“MURIÓ mientras dormía sin saber que cerraba la última puerta de la existencia de las beguinas. La hermana Marcella Pattyn, fallecida el 14 de abril a los 92 años, era la última representante de una de las experiencias de vida femeninas más libres de la historia”. Tres días antes de que apareciera esta noticia en un periódico, encontraba en el Rastro una fotografía de los años cuarenta en la que se ve a un grupo de beguinas, con sus hábitos negros y sus blancas tocas características, rodeadas por unas cuantas mujeres que las miran con atención, silenciosas y en actitud de respeto, a cierta distancia. Lo que la gente acaso tome sólo por una casualidad, lo tiene uno por un hecho misterioso, y en cierto modo poético. Ya no hay duda: en el Rastro sólo vemos lo que nos mira. En más de treinta años es la primera vez que ha encontrado uno una foto de beguinas, y ha ido a suceder justamente cuatro días antes de que desapareciese la última de ellas. El mundo se resarcirá de los atropellos de Lehman Brothers, como acabó olvidando a Atila, pero no sabemos cómo sobreviviremos a la desaparición de la beguinas y sus beguinados. No quiere decir esto que pensara uno a todas horas en esas mujeres, ni mucho menos. Ni siquiera de año en año. Pero mientras sabíamos que existían esas “rezadoras” (eso significa la palabra beguina en flamenco), se diría que podíamos ir a nuestros pequeños negocios despreocupadamente.
Los simbolistas belgas, Rodenbach y Verhaeren sobre todo, hablaron de ellas en poemas memorables. ¿Qué les atraía de esas mujeres que ni eran monjas ni laicas, que podían estar casadas o ser viudas o doncellas que rezaban en comunidad, pero que vivían cada una de ellas en sus modestas casas de una planta, alineadas alrededor de un amplio patio? Creo que les fascinaba no tanto saberlas cultivadas (como gheisas a lo divino escribían poesía, componían música, mejoraban sus jardines y huertos, labraban sus encajes para poder vivir), sino saberlas libres, decididas a apartarse del mando de los varones en un mundo sojuzgado y controlado por ellos.
En la foto de que les hablo se diría que las mujeres seglares que rodean a las beguinas las miran con cierta envidia: ha pasado para todas ellas la juventud, los días de vino y rosas, y afrontan la vejez de manera diferente: unas, las seglares, cada vez más solas, acaso acompañadas por hombres que han dejado de amarlas o que les dan mala vida, abrumadas por la noria inexorable de la vida cotidiana; otras, las beguinas, en compañía, ayudándose unas a otras sin perder un ápice de su independencia en una existencia más o menos austera y acaso por ello mucho más plácida. Ha muerto la última beguina. Las primeras según los historiadores databan de 1280 y habrían sido fundadas como congregación por un tal Lamberto Le Begge. Otros las llevan al 692, de la mano de santa Begge. Todo incierto, pero no la fecha de su extinción, el mes de abril de 2013, confirmando una vez más las palabras del poeta: abril es el mes más cruel. Y si lloramos cada día la extinción de una especie animal, la desaparición de una forma de vida que garantizó la libertad de miles de mujeres, no debería dejarnos indiferentes.
Perdón por la irrupción y el cambio de tema, pero sospecho que se me disculpará: la cuestión es que ando buscando un poema, creo que de Leopardi, en el que aparecía el poeta mirando por una ventana, añorando la vida de aquel que se veía r andando libre por los caminos; el poeta intuía a su vez que aquel hombre anhelaría estar en lugar del poeta, en aquella ventana, al resguardo de aquella habitación, envuelto en esa luz doméstica. ¿Sabe alguien cómo se llama el poema?
RépondreSupprimerNo sé a qué poema de Leopardi se refiere, en cambio es el mismo tema del poema "PARADA DE DIEZ MINUTOS" de Miguel d´Ors.
SupprimerNo sé si es de Leopardi. Yo creo que Trapiello ha escrito alguna vez de ese poema, de esa escena especular, pero no sé, no estoy seguro. Gracias por la referencia de D'ors
Supprimer"En todo caso la cuestión es bien sencilla, ¿cómo poder ser alegres teniendo en cuenta la brevedad de la vida? ¿Dónde nace esa conciencia de que la brevedad de la vida, por larga que sea, por completa que nos llegue, resulta siempre insuficiente? Así que la filosofía tiende a conformarnos de tal insuficiencia. Viene a decirnos: desde luego, esto es muy breve, pero en tales términos se pueden hacer muchas cosas. El filósofo vendría a ser como el médico que acaba de extirparle a un paciente un glaucoma que le ha dejado ciego: «No se desespere, son muchas las cosas que puede hacer un ciego. Además usted no es el primer caso. El mundo está lleno de ciegos». En el momento que el hombre tiene conciencia de la muerte, la alegría se ha esfumado. No es preciso haber vivido demasiado para saber esto. Leopardi o la Dickinson lo saben." (Trapiello en un rincón de su «Salón» con un libro de Savater en la mano, creo recordar. Por si le vale de algo.)
SupprimerA lo largo de los siglos surgieron muchas iniciativas al margen de la Iglesia oficial ya que nunca hizo falta ser un genio para comprender lo obvio: que esa Iglesia no tenía nada que ver con el mensaje de Cristo.
RépondreSupprimerAsí que es lógico que surgieran multitud de iniciativas al margen, las cuales siempre fueron perseguidas por el poder político, aliado permanente de esa Iglesia oficial.
En el caso de las beguinas hubo persecuciones inquisitoriales, prohibiciones, condenas e incluso alguna carne humana braseada, como la de Marguerite Porette, en una de esas hogueras tan del gusto tradicional de los obispos.
Faltan beguinas y sobran Begunes.
RépondreSupprimerEspíritu beguino en Santa Teresa de Jesús. También es partidaria de formar pequeñas comunidades en las que la contemplación es un estímulo para la acción en el mundo.
RépondreSupprimer"Mejor será que hilen" (...) "No han menester esas delicadezas"... de la oración, ironiza en "Camino de Perfección".
... Y las niñas, en los años 50 y 60 del "siglo pasado", cantaban saltando a la comba:
QUISIERA saber mi vocación: Soltera, casada, viuda o monja; sobre tres de los "estados" no había duda, pero alguna incertidumbre nos quedaba cuando fallábamos, perdiendo comba, en la "vocación" de soltera...