"HOY he llegado, de repente, a una sensación absurda y justa. Me he dado cuenta, en un relámpago íntimo, de que no soy nadie" leemos en una de las citas del Libro del desasosiego que jalonan el magnífico trabajo de Ana María Leyra "Heterónimos y complementarios", tan lleno de sugerencias.
La constatación de Pessoa es certerísima, desde luego, excepto acaso en ese "de repente": a ser nadie se aprende, y suele ser una enseñanza de años, en la que vamos desaprendiendo a ser yo, a ser alguien, aprendiendo a ser pobres, podríamos decir. Y así no debemos confundir el ser nadie con el ser nada, porque ese nadie del que habla Pessoa es en realidad el poder ser todos, llevando un paso más allá el "Je est un autre" de Rimbaud a lo que podríamos formular como un "yo es cualquiera". Sólo así se explica aquello que también decía Soares, y que Leyra recoge igualmente. Tiene que ver con el asunto de la intimidad tratado aquí ayer: "De tal modo me he desnudado de mi propio ser, que existir es vestirme. Sólo disfrazado es cuando soy yo". Pessoa alude a aquellos que creen que mostrar nuestra intimidad tiene que ver con el desnudarse (y de ahí a la cama, claro, un paso), y no, por el contrario, con el vestirse.
Y esto era lo que tenía uno en la cabeza todo el día, cuando nos tropezamos a las diez de la noche en la puerta de la iglesia de la Esperanza de Triana, como en un relato cervantino atravesado por el olor del incienso y el de la bosta caliente de caballo, a este joven mendigo. Sea o no "verdad" lo que trata de decirnos o sólo un pequeño tinglado a lo Rinconete y Cortadillo, nadie dudaría de esa intimidad: la está entregando ante los ojos del mundo a la indiferencia de la gente, para la que su dolor, como decíamos también ayer, no es convertible.
Sevilla, 29 de febrero de 2012. |
Hola Andrés,
RépondreSupprimerAyer estuviste en Sevilla. Nací en Alcalá de Henares. No entiendo la alusión que refieres a este joven mendigo.
Paula María.
Nunca creí en la intimidad de nadie, salvo en aquella que yo misma me debo para sobrevivir. De ahí, que cada uno sobrevive como puede. ¿Es así?.
RépondreSupprimerPrecisamente es lo que hace este mendigo(pero con un crujir de tripas impresionante).
Usted en ese relámpago íntimo, siente que no es nadie. Para mí, estas personas y muchas otras me dan una fuerte patada en mi conciencia además de querer negarme, lo pongo que tengo.
Yo es cualquiera, pero ¿qué hace este mendigo aquí?. ¿No debería estar en su casa o en la mía?, por ejemplo.
Me quedo con el libro Ser o Tener de Erich Fromm, va directo al grano.
Saludos, es un placer: "compartir".
Nadie es feliz. Pero... ¿Quién quiere ser nadie?
RépondreSupprimerMafalda.
-Yoooooooo (Urdangarin).
-De eso nada monada, ese titulo es mio, desde la cuna a la tumba. (M)
Constituyo mi yo a partir de mi imagen del espejo que no considero como propia, y cuelgo el paraguas en un rayo de sol que entra por la ventana. Joan Brossa
RépondreSupprimerEl tablero de la mesa de un bar se la atribuía ayer a los mayas: “Yo soy tú”. “Je est un autre”; “I are”, o “You am”, algo así según aquellos Beatles… Ocurrencias de la humana juventud primitiva o individual. Luego, ahora, las cosas cambian. (Fdo. Manuel no habitual).
RépondreSupprimerMe falta fondo de armario para poder ser todo lo que quiero. Saludos
RépondreSupprimerAlgunos aerolitos de Carlos Edmundo de Ory:
RépondreSupprimerCuando yo era joven los gatos venían hacia mí desde el horizonte; ahora los gatos salen de mí, los mismos.
A los complejos y superegos de Freud yo los llamo cangrejos y superhigos.
La palabra “orgullo” debería escribirse “orguyo”.
Tuyo: tú y yo.
“Yo es química” (Jean Rostand).
Sólo decir “yo” me mata de risa.
De mi hija, cuatro años: –Papá, yo siento la cabeza redonda cuando hago caca y después cuando no siento nada, tengo la cabeza cuadrada.
(Otro Manuel no habitual).
Lo del incienso y la bosta caliente ya aparece en 'El gato encerrado', junto con el azahar, menos mal que en 'Locuras sin fundamento' nos da la de cal a los sevillanos:
RépondreSupprimer“Sevilla estaba muy bonita, con el cielo todo nuevo y azul, sin una nube, como esas piezas de tela que le despliegan a uno sobre el oscuro mostrador de una vieja pañería. Al igual que en Venecia, los cielos de Sevilla siempre parecen más nuevos que en otra parte, porque se derraman sobre fuentes, muros y jardines más viejos que en ningún otro sitio”
La foto de un hombre pobre que se cuelga la foto de un bebé como un cencerro y se para en la puerta de la iglesia para que las ovejas que salen se den cuenta de que existe y que tiene un hijo/a al que debe dar de comer. El hambre y la dignidad. No sé si como dice Trapiello el relato será cierto o un recurso de la picaresca. A mí no me lo parece, y si así fuera, la imagen aporta un dato más terrible que la pobreza supuesta, que un hombre pudiendo trabajar recurra a ésta impostura tan complicada para ganarse la vida. En el supuesto que fuera una impostura, una mentira, cuánto retorcimiento encierra todo el juego. Y no me lo parece en sus ojos. Quizás lo más terrible es que ésta sea la única solución que conoce o que puede ejercer. Solo se me ocurre pensar en la responsabilidad y la certeza de estar ante una derrota social, (el yo no existe) no del mendigo, sino del sistema que abona y lucra con ésta solución. La asistencia, la caridad para que todo siga igual. El que pide mintiendo para sobrevivir y el que le echa una moneda para dormir tranquilo y pensar que es bueno y subirá al cielo. En casa había un libro de fotos en blanco y negro con mucho grano, eran unas fotos muy expresionistas, no diría que goyescas pero sí muy "contrastadas", comprado en NY en los años 50 y con fotos de la España de los años 40 y 50, no recuerdo el autor y si era un norteamericano, pero las imágenes eran de la pobreza del sur, en España, que es otra pobreza. No creo que las cosas en esencia hayan cambiado mucho y la crisis será un "revelador". La foto es muy buena. Y el sentido filosófico social que desarrolla. El problema del ego y sus dimensiones llega cuando lo fundamental está resuelto. Para éste hombre lo trascendente es poder comer y alimentar a su familia.
RépondreSupprimer"No soy nada, no quiero ser nada, pero conmigo van todas las ilusiones del mundo", que decía Pessoa, supongo que al despuntar de una mañana luminosa.
RépondreSupprimerCon lo que demostraba de paso que no era él un robot.
LA MAYORÍA de la gente se enferma de no saber decir lo que ve o lo que piensa. Dicen que no hay nada más difícil que definir con palabras una espiral: es preciso, dicen, hacer en el aire, con la mano sin literatura, el gesto, ascendentemente enrollado en orden, con que esa figura abstracta de los muelles o de ciertas escaleras se manifiesta a los ojos. Pero, siempre que nos acordemos de que decir es renovar, definiremos sin dificultad una espiral: un círculo que sube sin conseguir cerrarse nunca. La mayoría de la gente, lo sé bien, no osaría definir así, porque supone que definir es decir lo que los demás quieren que se diga, que no lo que es preciso decir para definir. Lo diré mejor: una espiral es un círculo virtual que se desdobla subiendo sin realizarse nunca. Pero no, la definición es todavía abstracta. Buscaré lo concreto, y todo será visto: una espiral es una serpiente sin serpiente enroscada verticalmente en ninguna cosa.
RépondreSupprimerToda la literatura consiste en un esfuerzo por tornar real la vida. Como todos saben, hasta cuando hacen sin saber, la vida es absolutamente irreal en su realidad directa; los campos, las ciudades, las ideas, son cosas absolutamente ficticias, hijas de nuestra compleja sensación de nosotros mismos. Son intransmisibles todas las impresiones salvo si las convertimos en literarias. Los niños son muy literarios porque dicen como sienten y no como debe sentir quien siente según otra persona. Un niño al que una vez oí, dijo, queriendo decir que estaba al borde del llanto, no “tengo ganas de llorar”, que es lo que diría un adulto, es decir, un estúpido, sino esto: “Tengo ganas de lágrimas”. Y esta frase, absolutamente literaria, hasta el punto de que resultaría afectada en un poeta célebre, si él la pudiese decir, alude rápidamente a la presencia caliente de las lágrimas rompiendo en los párpados conscientes de la amargura líquida. “¡Tengo ganas de lágrimas!”. Aquel niño pequeño definió bien la espiral.
¡Decir! ¡Saber decir! ¡Saber existir por medio de la voz escrita y la imagen intelectual! Todo esto es cuanto la vida vale: lo demás es hombres y mujeres, amores supuestos y vanidades falsas, subterfugios de la digestión y del olvido, gentes que se agitan, como bichos cuando se levanta una piedra, bajo el gran pedrusco abstracto del cielo azul sin sentido. (27-7-1930).
FERNANDO PESSOA. El libro del desasosiego (472). Seix Barral, 1984.
La mirada del hombre de la foto es conmovedora. Esos ojos de infinita tristeza...
RépondreSupprimerEl de la foto es un profesional con ánimo de lucro , tiene pinta de partenecer a una banda de pordiososeros carentes de verguenza, utilizar la foto de un niño me parece deleznable e inhumano e ilegal
RépondreSupprimerManuel el más antiguo
Un saludo
la intimidad exhibicionista deja de ser intimidad cuando se pone en el dominio publico. Y como ya dijera Calderon siguiendo algunos versos de Quevedo, vivimos en un gran teatro; aunque sobre esto hay muchas diferentes opiniones
RépondreSupprimerNo olvides que es comedia nuestra vida
y teatro de farsa el mundo todo
que muda el aparato por instantes
y que todos en él somos farsantes
........
No somos nada y menos en pelotas, aunque es mejor ir en pelotas que perder la dignidad pasando el cepillo siendo tan joven
RépondreSupprimerLOM
Yo también entregaré una de cal y otra de arena: el uso de fotos ajenas puede ser criticable, sea por parte de este hombre, que tendrá su dignidad, o por parte del señor Trapiello.
RépondreSupprimerSobre el tema de este post también es interesante lo que dice García Calvo en el sermón del ser y no ser.
Saludos
Esta noche y mañana, acudiré a la calle Pureza haber(como escribió Azorín de joven) si continúa allí el de la foto, con la otra foto encima. La foto no parece tomada a las diez de la noche. ¿Cuanto le pidió por la foto?. Porque imagino que algo le daría.
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