PARA unos lo expuesto es asomarse al presente, mientras otros no pueden evitar hacerlo. Unos esquivan con astucia la realidad (cuántos sólidos escritores e intelectuales españoles no han dicho aún públicamente ni mu ni pío de todo cuanto viene sucediendo en Cataluña); a otros, por el contrario, les resultaría imposible no ocuparse de los asuntos públicos que nos conciernen a todos (y Fernando Savater acaba de hacerlo una vez más en otro de sus libros ejemplares, del que AEspada se ocupa aquí con extrema exactitud, virtud de los poetas).
Pero un escritor ha de mirar también, al mismo tiempo, hacia aquellos asuntos que no por conocidos dejan de concernirnos a todos.
Antes de que el tiempo acabe, ahí fuera espera el otoño, como acostumbra. Y lo mira uno con atención, sobre el ruido del mundo ("ruido de moscas"), y advierte que no hay nada en él que no pueda expresarse definitivamente con un puñado de silenciosas sílabas, de esas que arrastra el viento como las hojas secas. Sí, al mundo lo hacen mejor las hojas secas, y vuelves a casa en paz con él, contigo.
Antes de que el tiempo acabe, ahí fuera espera el otoño, como acostumbra. Y lo mira uno con atención, sobre el ruido del mundo ("ruido de moscas"), y advierte que no hay nada en él que no pueda expresarse definitivamente con un puñado de silenciosas sílabas, de esas que arrastra el viento como las hojas secas. Sí, al mundo lo hacen mejor las hojas secas, y vuelves a casa en paz con él, contigo.
París, 7 de octubre de 2014 |
A este lector le gustaba más este blog cuando en él se oían más las hojas que el ruido de moscas.
RépondreSupprimerSin nadie ver
Supprimersu esplendor, han caído
allá en el monte
hojas de otoño. ¡Cuánto
color tendrá esta noche!
Ki no Tsurayuki [紀貫之 (872 – 945), poeta japonés de la era Heian].
Las hojas secas hacen mejor al mundo... en la paleta.
RépondreSupprimerA mi también pero venimos aquí como invitados.
RépondreSupprimerY, por otra parte, resulta conmovedor que nuestro poeta se sienta concernido por la deriva nacionalista y tome partido.
Es la vida la que permite que los delirios independentistas sucedan mientras las hojas del otoño caen. Victoria
Barran las hojas de tanta identidad buenos anónimos.
SupprimerBanda sonora
RépondreSupprimerdel otoño. Crujir de
las hojas secas.
Ojo al haiku: "del otoño. Crujir de" tiene ocho sílabas métricas.
RépondreSupprimerLlegó el otoño.
SupprimerCon su banda de siempre
crujen las hojas.
(Infinitamente mejorable. Alguien, seguro, preferirá por ejemplo:
Crujen las hojas.
Con su banda sonora
llegó el otoño.)
Me gusta más el original. En los otros que se proponen, se desdibuja la idea de ese crujir (verbo onomatopéyico) como "banda sonora" o música oficial del otoño; de lo cual quiere hacerse la idea esencial y por eso en el arranque o pórtico del haiku. Pero para gustos, colores.
SupprimerTal día como hoy, el 16 de octubre de 1893, al filo del mediodía, el de la guillotina seccionaba el cuello de María Antonieta, en una abarrotada Place de la Révolutión, hoy de la Concorde.
RépondreSupprimerPor una pasmosa coincidencia, acaba de leer servidor esta mañana (aniversario ducentésimo vigésimo primero, y quizá a la misma hora en que la carreta conducía a la infeliz reina hacia el patíbulo), la excepcional biografía "María Antonieta", escrita por Stefan Zweig en 1932. Lejos de la aridez y de la prolijidad fastidiosa tan frecuente en el género, Zweig nos regala un relato emotivo y documentado, a partir de la correspondencia de la reina ajusticiada, que él, como experto coleccionista de autógrafos, hubo de expurgar entre un montón de falsificaciones.
Este placer impagable que me regaló Stefan Zweig se concretó en la pantallita de un "reader" electrónico. Hubo un tiempo en que tuve reservas sobre la lectura en semejante soporte...: hoy ya no me quedan.
PD.- Por estos pagos, se habla estos días con demasiada frivolidad de la guillotina. Será metafórica pero conviene no mentar un artilugio tan siniestro y tan letal. Tan afilado como lengua de algunos liberticidas disfrazados de guardianes de las esencias. Ojo con ellos y con la guillotina: los dos igual de deleznables.
El otro día nos "peleamos" amistosamente y hoy le confieso que me ha gustado mucho su comentario. Creo que en el foro de un escritor prestigioso deben esperarse respuestas acordes con su categoría, nunca visceralidad ni intransigencia. Así que, mi reconocimiento, amigo Rob.
SupprimerNo le quepa duda de que íbamos a ser amigos, Anónimo (no sabe cuánto me descoloca tener que dirigirme a usted tratándole de "anónimo"; ¿es por algo importante por lo que no se pone un mote?; yo estoy en condiciones de cederle uno de los dos o tres en que me parapeto).
SupprimerPero domeñar el jaco de las vísceras calientes..., no siempre está al alcance de uno, no crea... Pero creo que lo importante es no perder de vista que, pese la híbrida condición de centauro que habita en cada cual, importa más seguir los dictados del torso (y de la cabeza) que añorar los pastos de Tesalia. Cuesta, pero en ello estamos. Así que no sobran amistosas admoniciones como las suyas, amigo, que embriden lo que de bruto (espero que noble) haya en mí.
Saludo cordial.
He querido decir 1793, naturalmente.
RépondreSupprimer"La regla de que en versos terminados en palabra aguda se computa una sílaba más, no rige cuando al final del verso hay un monosílabo átono encabalgado".
RépondreSupprimerRemite a
http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/signa-revista-de-la-asociacion-espanola-de-semiotica-4/html/02598914-82b2-11df-acc7-002185ce6064_32.html
Pero en este artículo no encuentro que se sostenga por ninguna parte lo entrecomillado arriba. Se habla de los monosílabos átonos en posición de rima y en encabalgamiento, pero no he visto que se diga nada sobre el cómputo silábico. El tema me interesa mucho.
Tres “otoños” de Kobayashi Issa (小林一茶 1763 – 1827), nacido Kobayashi Nobuyuki, apodado “Yataro” en su juventud y descansando de una dura vida:
RépondreSupprimerUna vez más
me ganan la partida.
Tarde de otoño.
Tampoco yo
he encontrado un hogar.
Tarde de otoño.
Viento de otoño.
Un mendigo me mira
comparativo.
***
Y otros tres de Matsuo Bashō (en japonés, 松尾芭蕉), nacido Matsuo Kinsaku (1644 - 1694):
Este u Oeste,
la tristeza es la misma.
Viento de otoño.
Salvo el crepúsculo
de otoño no anda nadie
por esta senda.
¿Por qué será
que envejezco este otoño?
Aves y nubes.
"Aves y nubes" o "Nubes y pájaros".
SupprimerTristeza, soledad, vejez. Pero un año Basho también habló de “un otoño extrañamente feliz”.
Si con vivir bastara..., parece querer decirnos, Shiki:
SupprimerSopla el viento del otoño;
Estamos vivos y podemos mirarnos,
Tú y yo.
¿Qué importa más, una hoja que cae o una sílaba? ¿Cuánto ruido hace cada una?
RépondreSupprimerPD: Me sorprende tanto anónimo.
A mí también me sorprende, Judit: qué difícil resulta enrollarse así, ¿no?
SupprimerTotalmente de acuerdo, Olof. Hablar por este medio sin saber el nombre, además de no ver las caras, produce un vértigo inquietante. De todas maneras, debates así son fuente de aprendizaje. Un saludo! :)
Supprimer¿Sorprendente? Nada de eso. No es el nombre lo que importa sino que el rollo sea bueno.
Supprimer"¿Qué importa más, una hoja que cae o una sílaba?". Si las dos caen muy juntas el ruido es bien bonito.
Acabados en --t y --f vuestros nombres, debéis ser muy jóvenes: más salud a vuestra buena salud.
Mi pregunta era una ironía acerca del ruido y sobre aquello que nos despista de lo realmente importante. :)
SupprimerEl rollo es bueno (así lo indico: "debates así son fuente de aprendizaje"), sí, pero insisto en que en el mundo virtual si, además de no ver las caras, no puedes poner un nombre, se hace un tanto extraña la comunicación. Pero sólo era un comentario secundario, una pequeña impresión (por eso lo he puesto en la post data)
¿Desde cuándo las letras finales de un nombre indican la edad de su portador? Ando perdida, será la edad que me afecta.
Más que a veinte y treintañeros, en el segundo cuarto de la vida, la edad afecta a quienes estamos en el último, está claro; aunque sí, el “vértigo inquietante” de no estar muertos es el mismo a cualquier edad.
SupprimerDel anonimato. Con tal vértigo y según los casos y los días, más que la presencia puede ser la ausencia de nombres y caras la que facilite la comunicación. Qué fácil dirigirse, atender, amar a la humanidad entera y qué difícil a un ser humano en concreto tantas veces (según, creo recordar, Dostoyevski por ejemplo).
Letras finales de los nombres y edad. Perdón por mi burda manera de indicar juventud a partir de los más sofisticados nombres (poco ―o / ―a, Antonio / María) que los padres empezaron a escoger para sus hijos a partir de la Transición, hijos hoy por tanto más o menos treintañeros.