ASÍ se titula el último libro de José Carlos Cataño (Universidad de Sevilla, 2011).
Trata de eso, de sus paseos por los rastros de algunas ciudades del mundo y los encantes de la suya, Barcelona, buscando, es un decir, libros viejos.
Si se tratase de libros, viejos o nuevos, no valdría la pena leer este libro ni ninguno. Tragedia del alma dijo Unamuno que les sucedió a las palabras del armador aquel de casas rústicas, cayendo en libro, haciéndose sagradas, o sea, intocables. Mientras estaban en el aire, qué bendición, qué bienaventuranza. Todo en ellas era tacto, caricia, céfiro. Cataño quiere que las suyas queden también flotando en el ambiente. Este es un libro de ambientes, de costumbres, o sea, un libro moral, palabra que viene como todo el mundo sabe de costumbre. Va, vuelve, mira, está entre las cosas viejas, las que acaban en el arroyo sin redención. Un domingo y otro, y entre semana, en invierno, en verano, a cualquier hora. Es un libro largo que se hace corto porque va, vuelve, siempre con sus consideraciones de pequeño filósofo azoriniano. Los libros son lo de menos. No son grandes libros, sino aves menudas de vuelo corto, las que le ocupan, libros-gorriones, libros-jilgueros, libros-tordos. Lo agradecemos. A estas alturas de la vida, desencuadernados, no estamos ya para muchas princeps.
Confiesa Cataño en la primera línea que él no es un flâneur: "Yo siempre que salgo por la puerta voy a un destino definido. Me refiero a la calle, porque en lo que se refiere a la vida, ni entro ni salgo en ningún sitio". El lector le va siguiendo, y agradece verle en sus afanes y porfías, tanto más simpáticos cuanto más pequeños. Nos gusta mucho ese mundo, lo sabe él, de aljabibes, regatones y zarrracatines, el mundo de los despojos, el desordenado mundo de las postrimerías que se van de este mundo y vuelven a venirse a él entre alboroques.
Se engañará quien crea que este libro lo es de libros viejos, de cinegética bibliar. Este libro son sólo las confesiones de un hombre que se busca a sí mismo, y que, como todos, encuentra en el desorden del mundo un modo de ordenar su propio mundo, de traer el desorden a una intimidad. El cambiar de sitio el desorden, ya es un orden. Este libro, digámoslo al fin, trata también de una intimidad. ¿Qué es la intimidad? El único rincón del hombre, el más profundo de él, donde todo está ordenado. Y es feliz sólo aquel que no teme quedarse a solas en su propia intimidad, sala de espera. Si tiene a mano este libro, mejor; habla de lo que hablan los libros de verdad, de todo menos de libros.
Barcelona, Encantes; fotos de J.C. Cataño incluidas con otras en De rastros y encantes, al cuidado tipográfico (y aquí estas dos palabras tienen pleno sentido) de Alfonso Meléndez. |
Me ha gustado mucho el post, he tenido que leerlo 2 veces ya que desconocía el significado de : céfiro, aljabibes, zarracatines , regatones y flaneur . Lo cierto es que nunca he comprado nada en el rastro pero por lo que dice en el post tiene que resultar emocionante dar con un " hallazgo ". un saludo
RépondreSupprimerDescubrí la obra conjunta un Mundo de Libros de la Universidad de Sevilla y me extraño no ver en él la firma de Cataño, creo que fue un desacierto editorial. Si existe un poeta actual dels Encants de Barcelona ese es Cataño y no otro: él hubiese hecho justicia a ese espacio de lo transitorio y variable que es tanto el Mercado de Sant Antoni como los Encantes de Barcelona, nadie es más asiduo… nadie más amante.
RépondreSupprimerLa justicia poética ha hecho que esa misma editorial haya publicado ahora su libro y que usted le dedique esta entrada en su blog. Son libros como los suyos de la Veleta, mal distribuidos y de escasa repercusión en nuestras babelias particulares, pero son los libros que algún día alguien querrá buscar para su colección, para incorporarlos a su pequeño Cosmos y hacerlos suyos. Pequeños libros, es cierto, mas no literatura menor. Libros con los que uno forra las paredes de su refugio particular y que luego te dan una palmada para seguir pisando la calle, con las nuevas y las viejas ilusiones…como un venturoso peregrino…lo que somos al fin y al cabo.