TODO en los hoteles de lujo llama la atención a quien no lleva vida de lujo. Examina curioso los menores detalles, la calidad de las toallas, el artilugio desconocido de la ducha, el novísimo interruptor del aire acondicionado, la fruta disfrazada de papel de celofán, la elasticidad de la cama, el damasco de las paredes... Semejamos a dos animalitos a los que acabaran de soltar en un territorio desconocido, extraño para ellos. Cuando al cabo de unos minutos concluye el escrutinio, nos asomamos a las ventanas, altas, palaciegas, defendidas por cortinajes de seda cruda. Caen estos sobre la moqueta de una manera teatral, aparatosa, versallesca. Y al otro lado, en ese patio amplio, como sólo lo son los patios en Barcelona, ropa tendida. Quienes no llevamos vida de lujo reconocemos al momento en tales sábanas y lienzos menores algo propio, familiar y común. Algo que nos recuerda de donde venimos, a donde hemos de volver cuando dejemos ese transitorio, accidental escenario de lujo de unas horas, la desplegada intimidad, limpia, perfumada, preparada para acoger de nuevo nuestra fatiga y nuestros sueños. Fatiga, sueños que difícilmente podrían alojar y reparar los hoteles de lujo.
Palace, Barcelona, 7 de enero de 2012 |
Andrés: el lujo es para nosotros un placer efímero. ¿Y para ellos? ¿Puede habitar el placer en lo absolutamente cotidiano?
RépondreSupprimerEl placer también nos llega desde esta mirada.Desde el descubrimiento de lo extraordinario, que tantas veces parece discurrir por el caudal poético de lo ordinario.
RépondreSupprimerVer lo cotidiano desde un lugar excepcional, como el que usted describe, es cierto que nos recuerda de donde venimos y a donde hemos de volver. Pero, y cuando nos hemos acostumbrado a vivir en lo excepcional como si fuese nuestro hábitat natural, y de pronto debemos abandonar esos privilegios... Por ejemplo: ¿Cómo se sentirán los que ahora ven el mundo desde un banquillo judicial cuando hasta hace poco lo observaban desde escaños legislativos o sillones presidenciales? ¿Verán la ropa tendida?
RépondreSupprimerSi yo alguna vez durmiera en el Palace-cosa improbable-no echaría de menos el tender la ropa.
RépondreSupprimerSupongo le pagaron el hotel por motivos de trabajo. La vista no deja de ser una cura de humildad para los huéspedes. Apostaría a que esta foto no gustará a los administradores del hotel. Saludos, Manuel
RépondreSupprimerNunca tuve ni tengo una vida de lujo, y no me llama ni me llamó la atención estos detalles. Sino otos.
RépondreSupprimeryo vivo en un apartamento en buenos aires, habia escuchado esto del hotel, no sabia que era verdad
RépondreSupprimerHola! Muy buena entrada. La verdad que es muy cierto todo lo que dices! Yo tuve la suerte de hospedarme en algunos hoteles 4 estrellas en argentina y fue un poco raro, aunque increible! Saludos
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