ESTA es la XXXVIII edición de la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión que se celebra en el Paseo de Recoletos.
Hace ya muchos años sugirió uno al librero Pepe Berchi que se le cambiara el nombre por el de "Feria del Libro viejo, antiguo y de ocasión", pero a Berchi, que venía de la miseria de la posguerra, lo de viejo le parecía algo de pobres y un gran desdoro. Paco Moncada, su actual director, parece que al fin conseguirá poner las cosas en su sitio, pues sabe que la palabra viejo honra a un libro tanto como aquellas heridas que estropearon la mano a Cervantes en la "más alta ocasión que vieron los siglos".
El año pasado leyó su pregón Félix de Azúa y este, Fernando Savater. Han sido dos de los mejores pregones que se hayan leído en esa orilla del Paseo de Recoletos en una ceremonia que tampoco es ya lo que fue en sus mejores tiempos, cuando acudían a ella maceros con polainas rosa, unos señores vestidos de soldaditos de plomo tocados de cascos plateados con plumas de gallo blanco teñidas de nazareno, la banda de música en traje de gala acometiendo briosos pasodobles patrióticos y, cómo no, un alcalde que a propósito de los libros se ponía lírico y sentimental, pidiendo a gritos la multa gubernativa por alteración del orden público. Aunque ahora al mando de la cultura municipal tengamos a Pedro Corral, hombre culto, magnífico novelista y discretísimo de palabras, lo que no hubiera dado uno por ver ayer a la alcaldesa actual en el papel de Álvarez del Manzano haciendo molinetes oratorios y repitiendo aquellas palabras suyas, tan inspiradas como memorables: "Los libro son algo muy bonito. Yo de pequeño..."
En fin, les dejo con Fernando Savater.
* * *
AMIGAS y amigos, compañeros
lectores, hermanos de búsquedas y placeres: en la Feria que hoy inauguramos aún
podemos hablar del "libro antiguo" sin que parezca un pleonasmo ni
una redundancia, de modo que aprovechemos la ocasión porque puede que no se nos
ofrezca mucho tiempo más. Ahora todavía existen los libros y los libros
llamados "antiguos", que son también lo que antiguamente se llamaba
"libros", pero que hoy comparten su nombre con soportes que poco se
les parecen. Son los libros entrañablemente llamados "de viejo", que
desde luego no tienen por qué ser para viejos ni tener más arrugas de las
respetables. Como bien dijo Charles Peguy, “los periódicos envejecen en 24
horas pero Homero siempre es joven“. Lo más antiguo pero menos viejo de estos libros,
lo que les conserva tersos y sin arrugarse, es que nos recuerdan tenazmente que
"libro" y "libre" provienen de la misma voz latina. El
libro llega al mundo libremente para liberar a sus lectores: contagia a quien
lo hojea la libertad que le constituye y cuanto más nos adentramos en él, más
nos emponzoña con esa droga que emancipa pero que también exige, como todas,
aumentar más y más la dosis.
En las casetas que a partir de hoy
ofrecen sus tesoros nadie buscará ante todo el best-seller de moda, lo que en
otros campos suele llamarse "el último grito", que bien puede ser de
agonía aunque algunos lo tomen por expresión de entusiasmo. Los libros que aquí
vemos ya han superado las ingenuas vanidades juveniles de los recién llegados
que se creen capaces de trastocar el mundo por el simple hecho de encabezar dos
semanas las listas de más vendidos. Quizá compartieron estos espejismos en sus
días mozos, pero ahora han madurado y ya saben que lo valioso no es arrasar de
repente -mi amigo Cioran decía que todo éxito encierra un malentendido- sino
saber aguardar, saber insistir y saber volver.
Los antiguos dijeron "pro
captu lectoris habent sua fata libelli", es decir que los libros alcanzan
su destino según la capacidad del lector. Pero también es asunto de paciencia:
quizá no sea el primer lector el capacitado, ni el segundo, ni el tercero,
puede que haga falta la sucesión de muchos hasta encontrar la mano de nieve - o los
ojos de fuego- con fuerza para decir "levántate y anda". Es cierto
que el lector busca su libro (porque sabe que existe, porque está seguro de
merecer que exista)pero también que cada uno de estos mismos libros ha
desafiado el zarandeo de los años aguardando que, tras muchos intentos
fallidos, llegue por fin su verdadero lector, el que le corresponde, con el que
se ajustará igual que la espada al puño del paladín. Será una conjunción
milagrosa, como la de quien encuentra por fin el amor de su vida tras muchas
decepciones, precisamente cuando estaba a punto de blasfemar contra la vida y
decir que no hay tal cosa como auténtico amor.
Pero una feria como ésta no sólo
brinda la posibilidad de reunir por fin a cada libro con su lector ideal, sino
que también abre a lectores avezados la posibilidad de uno de los placeres más
sutiles: la relectura. Por mi parte, y no creo ser un caso único, cada vez la
aprecio más: hasta el punto de que a veces los libros nuevos que más me tientan
también me impacientan un poco porque me retrasan el unirme otra vez con
algunos que leí hace mucho pero que ahora vuelven a apetecerme. La explicación
de esta forma de nostalgia es muy sencilla. Los que comenzamos a leer con
voracidad muy jóvenes encontramos las grandes obras demasiado pronto, cuando
sólo podíamos experimentar atisbos de las complejas maravillas que ofrecen.
¿Quién puede disfrutar plenamente
de "Madame Bovary" a los catorce o quince años? O mejor dicho: ¿
quién puede entender a esa edad lo que padece Emma Bovary ? Pero no sólo
tenemos añoranza de los clásicos leídos muy temprano, también la sentimos de
novelas de aventuras o policíacas que nos hicieron gozar. En estos casos ayuda
la incertidumbre de la memoria, gracias a la cual yo de vez en cuando
redescubro un caso de Poirot o Philo Vance como si fuera la primera vez...Si no
releemos más es porque no siempre tenemos a mano aquellos libros pasados:
encontrarlos entre las ofertas de esta Feria puede ser un estupendo pretexto
para la feliz recaída.
En
último término, esta es una Feria para quienes amamos no sólo la lectura sino
también los libros en sí mismos. Somos una especie en peligro de extinción y
muy poco protegida institucionalmente. ¿Cómo atreverse a defender los libros en
España, con iva o sin iva, si en nuestra más alta obra literaria el
protagonista enloqueció por leerlos y muchos son quemados sin piedad en uno de
sus capítulos? Y sin embargo, los aquí reunidos no queremos desdecirnos de
nuestra locura quijotesca. La razón de tan alta sinrazón la declaro bien el más
genial de mis tocayos, Fernando Pessoa: “la literatura, como todo arte, es una
confesión de que la vida no basta”. Para quienes queremos tanto a la vida que
nunca nos parece suficiente y anhelamos más: precisamente para nosotros son los
libros. Todos los libros, los del pasado, los del presente y los que traiga el
futuro, sean como fueren. No sólo estrictamente literarios, sino de viajes, de
arte, de jardinería, de filosofía o de piedad. Porque, si son libros, nacerán
libres y morirán libres, el mismo destino que prefiero para mí y que les deseo
a ustedes, queridos compañeros de aventura.
Recoletos, 12 de diciembre de 2013 |
La Literatura es más que un arte , es la viva imagen de lo que ha supuesto la cultura y el desarrollo humano , ha sido nuestro patrón educacional durante siglos .
RépondreSupprimerAntiguamente los jóvenes se educaban a partir de los relatos , que los mayores leían a luz de una hoguera , folletines mágicos que mostraban la realidad de la vida . A principio del siglo XX empezó a educarse a la gente con el cine , la imagen tiene que dar sensación de que lo que ves es real ; a mitad de siglo entró en liza una gran maquina de imponer el capitalismo , la televisión , que ha producido grandes males con su distorsión de la realidad y su alienación .
Está conjunción de lectura y maquinas de contar historias , nos ha llevado a Internet , algo impensable hace 3 décadas y que hace que las nuevas generaciones sean educadas con una tecnología que seguramente será perjudicial , ya que arte y ciencia chocan entre sí , la evolución del arte no va al mismo ritmo que la científica , y ese desfase es preocupante .
“Literatura / no es una asignatura. / ¿Evaluación?”.
Supprimer17 sílabas de Juan Alcedo Sánchez, antiguo alumno malagueño muerto en accidente de coche el curso 1985-86.
“Vosotros elegís: Gran Cero o Dios Amor” ―Argüello la otra tarde a unos prekikos.
SupprimerO la Nada y el Todo confluyendo en el Cero concéntrico del Gran Aguacate maya.
Supprimer«(…) Igualdad del don del alma y de la palabra – eso es el poeta. Por eso – no hay poetas que no escriban, ni poetas que no sientan. Sientes pero no escribes – no eres poeta (¿dónde está la palabra?); escribes pero no sientes – no eres poeta (¿dónde está el alma?). ¿Dónde la esencia? ¿Dónde la forma? Identidad. Indivisibilidad de la esencia y la forma – eso es el poeta. Yo prefiero, naturalmente, a quien no escribe pero siente, que a quien no siente pero escribe. El primero – quizá – mañana será poeta. O santo. O héroe. El segundo (el versificador) – no es nadie. Y su nombre es legión».
RépondreSupprimerMarina Tsvietáieva, “El poeta y el tiempo”.