30 décembre 2012

El Quijote en este caso


ESTA es la idea: “La historia del Quijote, sobre necesaria, compite en interés con el Quijote”. Podrá estarse o no de acuerdo con ella, podrá matizarse y ponerse el acento más en la palabra historia o en la palabra Quijote, pero esa es la razón de ser de Francisco Rico como filólogo. Si añadimos que “nunca acabamos de leer el Quijote, ni siquiera literalmente”, habremos dado con la clave de este libro* que trata del Quijote, sí, pero sobre todo, del modo en que se ha editado éste a lo largo de su historia, inseparable del modo en que se ha leído. Claro que las cosas no son tan sencillas. Nadie duda de que contamos hoy con ediciones del Quijote infinitamente más fiables que nunca (entre ellas la imprescindible del propio Rico), pero Unamuno, Ortega, Azaña o Azorín, por citar sólo cuatro de las lecturas más sugerentes que se hayan hecho de ese libro, lo leyeron en ediciones deficientes que arrastraban, a menudo desde sus orígenes, errores y erratas de bulto. Se dice esto aquí para no sacar las cosas de quicio y comprender cabalmente la importancia de estos opúsculos, tan divertidos como rigurosos.
Que hayan de ser rigurosos, tratándose de una ciencia como la ecdótica, se da por hecho, pero ¿divertidos? ¿Puede serlo para el lector común algo que tenga que ver con estas cuestiones? Desde luego. Yo me he divertido, y mucho, leyéndolos, y aprendido, por supuesto. He visto en los ensayos y artículos aquí reunidos, escritos con diferentes propósitos y para diferentes lugares, al profesor Rico con una lupa, Holmes sin Watson, escrutando un texto que justamente porque ha sido leído por tantos y desde hace tanto nos llega a menudo dado de sí y viciado. Y claro que a él mismo le hace desconfiar su propia figura, el macferlán, la lupa y todo eso, y procura apartarse del “cervantismo que se cuece en su propia salsa y se alimenta de sí mismo”, risible y caricaturizable: “Cuando se les toca a Cervantes, como a don Quijote las caballerías, hay ciudadanos probos y cumplidores (no como yo) que se transfiguran y venderían su alma al diablo por una edición o por un inédito, no digamos si autógrafo”. Naturalmente nadie creerá al profesor Rico que, como cualquiera que se haya dedicado a estudiar a Cervantes, venderá su alma por mucho menos, pues al fin y al cabo, recuerda el propio Rico, se trata “de averiguar por qué un libro tan sencillo, tan accesible a todos, tiene »tan grande poder de alusiones simbólicas al sentido de la vida», como decía Ortega”, y para ello viene bien cualquier minucia, no ya un inédito, sino hasta cambiar de sitio una coma. Pues eso tiene un clásico, nos recordará una y otra vez Rico en estas páginas: el ser “un libro que vive en el texto y más allá del texto, en el horizonte de una comunidad; que conserva durante siglos una sólida aunque cambiante presencia pública, y que por ello mismo se conoce en una medida nada baladí sin necesidad de haberlo leído y no se lee sin interpretaciones previas”.
El primero de los ensayos aquí comentados, “Tiempos del »Quijote»”, se ocupa de esto precisamente, de levantar amenísima acta de la conversión de un libro cómico en mito nacional, expresión de todos sus arcanos dramáticos y fatídicos. Desde la lectura romántica del XIX a la desengañada del XX, con sus hitos académicos, políticos, sociales y quienes contribuyeron a situarlo en el lugar actual, con especial atención hacia sus predilectos Hartzenbusch o Rodríguez Marín. Comprender cómo se ha leído el Quijote en cada época nos ayudará a saber cómo queremos leerlo nosotros. Siguen otros ensayos  más o menos detectivescos, persiguiendo la autenticidad del apellido Quijano o la ubicuidad del rucio de Sancho, el carácter de un autor, Cervantes, que mostró siempre “innegable desinterés por la coherencia de todos los detalles” o las peripecias del Buscapié, uno de los apócrifos más célebres a que ha dado origen el Quijote, el homenaje al “gran Hartzenbusch” o los más circunstanciales sobre unas fotografías manchegas de Navia o unos primores artísticos de Manolo Valdés.
¿Compite la historia del Quijote en interés con el propio Quijote? Acaso tampoco sea necesario saberlo. Sí en cambio sería bueno no olvidar las palabras con las que Rico abrocha su libro: “Al filólogo de estricta observancia, razonablemente concentrado en recuperar la letra y el sentido originales, le importa descubrirlos sólo para postergarlos. Pero sin tenerlos presentes y hacerles justicia no hay modo de entender la realidad histórica de la literatura”. Algunos maliciosos, tratándose de él, podrían sospechar de sus palabras, pero lo que nos está diciendo Rico es que el estricto filólogo es aquel que, llegados a un punto, ha de dar un paso atrás, dejándonos a los lectores solos con el texto, el Quijote en este caso.

     (*)Francisco Rico, Tiempo del Quijote. Acantilado, 2012
      [ Publicado en El País el 29 de diciembre de 2012. ]


Tuna y Rita. 29 de diciembre de 2012


11 commentaires:

  1. Solo leí unas paginas aunque me se la historia ( como la gran mayoría ) , sí leí otras cosas de Cervantes .
    Soy muy fans de O. Welles que es el genio que mejor ha llevado al cine las obras maestras de la literatura y al ver la lectura que hace de la obra te das cuenta que " el Quijote " es mucho más de lo que nos han contado y que la obra tiene mucho ver con lo que nos esta pasando y pasará .
    Se pueden sacar muchas conclusiones , es una obra para pensar no para hacer una síntesis o contarla de cualquier manera , el caso es casi nadie nos lo leímos entero .

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  2. En esta obra del profesor Rico tal vez llegue a saber lo que hay de cierto (y despertó mi curiosidad) sobre un presunto debate entre acalorados cervantinos que pretendían decidir sobre la conveniencia de utilizar La Mancha o la Mancha. Tengo entendido que al final prevaleció la primera propuesta, en contra de la ortodoxia que nunca distingue con mayúsculas al artículo que precede a una región (la Alcarria, la Lora, la Rioja).
    Al margen de esta anécdota, los últimos descubrimientos sobre los años en que se escribió y editó la obra (tal como se explica por Gelabert y otros en su "España en tiempos de el Quijote") producirán la curiosidad de que entre leerla ahora o haberlo hecho en nuestra juventud la digestión no sea exactamente la misma. Al menos a mí, sin ser precisamente un erudito, me ocurrió algo de eso.

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  3. La pena es que el profesor Rico, siendo un erudito de máxima prestancia, termine pasando a la historia por aquel desafortunado artículo en El País en el que, siendo fumador empedernido, acababa mintiendo que nunca en su vida había fumado ni un solo cigarrillo.

    Feliz 2013 a todos (todos, por supueto, en género epiceno) en nombre de quienes hacemos zUmO dE pOeSíA.

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  4. Pues yo leílo entero primero y solo una vez. Luego, capítulos… Jubilado, antes de morir parece obligado volver a la plenitud a ver qué pasa. Profesor de literatura en un instituto, debí imitar a tantos que pregonan su lectura anual del Quijote. Casos ilustres y menos ilustres. Entre los segundos, el de Manolito Román en la terraza de su Castillo de Julia leyéndolo las tardes de los veranos de los 60. Había integrado su casa en los escasos restos de una antigua fortaleza árabe desde la que se dominaba el Toledo andaluz también entero. Algo más abajo, pese a vivir en la calle Alta, mi padre, otro Manolito amigo de Manolito, solía indicármelo con el dedo: “Manolito Román leyendo el Quijote”.

    Entero lo leí el verano de 1967 en un encinar de Montejaque (Málaga) gracias a la IPS, mili a plazos para universitarios (Instrucción Premilitar Superior, ahora “International Press Service”). En las siestas, fines de semana arrestado, en el puesto de guardia del Polvorín… Una manta de mantel a la sombra de una encina. Enfrente, un olivar; un mochuelo a veces en algún olivo. Carcajadas y lágrimas ―influirían edad y milicia― confirmaron lo que dijo Dostoyevski: que en el fondo el Quijote era el libro más triste que nunca se había escrito.

    El del Polvorín me ha hecho recordar que en uno de los puestos aparecieron trazados estos versos tiernos y subversivos: “La patria son mis hermanos / que trabajan en la tierra / mientras aquí nos enseñan / a matarnos en la guerra”. Descubrieron al poeta; nos formaron a todos, aspirantes y sargentos; y el teniente-coronel anunció su expulsión a la mili normal.

    Mi caso no fue heroico pero sí literalmente quijotesco. Para leer mi malísima edición del Quijote, aprovechaba también las clases que tras la breve siesta nos permitían en aquellos encinares. El profesor de Armamento disfrutó mucho aquel verano con la Guerra de los Seis Días. No recuerdo si fue el de Táctica o Estrategia el que se enfrentó una tarde conmigo. Sentado en el suelo, como todos menos él, se dio cuenta de que yo atendía al suelo mucho más que a él. Se levantó de golpe y tras gritar mi apellido: “¡Arriba las manos y a carajo sacao aquí a mi mesa!”. Algo así sería. Pero por más que buscó no encontró el Quijote. Sin que yo les dijera nada, algunos de mis 60 o 70 compañeros de Unidad lo habían hecho desaparecer desplazándolo por el suelo hasta las piernas de alguno alejado de mi sitio. Gracias a ellos se salvó aquel Quijote y con él mi única lectura integral.

    Mi casa no era casa de libros. El Quijote y casi nada más. Malísima y rotísima la edición. Aquí la tengo. “Aleu – Editor / Valverde, 36, bajos. / Madrid – 1915”. Sin pastas y en papel casi biblia, sueltas primeras y últimas páginas. Subrayada con bolígrafo en la 424 (FIN), solo esta frase: “contra todos los fueros de la muerte”.

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    1. Eulalio Ferrer leyó el Quijote en un campo de concentración y fue la única posesión con la que llegó a Mexico , Eulalio triunfó como empresario y lingüista y creó ell Mueseo del Quijote en Guanajuato , al que donó su colección iconoclasta ( la más importante del mundo ) . Eulalio ( santanderino ) se hizo del Quijote a cambio de tabaco ( lo que más valía en el campo ) y su lectura y apoyo le resultó vital

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  5. Rejas que engañan.
    Buena vida de perros
    les dará usted.

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    1. ¿De perros? ¡Vida
      de princesas les da
      desde hace poco!

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  6. El platonismo de Don Quijote, el ideal encerrado en la cárcel de la realidad. La aspiración a la pureza genuina no puede acabar sino en la locura. Nuestro héroe no es que tenga espejismos de la realidad, sino que la firme creencia en su verdadera entidad, la transforma. Buen ejemplo de utopía realizada, y bien estimulante en estos momentos. A ver qué dice don José.

    «Podrán a este vecino nuestro quitarle la ventura, pero el esfuerzo y el ánimo es imposible. Serán las aventuras vahos de un cerebro en fermentación, pero la voluntad de la aventura es real y verdadera. Ahora bien, la aventura es una dislocación del orden material, una irrealidad. En la voluntad de aventuras, en el esfuerzo y en el ánimo nos sale al camino una extraña naturaleza biforme. Sus dos elementos pertenecen a mundos contrarios: la querencia es real pero lo querido es irreal.

    Objeto semejante es ignoto en la épica. Los hombres de Homero pertenecen al mismo orbe que sus deseos. Aquí tenemos en cambio, un hombre que quiere formar la realidad. Pero ¿no es él una porción de esa realidad? ¿No vive de ella, no es una consecuencia de ella? ¿Cómo hay modo de que lo que no es ―el proyecto de una aventura― gobierne y componga la dura realidad? Tal vez no lo haya, pero es un hecho que existen hombres decididos a no contentarse con la realidad. Aspiran los tales que las cosas lleven un curso distinto: se niegan a repetir los gestos que la costumbre, la tradición, y, en resumen, los instintos biológicos les fuerzan a hacer. Porque ser héroe consiste en ser uno, uno mismo. Si nos resistimos a que la herencia, a que lo circunstante nos impongan unas acciones determinadas, es que buscamos asentar en nosotros, y sólo en nosotros, el origen de nuestros actos. Cuando el héroe quiere, no son los antepasados en él o los usos del presente quienes quieren, sino él mismo. Y este querer él ser él mismo es la heroicidad.

    No creo que exista especie de originalidad más profunda que esta originalidad “práctica”, activa del héroe. Su vida es una perpetua resistencia a lo habitual y consueto. Cada movimiento que hace ha necesitado primero vencer a la costumbre e inventar una nueva manera de gesto. Una vida así es un perenne dolor, un constante desgarrarse de aquella parte de sí mismo rendida al hábito, prisionera de la materia». JOSÉ ORTEGA Y GASSET, “Meditaciones del Quijote”.

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  7. El Quijote es un personaje que está por encima de la obra ya que así lo quiso el autor con el fin de que su mensaje sea atemporal y universal. Cervantes fué un Héroe de verdad y encarcelado por no colaborar con los corruptos de entonces , no era un cobarde palmero de nadie sino mejor que nadie .
    Acabo de leer Marianela ( alucinante ) y me llamó la atención que cuando Galdos vio la obra en Madrid representada por Margarita Xirgu se echo a llorar gritado : ¡Nela ! ¡ Nela¡ . Hay que tener mucho corazón , como tienen los grandes escritores para pasar a la posteridad y que los personajes sean eternos y vigentes
    chao

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  8. Estimado Andrés: leer su blog es un acontecimiento diario de pura felicidad. Le agradezco esta cotidiana ración de dicha. Que el año que viene le sea benigno. Un abrazo

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    1. Bonitas y espontáneas palabras que suscribo en su totalidad.
      Que el año que viene nos sea benigno a todos y no perdamos la fe en nosotros mismos.

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