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PRODIGIOSO diario poético el que Unamuno nos dejó en su Cancionero (en el que figura aquel poema misterioso suyo del constructor de casas rústicas que JRJ ponía en la cumbre de la lírica española). Se diría que los poemas se le fueron escribiendo solos a don Miguel. Lo imaginamos metiéndose la mano en los bolsillos del pantalón o de la chaqueta y sacando de ellos papelitos de todas clases y formas que hubiesen aparecido entre los trozos de miga de pan que también solía guardar en ellos, pan ellos también, como por magia. Y así, como si fuésemos san Isidro, querríamos que un ángel nos labrara el campo, quiero decir, que fuese él quien escribiese todo lo nuestro (nos bastaría un ángel raso, de la clase de tropa, dejándole los arcángeles y demás potestades a gente más aprovechada, como Rilke), y que nosotros no tuviésemos otra cosa que hacer que mirar:
Dos caños son los ojos
que meten hacia dentro
toda la realidad,
rara fuente que nunca
dejará de manar.
Adonde quiera miren,
las cosas van buscando
el venero hacia atrás,
que ni cerrados ellos
dejarán de soñar.
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PROBAMOS uno de esos modernos híbridos de fruta que sacan ahora, y vimos que había perdido el encanto de donde partía, quizás una ciruela, sin lograr nada de aquello a lo que pretendía llegar, quizá un mango, como a esos que se les ocurre hibridar deportes, música y tantas otras cosas (del mismo modo que la gaseosa está tan lejos del agua como del champán), o en literatura esos diarios de algunos que dicen que son novelas, los famosos diarivelas o novelarios, que ya sabemos que puedan dar de sí lo que las nectarinas o el voley playa.
Acudo a estos comentarios con cierto espíritu olímpico, convencido de que lo importante es participar.
RépondreSupprimerPero hoy el ángel del papelito no me ha labrado el campo.
No se me ocurre nada.
Andrés, no tiene que ver con su entrada de hoy por lo que pido disculpas si hubiera que pedirlas.
RépondreSupprimerEste mes he estado leyendo unas "Obras selectas" de Ricardo Baroja que merqué en Santander por 6 eurillos y me encontré con esta anécdota sobre Solana narrada por el sobrino de los Baroja, que hace de prologuista (igual usted la conoce, pero alguno de los visitantes no):
"Mi tío Ricardo casi siempre celebraba las ocurrencias, a veces un poco sucias, del pintor madrileño-montañés, que establecía la bondad o maldad de los cuadros según valores poco utilizados por la crítica. Por ejemplo, en un exposición donde había un paisaje urbano de mi tío, decía: "Este cuadro está muy bien, porque tiene una tapia donde se puede orinar". Y sobre observación semejante bordaba una serie de argumentos para demostrar que en todo paisaje debe haber un lugar adecuado para realizar ciertas operaciones personales".
Lo mismo es la tesis que siguen, sin ser conscientes, algunos novelistas contemporáneos... David Fdez.
pensar el sentimiento y sentir el pensamiento decía Unamuno, y llamarle a lo suyo, a su indagación, nivola, a la Tía Tula y a su San Manuel, y a su paz en la guerra algo tolstoiana.
RépondreSupprimerQué bien.Hoy encuentro esta página, y mañana y pasadomañana y cada día con su entrada será mejor para mi, seguramente.
RépondreSupprimerLa excesiva realidad:
RépondreSupprimerpor eso existe la muerte.
No veo esa marcha atrás.