¿No hay algo cómico en esta frase de Borges que los editores han puesto en la faja de la reedición de Memorias de España 1937, “Elena Garro es la Tolstoi mexicana”? En una hipérbole de esa naturaleza quedan mal todos, Borges, la Garro y los editores, incluso Tolstoi. Claro que en Borges, conociendo su amor a las grandes frases, entre brindis al sol y pases por alto, verdaderos tiros por elevación, puede incluso maliciarse una intención de burla, como cuando los jayanes escarnecían a Jesús de Galilea poniéndole a la cruz, a modo de faja también, aquel cartelón en el que se leía “Iesus nazarenus Rex iudaeorum”. Y si ese libro de Garro es interesante y aun valioso, lo es por razones testimoniales y por leerse en él noticias de la guerra de España y el Congreso de Intelectuales antifascistas de Valencia y Madrid que no vienen en ningún otro lado, con frecuencia menudas pero significativas, no, desde luego, por sus limitadas virtudes literarias. En cuanto al propósito de elevar a Elena Garro a la altura de Tolstoi sólo parece perseguir rebajar a Tolstoi, miniaturizando de paso más aún a Garro. ¿Le interesaba a Borges tanto Tolstoi, tanto lo desdeñaba? ¿Y a Elena Garro? Esa frase muestra la manera que tenía el argentino de jugar a tres bandas, lo mismo que pregonar que leía el Quijote en inglés fue una manera de rebajar a Cervantes y al Quijote al mismo tiempo, gran carambola, que completó su Pierre Menard. (Nada que ver con aquella otra faja en un libro de Carmen Posada en la que Vázquez Montalbán aseguraba que la autora era la reencarnación de Balzac y de Dickens, no sabemos si juntos o por separado: en aquella ocasión Montalbán era sincero). En cuanto al propósito de los editores utilizándola es tan evidente que produce ternura.
Borges rebajaba con frecuencia a determinados escritores, mientras ensalzaba a políticos como el presidente mexicano Gustavo Díaz Ordaz, a quien felicitó a través de un telegrama por la matanza de estudiantes llevada a cabo en Tlatelolco, el 2 de octubre de 1968; igualmente felicitó a Pinochet en su momento.
RépondreSupprimerQue menos que Carmen Posada hubiera dedicado desde ese dia el resto de su preciosa vida al abnegado servicio a la causa montalbana, es decir, a la causa de(l) Planeta, ese milagro en el que la biutiful y la progresía se aparean bajo el himeneo de Dickens, tócate los carvalhos, pepe.
RépondreSupprimer¡Se podrían decir tantas cosas sobre las fajas! Como aquélla de "la prosa de fulano recuerda a una motosierra" (lo cual obligaba, claro, a "apagar" el libro a las pocas páginas), o esas otras del tipo "un cruce entre La Eneida y el tour del 72 de los Rolling Stones, con unas gotas del mejor Kafka", o "mengano reúne el detallismo digno de Nabokov, la capacidad de crear mundos propios de Javier Marías y una prosa heredera del Umbral más canalla", o ya puestos, ésas que hacen ahora para ir al grano y que sueltan directamente "¿te lo vas a perder?", que parecen más aptas para promocionar el concierto de la tal ladygaga... David Fdez.
RépondreSupprimerun delirante cruce entre el mejor Nabokov,
Para elevación el artículo de Antonio Colinas que publica esta mañana en El País, sobre la primera vez que conoció Ibiza : "Aquel otoño y los siguientes tuve el don de entrar en sintonía con esta Ibiza. Todavía hoy, algunas noches -en este verano de 2011, ¡34 años después!-, cuando voy solo con el coche por el interior o el norte de la isla, me parece que vivo lo que entonces viví. De tantas sensaciones absolutas hay huellas en Astrolabio, el libro que vine a escribir a la isla. Y de sus misterios, en mi primer libro de cuentos. Un Citroën 2 CV, una caja de libros, un tocadiscos, mi mujer y mi hija de un año, y aquel desembarco de madrugada". No sabe uno qué idea tiene Antonio Colinas del don, pero no cabe duda que le han cabido en una sola frase, y eso sí que es un don, el Citroën 2 CV, la caja de libros, el tocadiscos, su señora y su hija, y eso sin solución de continuidad, como suele decirse.
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