SE celebra en París una extensa exposición de Duchamp, y la Gioconda, en su paredón, recibe a diario miles de disparos fotográficos que mantienen viva su leyenda.
Decididamente, si Duchamp no acabó con la Gioconda ni nosotros hemos podido acabar con Duchamp, al menos alguien debería acabar con el estado de cosas que recogen estas dos fotos. Ya que los templos se han convertido en museos, ese alguien debería echar de ellos a los mercaderes.
Louvre, 10 de octubre de 2014 |
¿Echar a los mercaderes?... Tal como están las cosas sería complicado encontrar a alguien con la suficiente autoridad moral; quizá sólo Dios podría ser, o la Virgen del Pilar, en su defecto. La profanación de los templos del arte como trasunto de la banalización general de la vida; ni malos, ni buenos, radicalmente estúpidos podemos llegar a ser, el peor de los males, sin duda.
RépondreSupprimerSus últimas palabras se parecen mucho a la frase, fácilmente recordable, que en el instituto soltaba a veces un profesor de literatura: “El hombre no es naturalmente bueno ni naturalmente malo sino artificialmente estúpido”.
Supprimer" La profanation de son temple a courroucé Apollon", tuvo que decir la Gioconda, sin más remedio, ante la singular caterva que se le avecinaba.
SupprimerInteresante reflexión al hilo de lo mismo:
RépondreSupprimerhttp://cultura.elpais.com/cultura/2014/10/05/actualidad/1412517551_429563.html
Me parece injusto, e incluso tendencioso, vincular a Marcel Duchamp con las turbas de turistas que van al Louvre a hacerse selfies. Él se limitó a manipular una postal de la Gioconda para mostrarnos su intención desmitificadora de las obras de arte.
RépondreSupprimerPara evitar los excesos de las fotos sería suficiente con impedir la entrada con móvil en los Museos (seguro que los de los selfies se conformarían con la reproducción como previó Duchamp).
Victoria
Y como la otra cara de la moneda, el "derecho" a quedar exento de esa algarabía grotesca si se llama usted Beyoncé...
RépondreSupprimerDavid Fdez