BUSCANDO en Alcancía de Rosa Chacel alguna noticia de Ramón Gaya, se encontró Miriam Moreno este fragmento:
"Jueves, 24 [1969]: Lo que más me angustia es que tengo la impresión de que he cometido grandes indiscreciones, he dicho cosas que no debía decir. ¿Cómo puedo curarme de esta debilidad? Una de las causas está en este continuo soliloquio mental que mantengo; estoy delante de un ser humano, y sigo hablando como si estuviera sola, pero además, las cosas que digo ¿por qué son siempre brutales, disonantes? Porque tengo una necesidad sofocada de violencia, porque necesito continuamente atentar a esta vida vergonzosa que vivo. Pero atentar así, tan mediocremente, con un aire de torpeza, cuando no de resentimiento, de perfidia..., no hace más que agravar la situación, aumentar el número de enemigos. Qué poco sospecharán mis enemigos que estoy tan convencida de que tienen razón".
La publicación de los diarios de Rosa Chacel le granjearon, como es sabido, un gran número de enemigos e hizo que muchos que hasta entonces se encontraban en el número de sus amig*s, se pasaran de filas. La palabra que más veces se ha pronunciado respecto a ellos es la de "despiadada". Lo fue con los demás, pero también consigo misma, y porque lo fue creyó tener derecho a serlo con todo el mundo, si acaso no lo fue con ella para serlo de paso con los demás, a los que aplica la misma implacable inteligencia que en ella parece más bien una gran lupa de aumento para mirar de cerca, como una entomóloga, su propio fracaso y una vida atormentada, desamparada y difícil como la suya.
Rosa Chacel, 1971. Fotógrafo desconocido |
Una entrada muy bella la de hoy. Creo recordar que Julián Marías dice algo parecido de R.C. en sus Memorias.
RépondreSupprimer¡Maldita sea Andrés! ¿Podrías hacer el favor de ir más despacio?, no dejas tiempo a comentar. Después de subir una entrada tómate una tila y déjanos disfrutar un par de días de lo escrito, para disfrutarlo, meditar sobre ello, y de paso tener la oportunidad de comentar. Cuando quiero comentar una entrada que me interesa, como "Dos metáforas", ya estamos en otro asunto.
RépondreSupprimerDisculpa, Rosa Chacel tiene la culpa.
Hablamos por hablar, mucho más de lo que deberíamos, y a veces nuestras palabras son dañinas, a menudo sin darnos cuenta, e incluso pueden llegar a ser crueles, también sin darnos cuenta.
RépondreSupprimerHacemos tanto daño sin reparar en él que, para compensar, nunca deberíamos hacer conscientemente daño a nadie.
Con el daño que hacemos inconscientemente, ya cubrimos (incluso excedemos) el cupo.
Muy interesante post. Pero dudo que la implacabilidad sea un rasgo de inteligencia. Quizás de análisis, de hermenéutica, pero la inteligencia tiene facetas más amplias. La empatía y la compasión, bien entendida como no autoinmolación, son rasgos de intelegencia. Ella misma se queja de sus errores.
RépondreSupprimerhttp://carlosmanrique.over-blog.es/article-antologia-de-lecturas-110-rosa-chacel-memorias-de-leticia-valle-112330584.html
RépondreSupprimer“Iba ya pasando el puente, hacia el pueblo, cuando vi venir hacia mí a una muchacha que parecía criada de alguna casa buena. Traía un cesto al brazo y yo pensé que iría a llevar un regalo a la mujer del jardinero.
Me fijé en ella desde un principio, pero no me di cuenta de que iba acortando el paso y maquinalmente lo acorté yo también. No sé por qué no sospeché ni un momento que ella fuese a pararse, pero al llegar cerca de ella me paré, me asomé a la barandilla, y ella también se asomó. Yo miraba al agua, pero de reojo vi que la muchacha metía la mano en el cesto y tiraba algo al río. Una, dos, tres, cuatro cosas pequeñitas cayeron al agua antes de que yo me diese cuenta: eran cuatro perritos. Entonces me volví y vi la cara horrible de la chica. Claro que yo sabía de toda la vida que la gente tira al río los perritos que no quiere criar, pero ¡que una muchacha joven pudiera hacerlo!
Estábamos casi en un extremo del puente, donde el agua no era profunda y se detenía arremolinándose entre las piedras y raíces de la orilla. Se quedaron mucho rato en uno de aquellos remansos, luchando; parece imposible, pero nadaban, conseguían flotar, braceando con sus ademanes de recién nacidos, sin que el agua helada consiguiese apagar la fuerza de su desesperación.
Al fin, la corriente fue llevándoselos.
Yo tanteé desde allí las posibilidades que había de bajar a sacarlos, pero era muy difícil; cuando hubiera llegado, ya sería inútil, no habrían sobrevivido después de aquel baño.
Cuando se alejaban en la corriente eran ya como viejecitos.
Creí notar que la chica iba a hacer algún comentario y me marché corriendo por no volver a encontrar sus ojos.
No sentí más el frío; mi cuerpo estaba mucho más frío que el ambiente. Me parecía imposible llegar a casa de doña Luisa. Tenía que poner toda mi atención en respirar; y cada vez que lo hacía me parecía que era la última. La impresión pasada se había borrado de mi imaginación; ya no podía pensar nada más que en que tenía que respirar, otra vez, todavía otra vez.”
ROSA CHACEL. "Memorias de Leticia Valle", pp. 84-85.
[A la niña bajar al puente a tirar los gatillos le parecía lo más natural del mundo. Recién llegados, último viaje: envueltos en papel de periódico, al río “desde el arco ’el medio”. La gata los buscaría algunos días maullando un poco por las camarillas. La azafata de vuelo, la Isabelica, la criada, ya lo sabía desde mucho antes. La niña, con el tiempo, también se dio cuenta de que todo aquello era lo más natural del mundo. Y tampoco el trol más duro pudo reprimir el lagrimón.]
También de usted se ha escrito que hace retratos despiadados de otros escritores. Yo creo que es verdad y solo se me ocurre que en sus comienzos se sintió maltrado sin piedad. Me sorprende que usted se sienta mas cervantino (se ríe con el cojo), yo lo veo mas quevedesco.
RépondreSupprimerYo no creo que en mis comienzos me sintiera maltratado sin piedad, ni ahora tampoco. A mí, en general, la sociedad me ha tratado bien y cuando he tenido mala suerte y me he roto el tobillo (llevo ocho clavos), no se me nota nada la cojera, sólo soy un cojo en la intimidad. Por eso me he vuelto muy sensible con los cojos, y procuro no reírme ni con ellos ni de ellos, por si Dios me castiga y me rompe el otro tobillo. Y es posible que usted tenga razón y que uno sea más quevedesco que cervantino. Qué le vamos a hacer. No sé qué más puedo decirle, pero habrá visto que al menos en esta contestación trata uno de ser humilde, tanto que casi se me ha quitado el hambre. Bueno, amigo, disculpe estas bromas. Por razones que no vienen al caso, hoy está uno de muy buen humor. Pase un buen fin de semana.
SupprimerAunque ha tomado usted de buenas y con muy buen humor mi comentario quería disculparme por hacer yo referencia a la cojera. Créame si le digo que cuando escribía no me acordé para nada de la rotura de su tobillo aunque es verdad que tenía noticia de ella. Si nombré lo del cojo fue siguiendo una conferencia suya que hay en Youtube donde explica las dos ramas de la literatura, cervantina y quevedesca, y si no me equivoco utiliza usted ese mismo ejemplo.
SupprimerPuede que yo a veces tenga mala leche, no digo que no, pero no hasta el punto de hacer una alusión indirecta a la cojera que fuera una especie de burla velada. Sentiría mucho si usted lo hubiera interpretado así.
Claro que no. ¿Cómo podría molestarme algo así? Al contrario, este coloquio nuestro me ha dado pie para escribir algo sobre el humor, que se publicará en los próximos días aquí. Que tenga un buen día.
Supprimer¿Rosa Chacel despiadada? Bueno en las cartas que se cruzó con Ana María Moix, siendo esta todavía adolescente, se la ve una mujer amable, discreta, sincera y con una finísima ironía.
RépondreSupprimerhttp://www.lne.es/opinion/2013/06/18/mujer-siglo-xx/1429453.html
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