EN las cumbres son ociosas las comparaciones, aparte de que en esas alturas no podríamos afirmar (el pensamiento es de Nietzsche) quién es más que quién. ¿Es esta obra de Murillo más que otra de Velázquez, pongamos, su Venus del espejo? Qué más da. A final las comparaciones nos distraen doblemente, por cada cabo, y nos quedamos sin una y otra.
Pensemos en esta muchacha que no habíamos visto nunca. Nos fue presentada el otro día en Sevilla. Vale la pena un viaje sólo por conocerla. Pronto volverá a su casa, en Inglaterra, de donde vino. Acaso la hayamos visto por primera y última vez, y sin embargo no hubo lugar para ninguna tristeza. Su candor, la limpidez de su semblante, la carnalidad de su sonrisa, su lozanía no daban lugar a ningún pensamiento melancólico. Era lo más parecido a Mozart que pudiéramos imaginar. Costaba irse de su lado. Se apartaba uno de ella, para conversar con las otras pinturas que han venido igualmente de tierras lejanas y hacer un poco de vida social, pero al rato estaba uno de nuevo a su lado, sin edad, sin pensamiento, sin sed, a solas con el gusto de estar a solas con ella, como se está junto a un pozo en mitad del verano.
Hay algo en esta realidad que ya no es realidad. ¿No correríamos a ver al señor Murillo para darle las gracias? Gracias, le diríamos, por entregárnosla así, la realidad, esta realidad que no puede crecer, envejecer, pasar, marchitarse. Y tú, muchacha, la realidad lozana, ¿te llamas Esperanza?
Preciosa sorpresa envuelta en un texto de papel brillante. Gracias por los dos regalos.
RépondreSupprimerLo lamentable es que la figura de Murillo esté denostada por no pocas voces que encuentran en su obra un espejo del espasmo popular.
El tiempo, liberado de prejuicios, le hará justicia, como también subirá a Ribera al pedestal que le corresponde.
Angelical
RépondreSupprimerChao
Esta pintura se contempla con el corazón, sin reparar en reglas y conceptos, como escuchamos la buena música. Nos sobra el análisis para querer saber con qué serie de elementos Murillo consigue que la lozanía de esta muchacha atraiga nuestra atención.
RépondreSupprimerCómo me alegra que la vieras. Desde que supe que habías estado en Sevilla no paraba de decirme: "Ojalá esté al tanto de la exposición de Murillo en los Venerables. Ojalá haya ido". Tenías que encontrarla: Esperanza, o como se llame, te estaba esperando.
RépondreSupprimerHermoso homenaje.
RépondreSupprimerA José Cancio, puede acercarse a la obra de Enrique Valdivieso, catedrático de Historia del Arte de la Hispalense, es lo que ha ido haciendo toda su vida, recuperar la visión de la obra de Murillo para intentar hacerle algo de justicia. Todos los prejuicios que nuestra mente puede sostener han sido endilgados a este portentosa figura.
Saludos
Muchas gracias por la sugerencia. Por supuesto que la tendré en cuenta.
SupprimerMe alegra coincidir con la opinión de una autoridad en la materia.
Hasta cierto punto a Murillo le ocurre como a la zarzuela: su implantación popular es la coartada para que muchos ignorantes los traten con cierto desprecio. Ya se sabe, prejuicios hacia lo que es muy nuestro. O tal vez complejos de inferioridad no resueltos.
la vimos en el Prado en septiembre, vimos un cuadro especial, pardo y colorista, impecable y muy afinado si queremos compararlo con la música; no entiendo eso de que la figura de Murillo esté denostada, yo al menos no lo sabía; si un pintor deja esas obras, qué importa lo que se opine mientras los cuadros quedan. Las opiniones se mueven. También existe la miopía, el daltonismo, la prisa, el dolor de pies en los museos, el esnobismo, la verborrea...
RépondreSupprimercollige virgo rosas, sí, el golpe de luz en la frente, más la luz de esa sonrisa medida, que amainan la melancolía y la zambra de esos ojos negros.
RépondreSupprimersaludos
En la lengua tuva ( lengua turquiana con raices mogol del sur de Siberia )la palabra retroceder también significa futuro y avanzar también significa pasado.
RépondreSupprimersaludos
No creo que le quite ni una pincelada de gracia (ni esperanza) si digo que la muchacha es muy posible que tenga el cervantino nombre de Francisca María, la hija del pintor.
RépondreSupprimerAdemás -yo siempre igual- es mu bonito saber que nuestra Francisca está pintada/repintada/sobrepintada sobre la parte baja de un cuadro de la INmaculada; está, digamos, poniendo flores a sus pies.
Ah!, y la niña se metió a la "carrera de monja". Su nombre como novicia: Francisca María de Santa Rosa, nada menos.
Jaime
No sólo quitas, sino que añades aún más misterio a su misteriosa figura, pues conociendo la verdad, queremos conocer aún más ella. Porque la realidad no sacia la sed de saber, sino que la aumenta. Gracias, Jaime. Nadie más que tú podía decirnos su nombre y contarnos esa pequeña historia, tan cervantina. A.
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