas y donde se podían cambiar las novelas de Marcial Lafuente Estefania o Silver Kane por 0'5 peseta se le llamaba librería, por lo que en este caso " valga la redundancia " . Mi tío que era un hombre que se consideraba un gran lector, leyó miles de novelas del oeste. Lo que hoy llamamos novela se llamaban libros y no los leía casi nadie . Yo me aficioné a leer con Marcial y Silver , los auténticos novelistas. Leer un libro de Rosalia, Pereda o poesía era una extravagancia . saludos
RépondreSupprimer¡Tanto tiempo engañado!... Y yo sin entrar nunca en una tetería.
RépondreSupprimerEsa librería se encontraba en la calle de Lerdo de Tejada, en San Luis Potosí, S.L.P. México.
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