2 mai 2014

Fernando Savater y los libros viejos


ESTA es la XXXVIII edición de la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión que se celebra en el Paseo de Recoletos. 
Hace ya muchos años sugirió uno al librero Pepe Berchi que se le cambiara el nombre por el de "Feria del Libro viejo, antiguo y de ocasión", pero a Berchi, que venía de la miseria de la posguerra, lo de viejo le parecía algo de pobres y un gran desdoro. Paco Moncada, su actual director, parece que al fin conseguirá poner las cosas en su sitio, pues sabe que la palabra viejo honra a un libro tanto como aquellas heridas que estropearon la mano a Cervantes en la "más alta ocasión que vieron los siglos".
El año pasado leyó su pregón Félix de Azúa y este, Fernando Savater. Han sido dos de los mejores pregones que se hayan leído en esa orilla del Paseo de Recoletos en una ceremonia que tampoco es ya lo que fue en sus mejores tiempos, cuando acudían a ella maceros con polainas rosa, unos señores vestidos de soldaditos de plomo tocados de cascos plateados con plumas de gallo blanco teñidas de nazareno, la banda de música en traje de gala acometiendo briosos pasodobles patrióticos y, cómo no, un alcalde que a propósito de los libros se ponía lírico y sentimental, pidiendo a gritos la multa gubernativa por alteración del orden público. Aunque ahora al mando de la cultura municipal tengamos a Pedro Corral, hombre culto, magnífico novelista y discretísimo de palabras, lo que no hubiera dado uno por ver ayer a la alcaldesa actual en el papel de Álvarez del Manzano haciendo molinetes oratorios y repitiendo aquellas palabras suyas, tan inspiradas como memorables: "Los libro son algo muy bonito. Yo de pequeño..."
En fin, les dejo con Fernando Savater.
* * *
AMIGAS y amigos, compañeros lectores, hermanos de búsquedas y placeres: en la Feria que hoy inauguramos aún podemos hablar del "libro antiguo" sin que parezca un pleonasmo ni una redundancia, de modo que aprovechemos la ocasión porque puede que no se nos ofrezca mucho tiempo más. Ahora todavía existen los libros y los libros llamados "antiguos", que son también lo que antiguamente se llamaba "libros", pero que hoy comparten su nombre con soportes que poco se les parecen. Son los libros entrañablemente llamados "de viejo", que desde luego no tienen por qué ser para viejos ni tener más arrugas de las respetables. Como bien dijo Charles Peguy, “los periódicos envejecen en 24 horas pero Homero siempre es joven“. Lo más antiguo pero menos viejo de estos libros, lo que les conserva tersos y sin arrugarse, es que nos recuerdan tenazmente que "libro" y "libre" provienen de la misma voz latina. El libro llega al mundo libremente para liberar a sus lectores: contagia a quien lo hojea la libertad que le constituye y cuanto más nos adentramos en él, más nos emponzoña con esa droga que emancipa pero que también exige, como todas, aumentar más y más la dosis.
En las casetas que a partir de hoy ofrecen sus tesoros nadie buscará ante todo el best-seller de moda, lo que en otros campos suele llamarse "el último grito", que bien puede ser de agonía aunque algunos lo tomen por expresión de entusiasmo. Los libros que aquí vemos ya han superado las ingenuas vanidades juveniles de los recién llegados que se creen capaces de trastocar el mundo por el simple hecho de encabezar dos semanas las listas de más vendidos. Quizá compartieron estos espejismos en sus días mozos, pero ahora han madurado y ya saben que lo valioso no es arrasar de repente -mi amigo Cioran decía que todo éxito encierra un malentendido- sino saber aguardar, saber insistir y saber volver.
Los antiguos dijeron "pro captu lectoris habent sua fata libelli", es decir que los libros alcanzan su destino según la capacidad del lector. Pero también es asunto de paciencia: quizá no sea el primer lector el capacitado, ni el segundo, ni el tercero, puede que haga falta la sucesión de muchos hasta encontrar la mano de nieve - o los ojos de fuego- con fuerza para decir "levántate y anda". Es cierto que el lector busca su libro (porque sabe que existe, porque está seguro de merecer que exista)pero también que cada uno de estos mismos libros ha desafiado el zarandeo de los años aguardando que, tras muchos intentos fallidos, llegue por fin su verdadero lector, el que le corresponde, con el que se ajustará igual que la espada al puño del paladín. Será una conjunción milagrosa, como la de quien encuentra por fin el amor de su vida tras muchas decepciones, precisamente cuando estaba a punto de blasfemar contra la vida y decir que no hay tal cosa como auténtico amor.
Pero una feria como ésta no sólo brinda la posibilidad de reunir por fin a cada libro con su lector ideal, sino que también abre a lectores avezados la posibilidad de uno de los placeres más sutiles: la relectura. Por mi parte, y no creo ser un caso único, cada vez la aprecio más: hasta el punto de que a veces los libros nuevos que más me tientan también me impacientan un poco porque me retrasan el unirme otra vez con algunos que leí hace mucho pero que ahora vuelven a apetecerme. La explicación de esta forma de nostalgia es muy sencilla. Los que comenzamos a leer con voracidad muy jóvenes encontramos las grandes obras demasiado pronto, cuando sólo podíamos experimentar atisbos de las complejas maravillas que ofrecen. ¿Quién puede disfrutar  plenamente de "Madame Bovary" a los catorce o quince años? O mejor dicho: ¿ quién puede entender a esa edad lo que padece Emma Bovary ? Pero no sólo tenemos añoranza de los clásicos leídos muy temprano, también la sentimos de novelas de aventuras o policíacas que nos hicieron gozar. En estos casos ayuda la incertidumbre de la memoria, gracias a la cual yo de vez en cuando redescubro un caso de Poirot o Philo Vance como si fuera la primera vez...Si no releemos más es porque no siempre tenemos a mano aquellos libros pasados: encontrarlos entre las ofertas de esta Feria puede ser un estupendo pretexto para la feliz recaída.
En último término, esta es una Feria para quienes amamos no sólo la lectura sino también los libros en sí mismos. Somos una especie en peligro de extinción y muy poco protegida institucionalmente. ¿Cómo atreverse a defender los libros en España, con iva o sin iva, si en nuestra más alta obra literaria el protagonista enloqueció por leerlos y muchos son quemados sin piedad en uno de sus capítulos? Y sin embargo, los aquí reunidos no queremos desdecirnos de nuestra locura quijotesca. La razón de tan alta sinrazón la declaro bien el más genial de mis tocayos, Fernando Pessoa: “la literatura, como todo arte, es una confesión de que la vida no basta”. Para quienes queremos tanto a la vida que nunca nos parece suficiente y anhelamos más: precisamente para nosotros son los libros. Todos los libros, los del pasado, los del presente y los que traiga el futuro, sean como fueren. No sólo estrictamente literarios, sino de viajes, de arte, de jardinería, de filosofía o de piedad. Porque, si son libros, nacerán libres y morirán libres, el mismo destino que prefiero para mí y que les deseo a ustedes, queridos compañeros de aventura.


Recoletos, 12 de diciembre de 2013

5 commentaires:

  1. Lolo Leonville2 mai 2014 à 17:06

    La Literatura es más que un arte , es la viva imagen de lo que ha supuesto la cultura y el desarrollo humano , ha sido nuestro patrón educacional durante siglos .
    Antiguamente los jóvenes se educaban a partir de los relatos , que los mayores leían a luz de una hoguera , folletines mágicos que mostraban la realidad de la vida . A principio del siglo XX empezó a educarse a la gente con el cine , la imagen tiene que dar sensación de que lo que ves es real ; a mitad de siglo entró en liza una gran maquina de imponer el capitalismo , la televisión , que ha producido grandes males con su distorsión de la realidad y su alienación .
    Está conjunción de lectura y maquinas de contar historias , nos ha llevado a Internet , algo impensable hace 3 décadas y que hace que las nuevas generaciones sean educadas con una tecnología que seguramente será perjudicial , ya que arte y ciencia chocan entre sí , la evolución del arte no va al mismo ritmo que la científica , y ese desfase es preocupante .

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    1. “Literatura / no es una asignatura. / ¿Evaluación?”.

      17 sílabas de Juan Alcedo Sánchez, antiguo alumno malagueño muerto en accidente de coche el curso 1985-86.

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    2. “Vosotros elegís: Gran Cero o Dios Amor” ―Argüello la otra tarde a unos prekikos.

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    3. O la Nada y el Todo confluyendo en el Cero concéntrico del Gran Aguacate maya.

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  2. «(…) Igualdad del don del alma y de la palabra – eso es el poeta. Por eso – no hay poetas que no escriban, ni poetas que no sientan. Sientes pero no escribes – no eres poeta (¿dónde está la palabra?); escribes pero no sientes – no eres poeta (¿dónde está el alma?). ¿Dónde la esencia? ¿Dónde la forma? Identidad. Indivisibilidad de la esencia y la forma – eso es el poeta. Yo prefiero, naturalmente, a quien no escribe pero siente, que a quien no siente pero escribe. El primero – quizá – mañana será poeta. O santo. O héroe. El segundo (el versificador) – no es nadie. Y su nombre es legión».

    Marina Tsvietáieva, “El poeta y el tiempo”.

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