23 octobre 2012

Un cornell (semillero)

LOS llamamos cornells en recuerdo de Joseph Cornell, el autor surrealista cuya visión del mundo ha cambiado el modo de ver cajas muy anteriores a él, de la misma manera que Gómez de la Serna nos descubrió greguerías en escritores que le precedieron, a veces de la antigüedad clásica. 
Cajas con frascos de venenos, cajas con volantes y ruedas de relojes, cajas con carretes de hilo, cajas con agujas y recambios de gramófono... Cada una de ellas con pequeños submundos, ordenados y orbitados como si se tratara de pequeños sistemas solares con sus planetas, satélites y lunas.
Esta es acaso una de las más hermosas que se haya uno tropezado nunca: es una caja que contiene tubos que contienen semillas. Cincuentainueve semillas en sus tubos, separadas por tacos de algodón, selladas con tapones de cera y etiquetadas con una caligrafía de miniaturista, probablemente del siglo XIX. Piensas: el mundo se extingue, desaparece de la faz de la tierra toda forma de vida, pero alguien encontrará un día esta caja y podrá acaso volver a roturar los campos y sembrar en ellos trigo, avena, mijo, adormidera y filantro, sorgo, arroz, panizo, lino y cáñamo, ricino y algodón...
Hace muchos años conocimos en el Carmen de La Victoria de Granada a un inglés que viajaba por el mundo con una maleta. Había venido a ver a su director, José Tito, a la sazón director de aquella residencia universitaria y, al mismo tiempo, conservador de los jardines de la Alhambra y el Generalife. Viajaba el inglés por el mundo buscando semillas de rosales y otras flores, plantas y árboles de jardín de ejemplares de más de cien años. Acababa de llegar de Alepo y estaba citado con nuestro amigo, que le había prometido las semillas de unos rosales y unos mirtos de tiempo del sultanato, a cambio de otras que el inglés le traía de los lugares lejanos por los que había andado.
Mientras tomábamos café nos mostró su maleta. Llevaba en ella más de quinientas muestras, entre las que recogía y las que le servían para el trueque.  Acababa de llegar de un viaje por Siria, especialmente provechoso, y nos contó una historia increíble que acababa de sucederle en Alepo que tenía que ver con aquel oficio tan raro de jardinero ambulante. De no saberlo uno de los conservadores de la célebre Garden History Society del Reino Unido, hubiésemos creído que se trataba de uno de esos impostores que aparecen en las fábulas de las mil y una noches. No recuerdo si la he contado en otra ocasión, seguramente sí, en uno de los tomos del SPP. Aunque puede que no, porque me parece que es anterior a esa manía de uno de meter en esos libros, como Noé en su arca, el primer cornell de la historia, todo lo que sucede en el mundo.

                                                    (Continuará)

Semillero. El Rastro, 21 de octubre de 2012

4 commentaires:

  1. Creo que en una isla de Noruega hay una especie de silo universal con la pretensión de albergar todas las semillas del planeta, sobre todo las de las plantas comestibles.
    Parece que las semillas que se guardaban en la tumba de Tutankhamón fueron plantadas y la mayor parte germinó y dio frutos.

    RépondreSupprimer
  2. y que tiene algo además el maletín, con sus semillas del Bien, de juguete infantil, como aquella caja de elementales trucos de magia que nos echaban los reyes allá por el año de la polca.

    RépondreSupprimer
  3. Acaso las plantas sean las únicas formas de vida conocida, junto a algunos raros microorganismos que se encontraron congelados pero latentes de vida en el extremo clima de los polos, con esa capacidad para “invernar” como los osos, pero un sueño de miles de años, para retornar a la actividad vital cuando las condiciones les sean favorables.
    ¿Se imaginan una capacidad así en nosotros? ¿Cuántos, entonces, no se aletargarían en estos tiempos esperando un mañana más propicio? ¿Habrá o es posible un mañana más propicio?
    No sabía por qué desprendía la visión de la caja de semillas en esa foto un aura de sereno clasicismo. Y es que las separaciones entre las filas de tubos semejan columnas de mármol. Tiene así la apariencia de un pórtico clásico y monumental, una basílica renacentista a la que faltaría rematar con el frontón.

    RépondreSupprimer
  4. Es un post fetén.
    Saludos

    RépondreSupprimer