"ALENTAR a los jóvenes; exijir, castigar a los maduros; tolerar a los viejos", escribió JRJ. También: "Nada me interesa de lo que piensen –bien o mal– de mí los más viejos que yo" o "Temed que los viejos alaben vuestra obra. Es el comienzo de vuestra decadencia" o "Hay que aprender de los jóvenes, no de los viejos, porque lo que se aprende no es la esperiencia sino la novedad".
Los poetas viejos hablan a menudo con un báculo en la mano, esperando dividir en dos el mar Rojo, como aquel artista que deseaba poder sanar a los enfermos aplicándoles sus pinturas abstractas sobre sus llagas y lacerías.
"No hay en mí ni memoria ni olvido; única y simplemente lucidez", leemos en el primer poema de esa Canción errónea recién publicada, hasta dar en uno de los últimos con este otro verso, no menos desconcertante en un hombre octogenario: "¡Cuánto amo a las gallinas sin esperanza!". Y sentimos un gran desconcierto no tanto porque alguien pueda amar de una manera tan impetuosa a las gallinas, o por no saber exactamente si las ama desesperadamente ni si las que zozobran en la desesperación son las gallinas, sino porque nos preguntamos cómo será amarlas, además, con lucidez.
Sí, hemos de ser comprensivos con los viejos poetas, sobre todo porque ninguno de nosotros sabe si en la vejez nos estarán esperando unos versos parecidos o peor aún, las gallinas, habiéndolas despreciado tanto en nuestra juventud en aquel gallinero leonés de La Palomera.
El Rastro, Campillo del Mundo Nuevo, 26 de febrero de 2012 |
Mucho antes de ser poeta ser, sobre todo, humano, muy humano, para poder comprender a jóvenes, maduros y viejos, a todos por igual.
RépondreSupprimeres q quizás las gallinas, como siempre parecen llevar un tripi dentro, son las musas de los poetas ferroviarios. Suena a lo de Nietzsche y el caballo, salvadas todas las distancias de tiempo y temperamento.
RépondreSupprimersaludos blogueros
Ser humano, muy humano... y muy gallino.
RépondreSupprimerPor cierto, Andrés, cambiando de tercio, supongo que el estado de la técnica es el que es y usted en eso puede hacer poco, pero para alguien tan preocupado por la tipografía y por el diseño en el mejor sentido de la palabra, resulta estéticamente horrendo el modo en el que se verifica "que uno no es un robot" cuando se manda un comentario. Por supuesto no le estoy "imputando nada", es una simple reflexión.
David Fdez.
Dos consideraciones:
SupprimerAhora resulta que al almenaque chamanlle candelario, pero la gallina Marcelina se sigue apellidando Fdez Bordillo.
Yo también las despreciaba. Recuerdo que por travesura abríamos la puerta del gallinero, y salían, tímidamente, al corral. llegaba mi abuela rabiando y volvía a meterlas. Nunca trataban de escapar. Espero no haberme convertido en alguien como ellas, para no tener que despreciarme ni engañarme.
RépondreSupprimerLos viajos poetas...supongo que escribir un buen verso es difícil, y el tiempo apremia.
Un saludo.
En el cine de mi pueblo había " butaca " y " gallinero " . El poblado más mísero de España se llama " el gallinero " ( Cañada Real ) , donde la realidad supera lo conocido
RépondreSupprimerChao
Rara gallina.
RépondreSupprimerTodas venga comer
y ella esperando.
Dichoso trigo,
competitividad:
titi, títititi…
El gallinero. El gordo y el flaco, la mula Francis… A la sesión infantil se le decía matiné. Cuando abajo algún señor con boina entraba al patio de (duras) butacas, los niños del gallinero aporreando el suelo aullaban como locos ¡Que se quite la boína!, ¡Que se quite la boína!... Al lograrlo se le aplaudía, con gran entusiasmo. Se gritaba boína y no boina: ritmo y sur así lo disponían.
RépondreSupprimerEn la casa, cuatro escalones y se salía al corral: los arriates, la parra, tanta maceta, la pila, las hormigas, los niños. A la derecha, el corral de las gallinas: a su izquierda, la cuadra, con el techo de madera del palomar. El palomar. Sin palomos pero con baúles llenos de viejos Blancos y Negros y Estampas... que en los resfriados distraían en sus camas a los niños. Demolido ya casi todo.
La frase de JRJ que encabeza el artículo puede ser en sí misma bastante defendible; pero quizá la relativice un poco el hecho de que el interesado, cuando en su madurez se encontró con que algunos escritores o críticos más jóvenes le "exijían y castigaban" a él mismo, no pareció muy dispuesto a aceptar su derecho a hacerlo. Y no me refiero, naturalmente, a insultos o peleas más o menos de barrio, sino a críticas literarias de sus textos literarios. Es más fácil aconsejar, parece, que aplicarse uno mismo, cuando toque, los propios consejos.
RépondreSupprimerAndrés, ¿cómo es el poema entero de las gallinas? ¿o es un verso suelto?
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