NOS dijo el amigo: estoy leyendo el Génesis, y por estar cerca de él leímos en sus páginas: “Y en habiendo acabado Jacob de hacer encargos a sus hijos, recogió sus piernas en el lecho, expiró y se reunió con los suyos”. Pocas muertes habrán sido relatadas con tanta sencillez y al mismo tiempo de modo tan conmovedor, cosa rara en libro a menudo despiadado y seco. Que Jacob, a quien Yaveh dio el nombre de Israel porque fue “fuerte contra Dios y contra los hombres” y los pudo (Gn. 32, 29), que Jacob, decía, recogiera sus piernas juntando las rodillas para morir, no quiere decir sino que fue premiado con una muerte parecida al dormir de un niño.
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UN día, cuando seguramente llevaban ya entre nosotros un tiempo sin que lo hubiésemos advertido, nos damos cuenta de que las golondrinas han vuelto. Y otro, antes de llegar el otoño, advertimos también que se han marchado al sur, dejándonos un silencio grandísimo, gracias al cual precisamente nos percatamos de que se han ido. En ambos casos todo parece suceder merced a nuestra inatención. En el primer caso, cierto, les damos las gracias por acordarse de volver, pero en el segundo querría uno presentarles nuestras disculpas, pero a quién, dónde, si ya se han ido. Y hemos de aprender a convivir con esa pequeña culpa, cuando todo silencio acaba siendo el silencio de las golondrinas.
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POR lo general, las afrentas suelen tener la virtud de enderezar nuestro espinazo, al contrario que los aplausos; lo normal ante ellos es doblarlo. No quiere decir eso que haya que rechazarlos. Esas cosas llegan o no, y no dependen de nosotros, y aun dando lo mismo, tenemos la obligación de aceptarlos (por aquello de que rechazarlos significaría que los aceptábamos dos veces). Se está hablando únicamente de agradecerlos sin perder la verticalidad, o sea resistiéndonos en lo posible a esa aviesa y secreta intención que traen emparejada los aplausos, a saber, humillarnos al recibirlos y aplebeyarnos, por aquello que suele decirse de que en el pecado viene la penitencia.
Consolémonos, las mismas golondrinas que estos días dejan de cantar, posadas sobre los cables de la luz que atraviesan las calles de nuestros pueblos, regresarán para dentro de unos meses restaurar los nidos que dejaron abandonados con los primeros fríos, utilizando un poco de su saliva, barro y paja. Y cuando logren recubrir el interior de plumaje y pelo, nacerán tres o cuatro polluelos. "Las cosas naturales vuelven siempre", nos dijo Unamuno, y las golondrinas, pese a las dudas de Bécquer, volverán puntuales, por San José.
RépondreSupprimerLeí el pasaje de la muerte de Jacob hace poco y me conmovió. Hay muchos detalles así en el Génesis: pura economía narrativa, sin paisajes y lleno de detalles exactos.
RépondreSupprimerAuerbach en un libro (Mímesis. La representación de la realidad en la literatura occidental) hizo una brillantísimo análisis de cómo representa la realidad Homero y luego el Génesis: dos modos de hacerlo y todo un mundo de consecuencias literarias.
Tres puntos de inflexión para pensar. Gracias
RépondreSupprimerQuerido Andrés:
RépondreSupprimerPor lo de las golondrinas no te preocupes, pues tiene fácil solución. Aún podrás decirles lo que quieras. Todas las que han estado en Las Viñas en este verano no muy fuerte por aquellos pagos, se han venido para acá, adonde yo estoy pasando mis vacaciones junto al mar (Puerto de Mazarrón, Murcia). El verano aún está aquí en todo lo suyo. Las golondrinas suelen quedarse en mi jardín hasta finales de septiembre, cuando por fin van cediendo un poco las grandes calores. Así es que si quieres que les diga algo de tu parte no tienes más que transmitírmelo. Escribe para ellas un email corto y se lo leeré cuando pasen en sus inacabables y vertiginosos giros junto a mí. Pero que sea corto, ¿eh?, porque pasan muy rápido y no hay tiempo para divagaciones.
Un fuerte abrazo.
Eloy
Las golondrínas no quieren de poesía, ellas las escriben en el aire y música en los tendidos eléctricos. Tiene razón Andrés, solo nos dicen que han venido y nos hacen ver que se han ido. Y así van pasando los días. En silencio. No les escriba ni un correo electrónico corto ni nada, que nada quieren oír pues son de ellas las palabras primavera y otoño
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