Meine Dienstzeit. Mi servicio militar. Otro pecio del Rastro. Se lo recordó a uno el Europa Kalender de antesdeayer, la agenda divisionaria de ayer. Todos los alemanes que acabaron en España, tras la derrota, con su novela, con su mentira, amparados por las autoridades que habían cantado la palinodia del Reich hasta cinco minutos antes de su desaparición. Aquí se ocultaron, aquí borraron su pasado. El dueño de este libro artesanal arrancó todas y cada una de las fotos que hubo en él, días de gloria. Él u otro. Llegó vacío al Rastro. Cientos, miles de soldados alemanes con sus pequeñas leikas haciendo la guerra y fotografiando sus conquistas europeas. Su siniestro safari humano. Imitaban al Führer, a quien también le gustaba llegar a los sitios y posar para la posteridad. En París, por ejemplo, delante de la Tour Eiffel, como el cazador que acaba de abatir un grandioso animal de acero. Su deliro se escribía con N de Napoleón. El de este pequeño álbum en octavo es más modesto: lo ha decorado con un casco de papel maché pintado con purpurina plateada. La verdadera dimensión de aquel régimen. Su estado exterior muestra los estigmas del tiempo. Parece haber pasado por el frente ruso, tal es su deterioro. Impresiona en este álbum la ausencia de fotografías, que sabemos pequeñas por los soportes que las sujetaban a la página, esa clase de fotos en las que los humanos tienen el tamaño de insectos. De repente te explicas la afición de Jünger, de los jünger del mundo: y si respetas en otros la entomología, en él te hiela la sangre. Por lo demás recuerda este álbum una casa desvalijada, con todas sus páginas desiertas: en cada una de ellas el estigma de lo que no por invisible es menos visible. Abruman, tanto como el crimen, las huellas del crimen. Monumentos de barbarie.
Cubiertas y páginas interiores del álbum Meine Dienstzeit |
Nos quejamos ahora de que todo el mundo vaya donde vaya y haga lo que haga lo primero que hace es sacar las cámara, que nos las acabarán instalando en los ojos para acabar más rápido.Y se ve que hace setenta años no era la cosa muy diferente.
RépondreSupprimerhace unos dias vi un film titulado "La mer à l'aube " el ultimo de Volker Schlöndorff. Esta basado en una narracion de H Böll durante su paso con los nazis en Francia. Curiosamente dos de los personajes que aparecen,son por una parte el mimo Böll y otro, tambien literario, es E. Jünguer. Mientras que H Böoll es incapaz de disparar en un peloton de ejecucion E Jünguer vive acomodado en Paris como asistente del mando supremo militar y se limita a ser testigo y hacer debates intelectuales sobre la barbarie humana. Desgraciadamente hay muchos mas jünger que bölls.
RépondreSupprimerbuen dia
txema
Jünger cuenta en sus Diarios que como oficial de su ejército en París, en cierta ocasión tuvo que mandar el pelotón de ejecución de un soldado alemán que había desertado. Verdadero héroe, harto de guerra, quiso desaparecer con una francesa por las dulces Galias. Pero una mañana lo ataron al árbol de un bosquecillo y le llenaron de balas el papel que le habían clavado en el pecho. Caza sutil. Don Ernesto anotó la dignidad con la que el reo afrontó la muerte y cómo tras la descarga no cambiaba su expresión hasta que de golpe, fue como si le hubieran echado una paletada de harina en la cara; más o menos así describió el trance. Pobre escarabajo desconocido. Para ti todo el recuerdo.
SupprimerJünger anotó también otro detalle. Qué importante todo en esos momentos. A punto de ser fusilado, una mosca revoloteaba en la cara del desertor que con las manos atadas no podía espantarla. No hay constancia de que acercándosele lo hiciera el oficial antes de gritar las órdenes de rigor. De haber ocurrido así, el chico quizá le hubiera dado las gracias. En alemán o en francés.
Supprimery también ver en estas malagendas y álbumes de la barbarie la fruición con q las ideologías totalitarias buscan ocupar y simbolizar los espacios más íntimos y personales de la memoria de las personas,anegando la peripecia personal en la colectiva marcha, como el presente -hoy mismo- norcoreano entre la indiferencia general nos sobreabunda.
RépondreSupprimer¿palinodia? ¿seguro?
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